La caída del Silicon Valley Bank es un tornado para el acceso a financiación de las ‘startups’

En los últimos días hemos visto caer por diversas causas a tres entidades financieras norteamericanas: Silicon Valley Bank (SVB), Signature Bank y Silvergate Bank. Las tres tenían en común la singularidad de estar vinculadas al mundo de las tecnologías disruptivas y la innovación, tanto del ecosistema startup como cripto, incluyendo a sus principales inversores: los business angels (BA) y los fondos de venture capital (VC). Como balón de oxígeno, la administración americana ha ofrecido una rápida y contundente respuesta garantizando todos los depósitos y proporcionando liquidez al sistema bancario a través del Bank Term Funding Program. Por otro lado, el Banco de Inglaterra ha facilitado la venta de urgencia de la filial británica de SVB a HSBC facilitando la continuidad del negocio.

Todo ello, nos ha traído fantasmas de 2008, que se han acentuado tras el desplome bursátil de Credit Suisse en las últimas horas. A priori no parece que estemos ante los Fannie Mae, Freddie Mac, Washington Mutual o Lehman Brothers que ocasionaron una profunda crisis bancaria generalizada, ya que entonces el riesgo subyacente era el crédito hipotecario inmobiliario que estaba extendido globalmente. No obstante, el riesgo de contagio por pánico está encima de la mesa y nos traerá semanas de mucha volatilidad e incertidumbre.

Volviendo al tema que nos ocupa, ¿qué impacto tiene la caída del SVB en el ecosistema startup? Desgraciadamente es un misil a la línea de flotación de todo el ecosistema y la tormenta no ha hecho más que comenzar. En primer lugar, porque el miedo es libre e irracional, y si hay algo sensible al miedo es el dinero, que en momentos como éste suele replegarse rápidamente. Una situación que se agrava por los retos macroeconómicos a los que nos enfrentamos: inflación disparada, contracción monetaria, potencial desaceleración económica, etc.

En segundo lugar, el SVB no era sólo el banco de referencia de emprendedores e inversores del emprendimiento, sino que era considerado un socio de confianza que hablaba el mismo idioma que ellos. Contaba con más de 160.000 millones de euros en depósitos a cierre de 2022 y más del 50% de las startups americanas respaldadas por fondos de venture capital eran clientes del banco. En los dos últimos años había prestado más de 8.500 millones de euros a 175 startups en operaciones de venture debt (financiación con características especiales que permite ampliar el importe de las rondas de capital), según la base de datos especializada Crunchbase sobre operaciones publicitadas. Por poner un orden de magnitud, es como si el SVB hubiera estado financiando íntegramente al ecosistema español durante 3 años ya que estas cifras son prácticamente equivalentes a la inversión total acumulada en startups en España en los tres últimos ejercicios (2020-2022, 8.800 millones de euros). Adicionalmente, el SVB financiaba los capital call de los fondos de venture capital y era el principal asesor financiero en operaciones de mercados y levantamiento de rondas.

Su funcionamiento era similar al de un circuito cerrado: emprendedores que montan startups de éxito y posteriormente canalizan sus exitosas desinversiones en fondos de venture capital o participando directamente como business angels en el capital de startups de nueva creación. En definitiva, su idiosincrasia era ser un banco de nicho, pero de un nicho muy endogámico. Por lo tanto, deja un hueco enorme que está por ver si otros bancos van a querer ocuparlo y especialmente después de lo sucedido. En España, BBVA lanzó su iniciativa de venture debt con Spark en julio de 2022 y previamente lo había hecho Sabadell a través de BS Capital.

Esto impacta directamente a las startups en búsqueda de rondas de capital y/o venture debt, y a los venture capital en sus procesos de fundraising ya que el acceso a financiación se dificultará aún más en los próximos 24 meses, porque habrá menos liquidez y las condiciones se endurecerán. Ya en 2022 con la contracción monetaria se observó una ralentización a partir del segundo trimestre en la inversión en startups con una caída del volumen medio de inversión del 25% con respecto a 2021 en España (de 1.000 millones de euros por trimestre en 2021 a 750 millones de euros en 2022 aproximadamente). Los VCs y startups más afectados serán los que necesiten iniciar la búsqueda de liquidez a partir de ahora, mientras que los menos serán los que la hayan conseguido en los últimos meses. En cuanto al grado de desarrollo, las empresas en fase temprana (pre-semilla, semilla y series A) son más vulnerables a la restricción de la inversión que las que se encuentran en fases más avanzadas.

Quizás esto nos lleva a una reflexión más profunda sobre la filosofía estratégica de este tipo de empresas: el crecimiento rápido a cualquier coste (fast-paced growth) vs. el crecimiento sostenible (sustainable profitability). La primera ha sido la filosofía tradicional de la startup, buscando crecimientos de doble dígito y rápida penetración de mercado, descuidando o quemando caja por el camino que se financiaría con la próxima ronda de capital. Es decir, esto llevaba a muchas rondas de capital con periodicidad corta en las que el múltiplo de ventas era la variable determinante de las valoraciones. En contraste, la segunda busca un crecimiento rentable a menor velocidad preservando la generación de caja y tratando de estirar cada ronda al máximo. En las valoraciones, las ventas pierden foco en favor de los márgenes. Afortunadamente para la sostenibilidad del sistema, este movimiento de ‘Unicornios’ a ‘Camellos’ comenzó a impulsarse con la pandemia, pero no es tan generalizado como debería.

En definitiva, vienen curvas para el ecosistema startup, y por ello, la preservación de la caja de las compañías será clave en los próximos meses. No obstante, el emprendedor lleva en su ADN ser un guerrero, así que cuenta con mejor disposición para enfrentarse.