Y después del Covid-19, ¿qué? Este es el camino...

La actividad económica se irá normalizando con la progresiva vacunación e inmunización de la población. Sin embargo, el proceso de ‘vacunación’ financiera de nuestro tejido empresarial contra los efectos de la Covid-19 será un camino más largo, sacrificado y difícil.Las empresas se enfrentarán a la digestión del sobreendeudamiento adquirido con niveles de facturación y de ebitda en fase de recuperación gradual o relanzamiento, lo que puede conllevar potenciales necesidades de liquidez adicionales (ej en forma de capital circulante). Además, la búsqueda de nueva financiación y competitividad se verán frenados por el tamaño medio de la empresa española que es en general demasiado pequeño. Recordemos que casi el 98% de las empresas son pymes y más del 85% tienen menos de 50 trabajadores.

Los empresarios deben estar dispuestos a la concentración de sus negocios para ser más competitivos en un entorno donde el tamaño y la digitalización serán determinantes. No hay que tener miedo a vender negocios que eran rentables pre-Covid y que tenían la consideración de intocables con el objetivo de lograr la supervivencia. Otro camino para ganar ese mayor tamaño puede ser la colaboración con “competidores”, compartiendo ideas y aglutinando esfuerzos. El mejor ejemplo son las alianzas estratégicas entre grupos empresariales que se están fraguando para crear proyectos transversales y tractores que puedan acceder a los Fondos Next Generation de la Unión Europea.

En este contexto, es indudable que las entidades financieras tendrán que afrontar numerosos procesos de refinanciación y reestructuración de la deuda, a la luz de planes de negocio actualizados que reflejen la nueva realidad de las compañías. No obstante, dichos procesos no necesariamente deberían incluir quitas significativas, porque supondría agravar el ya de por sí debilitado negocio bancario, con un impacto profundo en sus ratios de solvencia y capital. Hay que evitar cualquier sombra de potencial crisis financiera. Hay que ser más imaginativo en la solución. De hecho, los bancos ya han comenzado a reforzar sus equipos de reestructuraciones ampliando su talento y capacidades y seguirán sonando los compases del baile de fusiones entre entidades financieras. En cualquier caso, todos estos procesos de reordenación para adecuarse a la capacidad de repago de las empresas conllevarán una inevitable contracción del crédito bancario tras la pandemia.

Por ello, ¡es el momento de la financiación alternativa! Existen fuentes alternativas de financiación mucho más flexibles que las bancarias y con mayor especialización por producto, tamaño, tipología de operación, e, incluso sector. En los últimos 5 años, hemos asistido a un crecimiento muy significativo del número de gestoras de fondos de deuda y de operaciones en nuestro país. Este crecimiento debería haber servido de antesala preparatoria a un mercado post-Covid con una desintermediación bancaria más profunda, en la que las empresas busquen diversificar sus fuentes de financiación como estrategia defensiva para el desarrollo de sus proyectos, con el objetivo de adecuarse a sus nuevos modelos de demanda y quien sabe si de negocio. La contraprestación de comprar el ‘traje a medida’ del financiador alternativo, y, por ende, contar con un balance más robusto, es que el coste de la financiación debería dejar de ser la única prioridad decisoria de los departamentos financieros corporativos.

Por último, tenemos que destacar el singular papel estratégico que ha adquirido el Estado como nuevo player en el mercado de financiación, como gestor activo de participaciones empresariales y como impulsor de la política de recuperación económica tras la pandemia. El Estado tiene que asumir este cambio de paradigma; que rompe con los principios clásicos del liberalismo y keynesianismo, con una moderación y altura de miras poco frecuente en la política. Las medidas de liquidez Covid-19 otorgadas o garantizadas por el Estado no pueden convertirse en una losa para nuestras empresas y entidades financieras. El Estado como financiador de último recurso debe evaluar el procedimiento de reestructuración menos gravoso para el sistema ante la imposibilidad de pago, debe contemplar la posibilidad de su conversión total o parcial en capital o en ayudas a fondo perdido. En este sentido, por ejemplo: se debe valorar la posibilidad de ampliar el alcance y la dotación del Fondo de Ayuda a la Solvencia de Empresas Estratégicas, la creación de instrumentos de financiación puente a los Fondos Next Generation, seguir fomentando la colaboración público-privada a través del Fond-ICO para la participación en la estructura del capital empresarial, la involucración del ICO en la suscripción de programas de deuda subordinada, pagarés, etc. En definitiva, el Estado debe impulsar mecanismos de recapitalización de las empresas para garantizar su continuidad, y así tratar de evitar que la vía concursal sea la única vía de resolución de empresas en crisis o en situaciones de pre-insolvencia. Con ello evitaríamos que el sistema judicial colapsase, y lo que es más dramático, evitaríamos el fracaso del modelo de previsión social y del estado del bienestar.

No podemos permitirnos como nación que la crisis sanitaria que derivó en una crisis de actividad derive en una crisis de solvencia. O lo que sería peor en una profunda crisis de ilusión, de valores y de pérdida de sentimiento de orgullo.

Haciendo un símil con The Mandalorian; la serie de moda escrita por Jon Favreau basada en la saga Star Wars, debajo de cada mascarilla que nos ha tocado enfundarnos desde marzo 2020, como el guerrero mandaloriano Din Djarin con su casco, debemos estar dispuestos a aprender, escuchar, reconocer, compartir y trabajar con otros con humildad y espíritu de sacrificio. Una de las cosas que este héroe no teme es aceptar ayuda o reconocer que la necesita. Din Djarin sabe cuándo le toca ser líder y cuándo es mejor rodearse de otras personas. Esperemos ver pronto cómo muchos empresarios, actores importantes en el nuevo escenario de financiación y políticos, decisores al fin y al cabo de la viabilidad de sectores estratégicos para España, se convierten en referentes con los que las nuevas generaciones podrán sentirse identificadas en el futuro.

No hay otra opción, “este es el camino”...