Riesgo climático, un pasivo oculto para el capital privado

Ya son más de 120 países comprometidos con la neutralidad climática en las próximas décadas. Alcanzar una economía de cero emisiones netas consiste en que el ecosistema sea capaz de emitir únicamente la cantidad de carbono que puede absorber, lo que requerirá de un cambio radical de nuestro modelo productivo en un contexto en el que el 84% de la energía primaria mundial sigue procediendo de combustibles fósiles. Hace medio año publicábamos en PwC nuestro estudio Net Zero Economy Index donde señalábamos que la tasa de descarbonización (reducción de emisiones de CO2 por unidad de PIB) de la economía mundial ha sido del 1,5% anual en el periodo 2000-2020, cuando requerimos una tasa anual del 12,9% de aquí al año 2100 para alcanzar el compromiso de no incrementar en 1,5ºC la temperatura de la era preindustrial, evitando así efectos devastadores sobre la naturaleza, la salud y la propia economía. El esfuerzo requerido, por tanto, es inmenso y según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) deberían registrar su nivel más alto no más allá de 2025.

En este contexto, instituciones financieras de todo tipo se están tomando en serio el cambio climático. La Glasgow Financial Alliance for Net Zero (GFANZ), coalición de bancos, compañías de seguros, gestoras y propietarios de activos, se ha comprometido a llegar a cero emisiones netas en 2050. La presión de las instituciones financieras pronto empezará a afectar a todo: desde la calificación crediticia, a la valoración y el coste del capital de una empresa hasta su capacidad para obtener préstamos y seguros. Según el estudio Insurance reimagined: Spotlight on trust, convergence and transformation. Insurance 2025 and beyond de PwC, los riesgos asociados al cambio climático podrían generar en 2040 primas para el sector asegurador de 183.000 millones de dólares en todo el mundo. El cambio climático derivará en que nuestro mundo se verá de forma muy diferente en una década, independientemente de las medidas que tomemos, y las firmas de capital riesgo, con su foco puesto en el largo plazo, están especialmente equipadas para liderar esta misión. En este sentido, hay varias cuestiones que el sector debe plantearse:

• Gobernanza. Integración del cambio climático en la supervisión que el board y los directores de inversión realizan de los activos, así como en las estrategias y políticas de inversión. En este sentido, el equipo de inversión deberá adquirir nuevos conocimientos y capacidades en una materia hasta ahora desconocida.

Evaluación de riesgos climáticos en las transacciones. Resulta clave que las gestoras conozcan los riesgos climáticos, físicos y de transición, de sus carteras o potenciales inversiones. Dicho esto, en la actualidad lo que nos encontramos es que, si nos salimos de los sectores más intensivos en emisiones, son muy pocos los primeros ejecutivos que están pendientes de los riesgos físicos y de transición que el cambio climático supone para sus empresas.

• Identificación de oportunidades climáticas. Tan importante, o más, que analizar la exposición a riesgos climáticos, lo es evaluar las oportunidades derivadas del cambio climático. Hoy en día, más centradas en la preservación de valor (ej: implantación de medidas de ecoeficiencia con la reducción de costes que ello implica) pero, cada vez más, los líderes están viendo oportunidades de transformación y creación de valor, como el desarrollo de nuevos productos o servicios con características ambientales o la inversión directa en soluciones climáticas. Sin embargo, como indica el informe State of Climate Tech 2021 de PwC, existe un claro desajuste entre los ámbitos donde se necesita invertir para reducir las emisiones y los sectores en los que realmente se invierte.

• Integración del riesgo climático en la valoración de las compañías. Cada vez hay más evidencia empírica de que el cambio climático tiene implicaciones en la valoración de activos. Además del impacto a corto plazo, el impacto financiero del cambio climático se ve agravado por las implicaciones a más largo plazo, ya que el Acuerdo de París implica la reorientación de los flujos financieros hacia activos y estrategias con bajas emisiones de GEIs. Esta transición invalidará las valoraciones de las empresas de sectores intensivos en carbono y dejará a los inversores con activos varados. El riesgo climático es un elemento prospectivo sobre el que apenas hay literatura y habrá que realizar un esfuerzo por trabajar bajo distintas hipótesis y escenarios climáticos.

Monitorización del portfolio. La mayor parte de la creación de valor en la aplicación de políticas de inversión responsable por parte del capital privado ocurre en el holding period. A este respecto, es fundamental conocer la huella de carbono directa e indirecta de las participadas, establecer objetivos de reducción alineados con la ciencia (Science Based Target initiative1) y diseñar planes de eficiencia climática que permitan vender la compañía a un múltiplo mayor. Ya son muchos los inversores que están dispuestos a invertir en compañías intensivas en emisiones si estas tienen planes de transición fiables hacia un modelo de negocio más verde.

• ‘Reporting’. Los inversores (Limited Partners) cada vez requieren mayor información en materia climática. En este sentido, la aplicación del estándar de reporting Task force on Climate Financial Disclosures (TCFD) se antoja como un requerimiento para las firmas de capital riesgo firmantes de los Principios de Inversión Responsable de Naciones Unidas (UN PRI).

• ‘Vendor due diligence’. Las ESG Vendor Due Diligence deberían contemplar la variable del cambio climático y poner en valor los riesgos identificados y las medidas de mitigación y oportunidades de creación de valor implementadas durante el holding period.

En definitiva, en esta situación es crítica la manera en que el sector del capital privado afronta este reto, tanto desde la óptica de la gestión del riesgo como desde el aprovechamiento de oportunidades existentes. En función de cómo afronte una gestora la dualidad riesgo-oportunidad su impacto en la cuenta de resultados, su capacidad de atracción de inversión y su financiación podrían variar sustancialmente.