El poder del capital riesgo

Como si del Plan Marshall se tratase, el capital riesgo llegó a Europa a mediados del siglo XX como enfermería de la economía europea, que en aquel entonces apenas daba síntomas de recuperación, con la ambición de apoyar a empresarios y, ya de paso, obtener rentabilidades para los inversores que decidieron confiar sus ahorros en los fondos de capital riesgo.

Hoy el capital riesgo se ha consolidado como líder indiscutible en el panorama del M&A y, valga la redundancia, ha desbancado a la banca como principal conductor del dinero de los ahorradores al tejido empresarial. En la actualidad, las inversiones mundiales en empresas por parte de fondos de capital riesgo superan ya los siete billones de euros. El término capital riesgo sigue despertando admiración, envidia y, en ciertos sectores, temor empresarial por las dimensiones y poder que va adquiriendo en la economía global.

Pero, ¿cuáles han sido las claves del éxito?

Dos factores responden a la ingente y creciente liquidez que gestionan las firmas de capital riesgo para la compra de empresas: la envidiada reputación cosechada en el último siglo por las gestoras de fondos en la ejecución de su estrategia de inversión que les ha permitido generar asombrosos incrementos en la valoración de los negocios en los que invierten y la atractiva combinación rentabilidad-riesgo ofrecida a los inversores en un entorno de exceso de liquidez que han forzado a los inversores a salir a buscar otras alternativas de inversión distintas a la renta variable (acciones de sociedades cotizadas) o renta fija (bonos emitidos por compañías o países).

La estrategia de inversión de las gestoras de fondos podría simplificarse en comprar negocios cuya gestión tiene margen de mejora o simplemente están infravalorados porque su potencial no es apreciado por el mercado; apoyarlos durante un periodo interino de fuerte crecimiento; y después venderlos por un precio superior al coste de adquisición.

Algunos elementos claves del éxito de esta estrategia son: sofisticadas habilidades de inversión y de gestión de negocios por parte de los profesionales que forman los equipos de las gestoras; suculentos incentivos para sus equipos de inversión y de las sociedades participadas; apalancamiento y estructuración de las inversiones; e inversión en sectores no regulados con capacidad de crecimiento orgánico o inorgánico a través de sinergias resultantes de la adquisición de negocios complementarios.

¿Amenaza para las entidades financiadoras e inversores industriales?

Este éxito ha tenido como consecuencia que la toma de participación en compañías por parte de los fondos de capital riesgo sea una alternativa real para los empresarios distinta a las vías convencionales sobre las que giraba el mercado financiero (e.g., financiación bancaria, emisión de deuda o salidas a bolsa).

La parte positiva para las entidades financieras es que, para las gestoras de capital riesgo, cuanto mayor sea el apalancamiento utilizado en sus operaciones de M&A, más operaciones podrán ejecutar con sus fondos propios, menor será el riesgo económico asumido y mayor será también la rentabilidad ofrecida a sus inversores. Esto se ha traducido en que, en el entorno de la financiación “barata”, las entidades financiadoras vieron un crecimiento de su negocio en relación con las adquisiciones apalancadas (LBO por sus siglas en inglés) respecto al mercado tradicional de préstamos corporativos.

En el panorama de las subastas de M&A hemos visto en la última década cómo el capital riesgo ha ido mejorando su posicionamiento frente a inversores industriales competidores. El sentido común nos diría que el valor de las sinergias que aflorarían al confluir dos negocios competidores daría al inversor industrial la posibilidad de mejorar su oferta de compra y, por tanto, una clara ventaja competitiva frente al capital riesgo. Pero la realidad es que la combinación del menor coste de capital (frente al coste del inversor industrial que, en ocasiones, puede ser superior al tener que acceder a financiación externa) y la cada vez más elevada profesionalización de los equipos de las gestoras en sectores específicos (gestoras temáticas en el argot financiero), ha permitido a los fondos llevarse el gato al agua en varias operaciones relevantes que, en primera instancia, uno habría pensado que eran negocios para integrarse dentro de un competidor. Algunos ejemplos a destacar serían la compra de ITP Aero por Bain Capital, la compra de MásMóvil y Euskaltel por un consorcio formado por KKR, Cinven y Providence y la de Urbaser por parte de Platinum Equity.

¿Cómo impacta el capital riesgo en la economía global?

Los criterios de sostenibilidad de carácter ambiental, social y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) están muy presentes en los fondos desde hace años. No solo consecuencia de un empuje por los fondos, sino sobre todo por los requisitos impuestos por ciertos inversores institucionales que demandan que las inversiones no solo tengan una rentabilidad financiera, sino también un impacto medible en el bienestar social.

Algunos detractores señalan a los fondos de capital riesgo como grandes especuladores que adquieren negocios prósperos para después apalancarlos y venderlos sin solución de continuidad recibiendo los inversores y gestores unas ventajas fiscales que no tienen otros operadores.

Lo que parece innegable es que la estrategia creada por el capital riesgo ha facilitado a los gestores de negocios medios únicos para profesionalizar, expandir y, en definitiva, mejorar sus negocios en beneficio de la sociedad y de economía global. Y es que el poder bien entendido no es más que otra forma de reconocer el valor generado.