Navegando en la tormentosa incertidumbre
Arranca un año plagado de inestabilidad e incertidumbre en todos los ámbitos, sin excepción, conformando con ello uno de los peores contextos posibles para el entorno económico en general y para la industria del capital privado, en particular. Eso es lo que dice la teoría, sin embargo, venimos observando desde la segunda mitad de 2020 y hasta los primeros compases de este año que la actividad en el ámbito de las operaciones corporativas se resiste a teñirse de tal pesimismo.
No resulta difícil identificar las causas que hay detrás de unos niveles de actividad que podríamos pensar que no encajan con lo que pasa a nuestro alrededor, pero la realidad es que las variables resultan evidentes. Empezando por una presión inversora generalizada ante los elevados niveles de liquidez que observamos en la industria, pasando por la necesidad de rotar las carteras, no son pocos los gestores que necesitan incrementar el ritmo de su actividad para salir al mercado a levantar nuevos fondos. A su vez, percibimos una progresiva concentración del interés inversor en determinados segmentos de la actividad económica que ya no solamente responden al famoso flight-to-value que apreciamos durante el periodo 2009-2012, sino que han incorporado en la matriz decisora un flight-to-growth que explica las valoraciones que determinados activos han alcanzado en el mundo de la tecnología o la educación, por citar algunos ejemplos. Finalmente, la proliferación de alternativas de financiación, que anteriormente se limitaban a la tradicional bancaria, están permitiendo estructuraciones más adecuadas a situaciones complejas que hace unos años habrían resultado totalmente ilíquidas.
La pregunta que ahora muchos tratan de responder es si las bases que están sustentando la actividad de M&A que estamos observando son suficientemente sólidas. Todavía no hemos llegado al final de esta época de pandemias y confinamientos y la economía necesita, no sabemos por cuánto tiempo, ciertos salvavidas que prestan unos Estados cada vez más endeudados. Confiemos en que el olfato inversor haya identificado los segmentos que, de un modo u otro, se verán favorecidos por un entorno económico y social distinto del que dejamos atrás ahora hace casi un año.