La importancia del Capital Privado para recuperarnos de esta crisis

Desgraciadamente, en estos momentos estamos inmersos en una de las crisis más controvertidas, diferentes y quizás más profundas de la historia. Pero, por otro lado, creo que como cualquier crisis, generará oportunidades de mejora en nuestras economías, indudablemente para aprovechar esas ventajas será imprescindible la inversión en nuestro tejido empresarial, y considerando la actual situación el Capital Privado tiene mucho que decir.

Más aún en una economía como la española donde su tejido empresarial depende absolutamente de la evolución de las pymes (99,98% de las empresas son pymes y crean el 74% del empleo, una de las economías europeas más dependientes de las pymes). Este tejido industrial se caracteriza por tener un bajo índice de exportación y más bajo aún el de innovación, y en este último es dónde estamos realmente retrasados respecto al resto de Europa. Una situación preocupante si queremos que nuestras empresas puedan ser realmente competitivas una vez salgamos de esta crisis y de cara al futuro. Una de las principales causas de esta carencia de innovación es la histórica falta de apoyo por parte de los diferentes gobiernos a los emprendedores, lo cual se vuelve a poner de manifiesto actualmente con las medidas que se están tomando, donde se han olvidado totalmente de tomar ninguna orientada directamente al emprendimiento. Algo que, por otro lado, si han hecho otros países como Alemania, Reino Unido, Francia, Suiza, Países Bajos, y por supuesto las economías nórdicas.

Me gustaría analizar brevemente las ventajas que -en este entorno- aportará el Capital Privado tanto para el inversor, como también para las compañías en que invierte, y por tanto para la sociedad en general. En cuanto al apoyo a nuestras empresas, sirva como ejemplo, los siguientes datos relativos al periodo 2014-2018, en Europa el Capital Privado ha invertido 300.000 millones de euros, en cerca de 25.000 empresas, de las cuales el 84% fueron pymes.

¿Qué habría ocurrido con todas estas empresas sin estas fuentes de capital? Estas inversiones, tanto en forma de capital como de deuda, son imprescindibles para ayudar a nuestro tejido económico e industrial a salir de la crisis, ya que ni el Estado ni el sistema financiero tradicional son capaces de cubrir su hueco.

Ahora, si analizamos la otra cara de la moneda, el inversor, partamos de un dato relevante y a tener muy en cuenta, el 90% de los mercados de acciones muestra rentabilidad negativa real los últimos diez años, así que -globalmente- están cerca del punto más barato históricamente. Con estos datos el mercado descuenta una caída de los dividendos en el S&P500 de un 14% este año y otro 21% en 2021.

En este entorno, si añadimos los tipos al 0% -donde la renta fija tradicional pierde atractivo-, la alta volatilidad y, a la vez, un alto grado liquidez, nos encontramos que la mayoría de los bancos y asesores coinciden recomendando mirar las carteras a largo plazo (>diez años), ser paciente y no precipitarnos en las decisiones, para lograrlo es clave que dichas carteras estén ajustadas realmente al perfil de riesgo del inversor, hasta aquí nada nuevo respecto a todas las crisis anteriores. Pero, finalmente todos coinciden en recomendar un aumento en la inversión en activos alternativos buscando baja correlación con los mercados.

Sirva como ejemplo, que según datos de Institutional Investor -para el mercado americano- la rentabilidad del inversor institucional los últimos 30 años ha sido entre un 6-7% anual, sin embargo, aquellos inversores con un porcentaje del 15% o superior en alternativos mejoraron dicha rentabilidad en un 2%, y si la asignación a alternativos se acerca al 40% la rentabilidad mejora en un 4%, siendo superior al 10%. Analizando estos datos detalladamente la conclusión fue que se debe a la baja correlación de estos activos con los mercados públicos. Más baja aún es la correlación para el Venture Capital, siendo esta clase de activo una de las que mayor valor ha añadido a dichas carteras históricamente.

Estamos en el momento clave para extender ese valor añadido, que el institucional lleva años aprovechando, al resto de inversores, no solamente institucionales o profesionales, sino también a aquellos de altos patrimonios en los que dentro de su perfil de riesgo y diversificación encaje la inversión en Capital Privado, bien entrando directamente en compañías o bien a través de fondos.

Pero, por otro lado, también ha llegado el momento para los gestores de entidades de Capital Privado de ayudar a que estas inversiones sean accesibles a nuevos inversores, y para ello deben continuar aumentando la transparencia de los vehículos, de las comisiones y de las inversiones, así como la transparencia en las valoraciones y en el apalancamiento. Hoy en día la tecnología nos permite tener un mayor control del riesgo de estas inversiones y tener valoraciones basadas en criterios menos subjetivos, con la utilización de modelos matemáticos de valoración y aplicando la inteligencia artificial.

Por otro lado, muchas de las nuevas empresas nacen ya respetando los criterios ESG, la sostenibilidad y la conciencia social está cada vez más arraigada en el emprendedor y en el propio inversor. Este es otro de los puntos que va a salir reforzado de esta crisis.

Como conclusión, empecemos a considerar de forma más seria el Capital Privado como parte de la asignación de activos en nuestras carteras, esta decisión afectara positivamente a la rentabilidad en el largo plazo de nuestros inversores, y a la vez ayudara a seguir manteniendo y construyendo el tejido empresarial de pymes que tan necesario es para el desarrollo de cualquier economía.

Apostemos por mejorar la rentabilidad de nuestras inversiones a la vez que apostamos el futuro de nuestras economías sin olvidar la sostenibilidad y la conciencia social.