¡Salvemos la industria de la salud!

La aparición y propagación del Covid-19 ha cogido desprevenidos a gobiernos, autoridades sanitarias y sociedad en su conjunto. Catalunya no ha sido una excepción y la aparición rápida y masiva de casos graves provocó la sobresaturación de las unidades de cuidados intensivos (UCI) de los centros sanitarios y el desbordamiento del sistema.

Señalemos como carencias estructurales que han impedido dar una respuesta adecuada: 1. El desconocimiento del nuevo virus y las patologías graves asociadas y los tratamientos farmacológicos más adecuados en cada caso, así como la falta de protocolos de actuación. 2. La insuficiencia de personal sanitario como consecuencia de plantillas de personal ajustadas en exceso. 3. La carencia de equipos de protección individual o EPI -mascarillas, guantes, batas y geles hidroalcohólicos homologados- para una correcta protección del personal sanitario, de ambulancias, de limpieza, de atención a los servicios básicos y a toda la población en general. 4. La deficiencia de camas de UCI equipadas mínimamente y de respiradores para atender los casos más graves. 5. La falta de pruebas diagnósticas por tratarse de un virus nuevo y, por consiguiente, la necesidad de desarrollar materiales biológicos para aplicar las técnicas de RT-PCR y serológicas.

¿Y cuál ha sido la respuesta de las industrias y proveedores de productos y servicios del sector de la Salud? En la industria química y farmacéutica no se ha conocido ningún caso remarcable de falta de medicamentos debido a la solidez e implantación en Catalunya, con el 52% del total de la industria en España. Pero en la industria de Tecnologías Médicas es donde se han observado las carencias más graves de suministro de material de protección, respiradores y pruebas diagnósticas. En la “Memoria anual de sostenibilidad” de la Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria (FENIN) hay un dato que refleja la situación actual: las exportaciones de la industria española cubren sólo el 39% de las importaciones, es decir, son las grandes empresas y proveedores extranjeros quienes dominan el mercado interior. La situación se ha deteriorado en los últimos 20 años y, en particular, a raíz de la crisis económica y financiera, en la que se aplicaron medidas como el aumento de la ponderación del precio como criterio de adjudicación, en algunos casos hasta el 100%; el alargamiento del plazo de cobro hasta los 180 días -o más-; la concentración de las compras en un número reducido de proveedores grandes, en detrimento de una base amplia de proveedores más pequeños; y la inclusión de obras, reformas e instalaciones en adjudicaciones de materiales consumibles.

Estas medidas -incluidas en los pliegos de los concursos para ahorrar y reducir el gasto público- han tenido un efecto devastador sobre las empresas e industrias locales pequeñas y medianas. Y en el momento de sobrevenir la crisis sanitaria, la debilidad del sector MedTech local ha obligado a recurrir a agentes y empresas importadoras con contactos en China, Taiwán y Corea del Sur, con los efectos sabidos: falta de productos o suministro insuficiente; producto no homologado, calidad dudosa y producto rechazado para pruebas serológicas; y especulación y precios sensiblemente más elevados y pagos por avanzado -en contraste con el trato habitual a la industria local: precio inferior y pago a 180 días-.

Pero lo que ahora representa una debilidad y un déficit muy notable de la industria MedTech en lo que respecta al suministro de productos sanitarios críticos, puede ser una gran oportunidad si se dispone, en primer lugar, de la voluntad política y, en consecuencia, si se implementan las medidas transformadoras orientadas a hacer crecer en un tiempo relativamente corto una industria local más preparada, exportadora y creadora de alto valor económico y social.

El ecosistema de Salud en Catalunya cuenta con los elementos básicos para potenciar la industria: un Sistema Nacional de Salud de primer nivel con profesionales expertos, entregados y muy valorados internacionalmente; una red de centros e institutos de investigación e innovación, centros tecnológicos y universidades que, pese a los recortes presupuestarios, siguen en primera línea de publicaciones y patentes; un mercado MedTech europeo de 115.000 millones de euros y mundial equivalente a 426.000 millones de euros; una potente y consolidada industria química y farmacéutica, de automoción, de bienes de equipo, informática, alimentación, entre otras, que podría hallar en el sector salud una estrategia de diversificación para invertir en proyectos innovadores; y un ecosistema de primer orden mundial de startups Biotech, MedTech y e-Health que pide abrirse paso en un mercado internacional muy competitivo, y que podría atisbar oportunidades en alianzas con empresas locales interesadas en diversificar.

Por lo expuesto, la Administración debería considerar a la industria de la salud como un sector estratégico capaz de crear muchos puestos de trabajo altamente cualificados y elevado valor económico con exportaciones de alta tecnología y al mismo tiempo asegurar la salud y calidad de vida de los conciudadanos ante la situación actual y de futuras pandemias, que los expertos ya vaticinan.

Ahí van algunas propuestas coherentes con tal lógica: 1. Invertir desde ya mismo recursos para captar, sistematizar y ordenar los aprendizajes de la experiencia adquirida por el conjunto de profesionales del sistema de Salud -adaptando las infraestructuras- y la industria del sector -desarrollando productos y nuevas cadenas de suministro-. 2. Promover e incentivar con medidas económicas y fiscales efectivas a la industria local, farmacéutica, química, automoción, equipamiento eléctrico, informática, alimentación, entre otras, para que explore las oportunidades en el sector salud y decida entrar vía adquisiciones o alianzas con startups del mismo, tanto locales con internacionales -la mayoría de grandes empresas del sector salud a nivel mundial provienen de procesos similares-. 3. Introducir cambios en el sistema de valoración de las Compras Públicas, donde el precio no sea determinante y donde se valoren aspectos como la calidad, la adecuación al cliente, la inclusión de “producto local de interés público”, entre otros, sin que estos afecten a la libre concurrencia prevista por ley. 4. Naturalmente, pagar a los proveedores sin las demoras habituales, para garantizar su supervivencia.