Movilización general

La política monetaria y fiscal está luchando con todos los medios a su alcance contra el shock del coronavirus. La probabilidad de que logren salvar a la economía de una depresión a largo plazo -aunque no de una profunda caída de la producción económica este año- es alta. Sin embargo, las consecuencias de estas medidas de rescate serán graves. La deuda pública se disparará. Solo este año, es probable que los cuatro grandes de la eurozona (Alemania, Francia, Italia y España) emitan alrededor de 1 billón de euros en deuda a largo plazo. Esto se debe también al hecho de que un actor clave, que será fundamental para el crecimiento sostenible posterior al coronavirus, apenas está jugando ningún papel en el debate actual: el capital privado. Por un lado, esto no es sorprendente. En la inmediatez de la crisis, los inversores privados suelen retirarse, algo que se puede observar ahora en los mercados financieros, desde acciones hasta financiación de startups. Sin embargo, el capital privado es insustituible para la reconstrucción posterior. Y la experiencia de crisis anteriores sugiere que habrá suficiente disponible. En tiempos de gran incertidumbre, las personas tienden al ahorro por precaución y la tasa de ahorro sube. En la crisis del coronavirus esta mayor propensión al ahorro será todavía más acusada que en crisis anteriores, ya que muchas oportunidades de consumo están literalmente excluidas por los cierres. Incluso suponiendo que se registren fuertes caídas en los ingresos, es probable que la tasa de ahorro en la UE aumente más del 20% este año, esto representa alrededor de 400.000 millones de euros de ahorro adicional.

Resulta esencial movilizar estos fondos para la recuperación por cuatro razones. En primer lugar, más capital privado reduce la necesidad de aumentar la deuda pública. En segundo lugar, el capital privado asegura una distribución de fondos más eficiente que los programas de inversión del Gobierno, el peso muerto de las pérdidas puede ser minimizado. Tercero, invertir el “exceso” de ahorro reduce el efecto negativo que normalmente se asocia con los ahorros preventivos: la falta de demanda del consumidor. Y por último, pero no menos importante: de esta manera, se puede contrarrestar otra crisis, una que tiende a agudizarse como resultado de una mayor deuda pública causada por el coronavirus: la crisis de pensiones que, a la vista de la inminente evolución demográfica, puede que solo se desactive por la acumulación forzada de colchones de capital adicionales. La reconstrucción y transformación de nuestra economía en los próximos años ofrece una -última- oportunidad para ello.

Por tanto, es hora de pensar en cómo este ahorro puede estar disponible para inversiones a largo plazo: la desgravación fiscal y mayores asignaciones para los ahorradores podrían ser una forma. De lo contrario, sin suficiente capital privado, la crisis del coronavirus amenaza con caer en los anales, no solo como la recesión más profunda del período de posguerra, sino también como el comienzo de la creciente zombificación de la economía debido a la creciente intervención del gobierno en el sector privado.