Digital Infra en 2023: entrará la serie

Quien haya hecho surf sabe que para coger olas hay que saber esperar a que entre la “serie”... y remar para colocarse en el lugar idóneo de la rompiente. Digital Infra es la ola que todo el mundo ha querido coger estos últimos años. Pese a las indudables complejidades que presenta (sofisticación del marco regulatorio, sometimiento a control de inversiones exteriores o consideraciones de ESG en relación con alguno de dichos activos, especialmente los data centers), está viviendo unos años de efervescencia. Adicionalmente, los recientes acontecimientos geopolíticos, particularmente la guerra en Ucrania (con cortes de conectividad en países cercanos por caídas de infraestructuras obrantes en el país, ciberataques y expatriación de data centers), han puesto de relieve la relevancia de contar con infraestructuras digitales (en las que en definitiva descansa el funcionamiento total del país) con suficiente redundancia y fiabilidad. Ello abre la puerta a nuevas inversiones en este tipo de infraestructuras.

Por otra parte, los Gobiernos son cada vez más conscientes del efecto multiplicador que tiene la apuesta por las infraestructuras digitales. Recientes estudios han demostrado que la aportación de las tecnologías de la información al crecimiento económico o la productividad del trabajo es más que proporcional a su peso relativo en el PIB y que, en países desarrollados, un simple incremento de un 10% en la penetración de la Banda Ancha (como la que puede servirse sobre redes de fibra) comporta incrementos de hasta un 1,21% del PIB en apenas un par de años. Se trata, por tanto, de una apuesta segura y con un retorno a corto plazo que las hacen atractivas para cualquier país.

En un contexto como el actual, donde los mercados financieros fluctúan, la deuda pública aumenta y la vivienda es cada vez más cara, 2023 no será distinto a los años anteriores y posiblemente se presente como un año prometedor para el capital privado en la inversión en Digital Infra, precisamente por sus flujos de caja estables, el bajo riesgo de demanda y su cobertura frente a la inflación. La sensación que se percibe en el sector es que, también por la incertidumbre económica y factores geopolíticos, el mercado está ralentizado, previsiblemente continuará estándolo al menos durante el primer semestre del año y los financiadores están cautelosamente observando el panorama antes de ponerse ellos mismos a remar. De cumplirse este patrón de prudencia en las fuentes de financiación, en el primer semestre de este año el flujo de inversiones seguirá un patrón de goteo en lugar del desbordamiento de ejercicios anteriores. Ello comportará la existencia de recursos embalsados a la espera de oportunidades. Y esas oportunidades se van a producir en el mercado español de forma especialmente relevante. Y, coincidencia temporal, es muy posible que surjan en el segundo semestre del año, cuando se espera el “desembalsamiento” de la financiación.

En este sentido, el mercado español puede ser un buen receptor de esa demanda y financiación embalsada. Por un lado, España está teniendo un mejor comportamiento macroeconómico que otras economías circundantes y ha logrado generar una merecida imagen como punta de lanza de operaciones de Digital Infra como destino prioritario de inversiones. Esto ofrecerá indudables posibilidades al capital privado para aprovechar esa serie de olas que pueden entrar. Y en esta línea, no puede tampoco obviarse que el capital privado nacional puede además tener más oportunidades. Un punto que se ha de tener en cuenta es que, ya se trate de data centers (por alojar potencialmente datos de carácter especialmente sensibles para ciertos servicios esenciales) o de torres, cables submarinos o redes de fibra (por garantizar la conectividad de puntos neurálgicos de los servicios esenciales de la sociedad), todos estos activos tienen una vocación irrefrenable de ser considerados infraestructuras críticas o estratégicas. Ello comportará que las inversiones sobre los mismos, cuando sean realizadas por capital con componente extranjero, queden sometidas a control de inversiones exteriores, cuyo régimen se ha endurecido notablemente (siquiera sea en términos burocráticos, quizás no tanto materiales). Esta circunstancia, unida a la ralentización del mercado, ofrece indudables ventajas de prelación al capital de origen nacional y abre una ventana de oportunidad para concurrir a oportunidades desde una posición ventajosa.

En este sentido, es posible que existan varios focos de generación de estas oportunidades. En primer lugar, la tendencia a la consolidación que se observa en el sector, que afecta tanto a los principales actores, como a los de menor dimensión. Esta tendencia continuará en este año, al existir un fuerte sesgo hacia la agregación de infraestructuras o de sus compañías detentadoras, dado que el sector percibe que sólo jugadores fuertes tienen una posibilidad real de competir y generar un valor que el mercado retribuya. En segundo lugar, el impacto que pueda tener la operación de concentración de Orange y MasMovil. Tanto si se produce de forma voluntaria (para aligerar “lastre” de cara a la autorización de competencia), como si se impone por medio de remedies acordados o adoptados por el supervisor de competencia, lo normal es que dicha operación deje un reguero de desinversiones que permitan la entrada del capital privado en el sector. En tercer lugar, la tendencia de los operadores que detentan este tipo de infraestructuras a salir al mercado a monetizarlas. Mientras el mercado espera la decisión de otro de los grandes operadores del país sobre su red híbrida de fibra y coaxial, son numerosos los operadores, de muy diferente dimensión, que están emprendiendo una senda que se ha mostrado extraordinariamente ventajosa para mejorar ratios y obtener una liquidez inmediata para acometer otras inversiones para el crecimiento. Por último, la evolución de la inversión en Digital Infra en los últimos años demuestra que los inversores en este tipo de infraestructuras no temen a los cambios de mercado cuando un nicho está maduro y agota sus posibilidades. Ello ha hecho que muchos inversores hayan pasado, con una cierta naturalidad y a medida que el mercado maduraba, de invertir en torres de telecomunicaciones, a invertir en redes fijas de fibra a, finalmente, posar sus ojos sobre los data centers.

Quizás el próximo paso, más allá del 2023, sean los edge devices, que jugarán un papel clave para el desarrollo del 5G y del IoT y que presentan sus propios perfiles de complejidad (p.ej., en materia de ESG, de nuevo). Esta transición entre distintos nichos del mercado abrirá, a quien sepa remar para posicionarse en la rompiente, indudables oportunidades.