El ‘private equity’, un activo necesario en las carteras

En los últimos años el private equity se ha convertido en un activo esencial en España. Aunque hemos ido con cierto decalaje con respecto a otros países europeos, la realidad es que este tipo de inversiones son ya uno de los activos con mayor atractivo y más demandados por los inversores. Las razones de ese atractivo y alta demanda son varias: una regulación favorable; un entorno con bajos tipos de interés; altas expectativas de rentabilidad; baja penetración; sofisticación del conocimiento de los clientes y, por supuesto, la búsqueda de una adecuada diversificación.

La diversificación es una de las bases fundamentales en una estrategia de inversión financiera a largo plazo y el private equity es un activo perfecto para ello. Durante los últimos 30 años los mercados financieros cotizados han ido evolucionando de una forma vertiginosa, desde un punto de vista regulatorio hasta un punto de vista de distribución y acceso a inversiones que hasta hace poco parecían impensables. Dicho de otra forma, el mercado financiero ha sido uno de los mejores exponentes de la globalización. Por ejemplo, hoy en día un español puede invertir en compañías en Vietnam a través de fondos de inversión líquidos, con acceso inmediato a buenos gestores y a unos costes cada vez más competitivos. Con el private equity está sucediendo lo mismo, cada día tenemos acceso a más y mejor información/producto/servicio lo que se traduce en una mayor oportunidad de crecimiento y diversificación hacia activos no cotizados.

Por hacernos una idea de este creciemiento, a nivel global el private equity representa ahora un mercado de casi $ 10 trillion, muy por encima del peso de los hedge funds. El año pasado fue especialmente excepcional, con $1,2 trillion de capital comprometido, una cantidad muy significativa. Una de las razones de este crecimiento es que el número de empresas que cotizan en bolsa ha disminuido y un mayor número de ellas está siendo adquirido por gestores de capital privado. Por lo tanto, a la hora de establecer una asignación de activos, un inversor debería considerar los mercados privados para acceder a una verdadera diversificación económica.

En mi opinión, el PE es un tipo de inversión que cumple todos los requisitos para un cliente de banca privada, diversifica la cartera, aumenta la expectativa de rentabilidad y permite / “obliga” a invertir a largo plazo. Esta es la clave, hay que tener en cuenta que no se trata de tomar una posición para los próximos tres o doce meses, sino de buscar modelos de negocio que creen valor en los próximos cinco o diez años, abordando así ciclos más largos. Esta característica es una de las que más valor aporta a este tipo de inversiones y, por tanto, al cliente. Al no ser activos líquidos no estás tan expuesto a los ciclos y en los momentos más complejos de mercado no tomas erróneas o forzadas decisiones de venta. Cuando tomas la decisión de invertir en activos de esta tipología eres ya consciente de la iliquidez que conlleva y eso te obliga siempre a hacer un cálculo correcto de la asignación de activos y de los flujos de caja necesarios, donde es importante no equivocarse.

Por otro lado, es relevante tener en cuenta que los activos privados no son completamente inmunes a las crisis o caídas en valoraciones. Una de las características de estas inversiones es la enorme dispersión entre los diferentes gestores, mucho mayor que la de los mercados financieros líquidos o cualquier otro tipo de activos. Por tanto, para una óptima construcción de una cartera de private equity la selección de los gestores es crucial.

Como comentaba previamente, una regulación favorable (Ley 22/2014) sumada al meritorio trabajo realizado por algunas gestoras españolas pioneras de private equity han permitido al inversor español poder formarse en este tipo de activos y poder tener acceso a sus diferentes vehículos. En cuanto el inversor español ha entendido las ventajas de este tipo de activo, tener private equity en su cartera se ha convertido en una necesidad. Los más avanzados son los inversores institucionales, donde en algunos casos ya mantienen una exposición superior al 20%. En segundo lugar están los family offices e inversores profesionales que están aumentando su nivel de conocimiento y sofisticación rápidamente, y por último, está el inversor retail que hasta ahora no ha tenido muy a su alcance la posibilidad de invertir en estos activos. Es aquí, donde se está produciendo el mayor cambio y donde hay una gran oportunidad. Las entidades financieras están ahora haciendo un gran esfuerzo por ser capaces de poder ofrecer este producto a sus clientes minoristas y recientemente se ha aprobado la reducción del mínimo inicial que pasará a ser 10.000 euros frente a los 100.000 que se exigían hasta el momento.

Aun así, el porcentaje medio de penetración del private equity en la cartera de un inversor español todavía es muy bajo con respecto a países líderes en este ámbito como Estados Unidos y Canadá, donde estos niveles son muy superiores, en algunos casos superiores al 50%. Está claro que en España se ha avanzado mucho, pero queda trabajo por hacer y con un enorme potencial.

Por concluir, hacer hincapié en que la selección de los gestores es fundamental en este tipo de activos. La búsqueda, evaluación y seguimiento de las inversiones en private equity conlleva una gran inversión en recursos y conocimiento. Las entidades españolas o extranjeras que hayan tenido la visión de invertir recursos y de posicionarse adecuadamente para este mercado, estarán claramente en una situación de ventaja competitiva para beneficiarse del enorme crecimiento de este activo