¿Puede el ‘private equity’ descarbonizar el mundo?

En un escenario en el que la transición ecológica está marcando la agenda de los gobiernos para la descarbonización de la economía, las compañías e inversores no son ajenos a las oportunidades que se presentan y se suman al reto para alcanzar la neutralidad climática para el 2050. Por su parte, el private equity está en una posición inigualable para reducir el impacto ambiental derivado de sus actividades, a través de cuestiones como la descarbonización.

El marco de actuación de la Unión Europea en materia de clima y energía para 2030 fija objetivos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, incrementar la cuota de energías renovables, la eficiencia energética y descarbonizar, en definitiva, la economía. Recientemente se ha aprobado en España la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, un texto que fija las palancas para alcanzar la neutralidad climática no más tarde del año 2050. Sin embargo, la transición ecológica no solo depende de los gobiernos, sino también de las compañías e inversores. Afortunadamente, son cada vez más los que no solo ven riesgos, sino también oportunidades, y se suman al reto de alcanzar la neutralidad climática para el 2050 como una forma de crear valor es sus inversiones. Pedirle a cualquier sector que descarbonice la economía global es, cuanto menos, desproporcionado. Sin embargo, si hay un sector en una situación inmejorable para utilizar sus fortalezas, posición en el mercado y capacidades para generar cambios estructurales para la sociedad en este ámbito, es el sector de private equity. Porque una de las ventajas que presenta el private equity desde siempre es crear valor impulsando una transformación más rápida y profunda de lo que pueden hacer otras compañías.

En este contexto, y a modo de ejemplo, ya hemos visto varias iniciativas que inciden en este sentido. A principios de año, BlackRock, la mayor gestora del mundo manifestó su compromiso con la consecución del objetivo de alcanzar la neutralidad total en carbono (net zero) en 2050, para lo que pedirá a las empresas en las que participe una estrategia a largo plazo y un plan que articule esta transición. El fondo norteamericano Blackstone ya se ha fijado como objetivo reducir en un 15% las emisiones en los primeros tres años de vida de sus nuevas adquisiciones.

También hace unas semanas el fondo francés Tikehau Capital anunció su intención de lanzar un Fondo de Descarbonización de private equity en Norteamérica, con 300 millones de dólares de capital comprometido, siguiendo su exitosa experiencia con el lanzamiento en Europa del fondo T2 Energy Transition, que cerró con 1.000 millones de euros, y que ya ha realizado inversiones en varias pymes europeas centradas en la generación de energía limpia, la movilidad sostenible y la eficiencia energética. En 2020, KKR lanzó el Fondo de Impacto Social Global de 1.300 millones de dólares, para invertir en empresas que brinden soluciones a desafíos ambientales o sociales. Y CVC Growth Partners invirtió 200 millones de dólares en EcoVadis, una empresa con sede en París que proporciona calificaciones, herramientas y software destinados a impulsar la sostenibilidad en las cadenas de suministro globales.

En España, Alantra y Enagás constituyeron en 2020 Clima Energy Transition Fund un nuevo fondo de transición ecológica europeo con un importe de 150 millones para invertir en empresas con alto potencial de crecimiento en sectores como biogás, descarbonización, hidrógeno, digitalización y movilidad sostenible. Estos son algunos ejemplos de inversores comprometidos y con estrategias específicas hacia la descarbonización que vislumbran oportunidades prometedoras en este ámbito; si bien, el sector en su conjunto da una importancia máxima a estos aspectos, tanto en sus participadas como en sus futuras inversiones.

Las firmas de private equity son importantes proveedores de liquidez, catalizadores del crecimiento y la transformación del tejido empresarial. No podemos obviar la elevada disponibilidad de fondos dispuestos a invertir -dry power- a nivel global del sector de private equity, que se sitúa en 2.900 millones de dólares, importe que se espera se incremente de forma considerable para 2025. Para adaptarse mejor al entorno de mercado imperante, el private equity busca cada vez más estrategias de adquisición, tanto para crear valor en las compañías de sus carteras como para invertir capital de manera más eficiente. Y las expectativas están aumentando rápidamente para que los inversores y accionistas desempeñen un papel más activo y constructivo en una variedad de cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), incluyendo las relacionadas con la descarbonización.

Un potencial camino a seguir por el private equity, dada esta realidad, puede ser lo que llamamos “comprar sucio y a buen precio y vender limpio y a mejor precio”; un cambio de rumbo con gran impacto en la sociedad. Por ejemplo, transformar empresas de gestión de residuos en agentes de la economía circular que puedan reciclar y reutilizar materiales, en lugar de quemarlos o enterrarlos, y generar energía renovable en el proceso.

A medida que han evolucionado las firmas de private equity han demostrado su capacidad para aplicar las mejores prácticas y estrategias en las compañías de sus carteras. Se trata de que las acciones en materia ESG, incluida la descarbonización, puedan integrarse en los complejos y sofisticados planes de creación de valor que ya desarrollan las entidades de private equity. Dado que ser intensivo en carbono tiene un coste cada vez mayor, derivado de impuestos directos, límites y/o prohibiciones de ciertos productos, etc., tiene sentido que los inversores y accionistas pongan el foco en este aspecto. Y es totalmente coherente y compatible con la obtención de un rendimiento rentable.

El private equity tiene una ventaja competitiva significativa y diferencial, en comparación con otros sectores, para abordar problemas como el cambio climático y hacerlo de manera rentable. No es descabellado, por tanto, imaginar un mundo en el que el objetivo de un fondo de private equity pueda estar vinculado al progreso en la descarbonización que se una a los retornos financieros y que suponga mayores valoraciones a futuro. Creo que ésta es una tendencia irreversible que va a contribuir de forma activa a descarbonizar el mundo.