Cómo responder eficazmente a los conflictos

El riesgo reputacional es de los más difíciles de prevenir y gestionar por su naturaleza cambiante y subjetiva. Su importancia ha crecido por la sensibilidad social y la rapidez en la propagación de la información. Es algo que va mucho más allá del compliance y que es previo a ello. Pongamos un ejemplo: en un contexto de una posible operación corporativa, la empresa adquirida puede albergar riesgos ocultos (relaciones con terceras partes controvertidas, sanciones, ejecutivos con mala reputación, fraudes, irregularidades contables, condiciones laborales...) que pueden derivar o generar un problema reputacional para la parte compradora.

El riesgo reputacional procede, en gran parte de los casos, de conflictos como los citados con anterioridad, a los que ninguna empresa es inmune. Es importante no olvidar que estos riesgos, ya sean reputacionales o no, pueden tener un impacto financiero real en la cuenta de resultados de la compañía. Todo ello nos debería llevar a plantearnos si, de forma preventiva, es posible mitigar y/o identificar este tipo de riesgos y cuál es la mejor forma de hacerlo.

En este sentido, los procesos para la detección proactiva de posibles fraudes e irregularidades se han convertido en una de las principales preocupaciones para los ejecutivos de las compañías y sus accionistas, independientemente del sector en el que operen. Es necesario, además de promover una cultura corporativa comprometida para que todos los empleados colaboren en las investigaciones sin temor a represalias, impulsar los procedimientos y modelos necesarios. Los canales de denuncia, por poner solamente un ejemplo, deben ser robustos y las políticas internas, apropiadas. Las estrategias y herramientas de retención de información para evitar la pérdida de evidencia también resultan claves en la actualidad.

En ocasiones, incluso con un enfoque adecuado de prevención no es suficiente. En ese caso, es decir, si nos situamos en acciones de recuperación del daño, los paraísos fiscales y estructuras offshore siguen siendo un reto, más allá de la colaboración de las distintas instituciones. También los asuntos de ciberseguridad, deep web o dark web son cada vez más importantes en el ámbito de la recuperación de daños y es algo a lo que los fondos, en la gestión de riesgos de sus participadas, prestan mayor atención. Actualmente contamos con mejores soluciones para recuperar información borrada, pero todo el proceso añade complejidad y tiempo a las investigaciones.

Antes de la pandemia, la herramienta más analizada era el buzón de correo electrónico, ahora tenemos al menos cinco plataformas de comunicación donde también es necesario focalizarse y preservar. Todo ello teniendo en cuenta la jurisdicción donde se realizará la investigación, por lo que será esencial disponer del conocimiento, los recursos y la experiencia necesaria.

¿Cómo están afrontando las empresas estos retos?

Las comisiones de auditoría, y el Consejo en su conjunto, están poniendo el foco en afianzar el tone at the top y el tone at the middle en las organizaciones. Pero siempre hay más por hacer, y no son acciones aisladas, se trata de un proceso continuo de mejora e inversión. De hecho, el mejor resultado sería escalar año a año en posiciones de transparencia en los negocios.

Según nuestro estudio Resilience Barometer, una proporción significativa de los directivos encuestados (38%) admite tener dificultades a la hora de establecer procedimientos contra prácticas como el soborno y la corrupción. También dentro del apartado de desempeño medioambiental, social y de gobierno corporativo (ESG, siglas de Environmental, Social and Governance), la inversión y apoyo a la comunidad local y las prácticas de minimización fiscal figuran como factores críticos cuyo desempeño no es actualmente favorable.

Todo lo que tiene que ver con ESG está cobrando mucha importancia en las posibles inversiones que se plantean hoy en día: no sólo en relación con la decisión de no apostar por sectores contrarios a la agenda verde, sino también en cuestiones de condiciones laborales, trazabilidad del suministro, mercados sujeto a sanciones, etc.

Según el mismo estudio, una de cada dos compañías es proactiva a la hora de gestionar determinados riesgos, es decir, adopta procesos de gestión y medidas de control de forma anticipada. Entre estos están aquellos riesgos cuyo componente es principalmente interno, como podrían ser deficiencias en los procesos de producción que obliguen a la retirada de productos defectuosos, las fugas de información sensible o los cambios en la alta dirección de la compañía.

Por otro lado, factores externos como ser objeto de una investigación regulatoria, enfrentarse a multas por potenciales infracciones o los litigios contra la empresa se gestionan principalmente de forma reactiva, a pesar de la tendencia cada vez mayor a que sean las empresas las que acuden a tribunales o a arbitrajes para reclamar y defender sus intereses.

En definitiva, es fundamental disponer de una estrategia enfocada a la prevención (y unos procedimientos adecuados en un contexto de recuperación del daño) para lograr una respuesta eficaz a los incidentes a los que puede enfrentarse una compañía y sus accionistas.

El objetivo es poder evitar los posibles impactos, ya sean reputacionales, financieros.... Se trata de brindar una respuesta inmediata, decisiva y multidisciplinar para reducir los daños a largo plazo y estar preparado para responder, de forma adecuada, a todo tipo de conflictos.