Djokovic

Todo el mundo ha seguido con expectación el “caso Djokovic” en el que el líder de la ATP pretendía permanecer en Australia para jugar el abierto de este país pese a no haberse vacunado frente al coronavirus, hasta que su Tribunal Federal, por unanimidad, ha dado la razón a la decisión de cancelar el visado otorgado en un principio al tenista, provocando así su salida del país el pasado domingo. Aparte de reacciones salidas de tono, como la del propio padre del deportista, los efectos principales de este fallo judicial se concretan en que ‘Nole’ no podrá jugar el Open de Australia (donde aspiraba, junto con Nadal, a alcanzar el record de 21 Grand Slam) ni tampoco podría entrar en Reino Unido, para jugar Wimbledon, ni en EEUU, para competir, entre otros, en el abierto americano. La decisión que ha tenido que adoptar el Gobierno de Australia (un país que coorganizará en 2032 los Juegos Olímpicos) ha llevado a éste a enfrentarse de plano no sólo con una celebridad mundial como es el tenista serbio, sino también frente al negacionismo a la vacunación.

Hay que recordar que Djokovic llegó a gozar de una exención que le permitía permanecer en el país sin vacunarse y que ésta solo fue revocada por el Ministro de Salud australiano, Greg Hunt, cuando se comprobó que ‘Nole’ había ocultado en su formulario de entrada tanto el hecho de haber dado positivo en coronavirus en diciembre como el que, en los días siguientes a ello, pasó por diversos países, entre ellos el nuestro, participando, incluso sin usar mascarilla, en varios actos públicos (algo contrario al juego limpio exigible a todo deportista). Ante ello, y pese a haber sido previamente anulada la decisión del Gobierno por el juez Kelly, el Ministro de Inmigración, a título propio, usó sus facultades revocatorias del visado sobre la base de motivos tanto sanitarios como de bien público.

Las sanitarias están claras, pero ¿cuáles eran esos motivos de «bien público»? Lo describió en el propio proceso judicial Stephen Lloyd, representante del Gobierno australiano, donde catalogó al tenista de “icono antivacunas”: “...durante esos meses (Djokovic) podría haberse vacunado y eligió no hacerlo. Eso es su elección. Por eso el ministro considera que si permanece en Australia puede llevar a otros a seguir su ejemplo, que redundaría en un peligro para la sociedad”. En definitiva, además de la cuestión sanitaria y de la ocultación de datos en los formularios de entrada, el “caso Djokovic” ha sido un ejemplo de conflicto entre bienes jurídicos protegidos en un país donde, como en el resto del planeta, está habiendo un notable aumento de contagios, pero donde, además, se padeció en 2020 uno de los confinamientos más estrictos.

El conflicto entre la libertad individual del tenista y la protección de la salud estaba servido. No tanto por la amenaza que Djokovic pudiera suponer en sí mismo como posible fuente de contagio, sino por su imagen como paradigma de un modelo antivacunas que pudiera poner en cuestión todo el sistema de protección sanitaria puesto en marcha por el gobierno australiano, con evidente efecto en el resto del planeta (solo hay que recordar que, en España, representantes de Vox llegaron a nombrar a ‘Nole’ como, nada menos, que un “símbolo de la lucha por la libertad real en todo el planeta”).

Hay que conocer que la peculiar personalidad del tenista serbio se traduce también en su particular concepción holística de la vida, la cual se centra en dar crédito a la salud mental como base a un bienestar físico general. Un enfoque que el serbio traslada también a métodos naturales, alejados de los más tradicionales, como son la homeopatía, la meditación o el yoga, y que han servido de fundamento a su “negación” a vacunarse frente al coronavirus. El tenista llegó a afirmar: “Conozco a algunas personas que, a través de la transformación energética, a través del poder de la oración, a través del poder de la gratitud, lograron convertir la comida más tóxica, o tal vez el agua más contaminada en el agua más curativa, porque el agua reacciona a los sentimientos y a lo que tú transmitas a través de las palabras”. Un ‘Nole’ que practica el ayuno intermitente, que también es vegano y que cree en la relación del agua, la comida y las emociones: “Vieron que si tenías pensamientos específicos, emociones específicas en el agua, si eran pensamientos felices, si eran buenos pensamientos, se creaba una estructura molecular que tenía un geoprisma basado en la geometría sagrada, lo que significaba que había simetría y equilibrio. En el extremo opuesto, cuando le das al agua dolor, miedo, frustración e ira, esa agua se romperá”, dijo el tenista.

“Eso es su elección” como señaló el abogado del gobierno australiano; muy respetable, por supuesto, como fruto de su libertad individual. Pero nadie vive solo, sino en sociedad. Y junto con esa libertad (un derecho, en suma) se sitúan también otra serie de derechos (los de la población de todo un país), empezando por el derecho a la salud cuya protección corresponde asegurar a sus gobernantes. En efecto, extrapolado el caso a nuestro país, nuestra Constitución recoge en su artículo 43 el derecho (universal) a la protección de la salud; señalando su número 2 que compete a los Poderes públicos el organizar y tutelar (es decir dirigir y dictar normas e instrucciones) la salud pública (esto es, la de todos), y ello tanto mediante medidas preventivas (tales como las vacunas) como a través de las prestaciones y servicios necesarios.

Las medidas, prestaciones y servicios que sean necesarios para asegurar el derecho a la salud de cada uno (recuerdan casos como el de las huelgas de hambre de los presos del GRAPO, abordadas por nuestro Tribunal Constitucional en su Sentencia 120/1990), pero principalmente también la salud del conjunto de la ciudadanía. Y ello incluso, ponderando este derecho por encima de otros de uno o de unos pocos, como es el caso de Djokovic y de su particular concepto de vida.

En esta línea refrenda el artículo 11.1 de nuestra Ley General de Sanidad que “serán obligaciones de los ciudadanos con las instituciones y organismos del sistema sanitario: Cumplir las prescripciones generales de naturaleza sanitaria comunes a toda la población, así como las específicas determinadas por los Servicios Sanitarios.” En las antípodas debe ser muy similar, por muy lejos que estén. Es de sentido común, para los que vivimos en sociedad, el que se recuerde que ni estamos solos ni somos, por nosotros mismos, tan importantes, y también es importante que se superen posiciones situadas en un insolidario, egoísta y simplista individualismo.