‘Facendera’

Tanto mi última lectura, Facendera de Oscar García Sierra, como mi última película visionada en las salas de cine, As Bestas de Rodrigo Sorogoyen (obras ambas de 2022), han vuelto a llevar mi pensamiento a la España rural (a aquella que algunos llaman vacía o vaciada), y a las gentes que en ella habitan. En las dos obras, los personajes viven en una desesperación cotidiana y que transcurre con tedio. Se trata de un escenario sin perspectivas enmarcado dentro de un territorio del cual no pueden salir y del que esperan, no tanto su desarrollo (una esperanza a la que han renunciaron hace tiempo) sino la llegada de alguna especie de maná que no sirva para tanto transformarla, sino para permitirles escapar de allí.

La primera realidad que nos dibujan los personajes de ambos teatros es el de partir de una notoria carencia de formación. Un hecho que no sólo cabe traducir en exigencia de mayores estudios académicos o de bagaje cultural, sino, a mi juicio, obedece más a una carencia de intercambios de todo tipo con personas y experiencias de otros territorios que los enriquezcan hasta el punto de poder ser palancas para la transformación -hasta por sí mismo- del suyo propio. El ambiente que se dibuja, que se respira, que se traslada de forma magistral, por ejemplo, en As Bestas, es el de un asfixiante aislacionismo llevado a máximos en el personaje de la hija de la pareja francesa llegada a la aldea, y que encarna Marie Colomb. Cuando alcancen ese momento de la película se preguntarán sin duda ¿por qué esa chica no sale corriendo de allí? Eso piensan también gran parte de los habitantes de esa aldea gallega. Estas alegorías denotan que el tema de la incomunicación es uno de los grandes retos a los que tradicionalmente se ha enfrentado el medio rural. Y no hablamos sólo de cuestiones referentes a territorios extremos y relacionadas con la mejor o peor dotación de carreteras, o incluso del ferrocarril, que también son importantes en el medio rural; sino fundamentalmente a la necesidad -que empieza a ser reconocida por fin- de que la fijación y permanencia de la población en estos entornos hace imprescindible el que se garantice la adecuada comunicación de sus habitantes con otros territorios más o menos inmediatos.

La comunicación se hace, por tanto, esencial en toda política pública que pretenda alcanzar los objetivos de desarrollo rural y de la lucha contra la despoblación. Un territorio sin comunicación será un territorio aislado y petrificado en su desarrollo, más en tiempos como los presentes en que la globalización, que cada día se extiende más y más, se sustenta en base a medios de comunicación no solo físicos sino también digitales. Así lo reconocía ya el preámbulo de la Ley 45/2007, de 13 de diciembre, para el desarrollo sostenible del medio rural: “Las medidas para potenciar la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación, completando y mejorando la cobertura de las telecomunicaciones en todo el medio rural, pretenden favorecer la actividad económica y la mejora de los servicios.” Y también, casi trece años después, el artículo 4 de la Ley 2/2021, de 7 de mayo, de Medidas Económicas, Sociales y Tributarias frente a la Despoblación y para el Desarrollo del Medio Rural en Castilla-La Mancha, fija como uno de los objetivos la dotación en estos territorios de nuevas tecnologías de la comunicación, entendida ésta en su más amplio concepto.

La cuestión radica, así pues, en la movilidad. Movilidad de personas, y también movilidad de datos e información. Un territorio cuyos habitantes no gocen de buenas comunicaciones, no sólo será un territorio inculto; sino que además hay que reconocer la imposibilidad de dotar a cada territorio, a cada municipio, de las más altas aspiraciones que demanda su población: formación (universidad, conservatorios, escuelas de idiomas, etc.); ocio (teatros, cines, bibliotecas, etc.); sanidad (hospitales, clínicas, etc.).

Es por tanto imprescindible la movilidad física para que los habitantes de los entornos rurales puedan desplazarse a localidades cercanas para gozar de esos servicios en igualdad con los habitantes de las grandes urbes. Si en estas la movilidad, bajo el paradigma de la ciudad de quince minutos que señaló la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, es un paradigma a alcanzar, en los entornos rurales el germen de la idea no ha de diferir demasiado: se trata de garantizar el acceso a los servicios en un entorno de movilidad entre localidades en red dentro de un entorno adecuado (¿es preciso instaurar la figura de la comarca?; ¿recuerdan el modelo de bibliotecas circulantes creado por el Patronato de Misiones Pedagógicas durante la Segunda República Española, precedente del actual Bibliobus). Además ha de ser asequible en distancia, tiempo y economía y para ello el trazado, no sólo de una adecuada red viaria (o incluso de ferrocarril), sino también la viabilidad económica de este sistema (tanto para las Administraciones como para los ciudadanos) han de ponerse encima de la mesa; y esto nos lleva, nuevamente, a cuestionarnos si el actual sistema de financiación autonómica no debiera introducir de una vez y de manera decidida el criterio de la dispersión poblacional: ¿vale lo mismo mantener un servicio público para atender a la población de la Sierra del Segura en la provincia de Albacete que para la del área metropolitana de la ciudad de Barcelona?

La otra gran necesidad de comunicación es la de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y su implantación en los territorios rurales. Es claro que las limitaciones del modelo de movilidad física que acabamos de ver tiene en este campo posibles vías de tratamiento y mejora. Ahora bien, esta situación de oportunidad, va mucho más allá, se convierte en necesidad en un entorno globalizado como el que, cada día más, nos envuelve. Por otro lado, negar esta necesidad y rehusar de ella sería tanto como hacer más elevada la pendiente de la competitividad que tienen los territorios rurales con respecto a los, cada día más preponderantes, urbanos. Y esto es un reto, fundamentalmente, de las Administraciones públicas, como reconoce el artículo 72 de la Ley de Castilla-La Mancha de 2021 cuando mandata medidas para “garantizar una conectividad digital fiable y de calidad para el 100% de localidades, de banda ancha y móvil, mediante redes de infraestructuras que permitan una adecuada transmisión de datos entre la ciudadanía, las empresas y la Administración, para alcanzar la igualdad de oportunidades y capacidades de acceso a las redes para todos los territorios, los grupos sociales y todas las empresas de la región.”

Lograr la comunicación de los entornos rurales es procurar su futuro en el marco de la integración con otros territorios. Estos objetivos son, por supuesto, prioritarios de las Administraciones públicas, sin embargo, como la facendera*, es tarea de todos el llevarlos a cabo.

* Facendera es un término en cierto desuso, empleado en Asturias y León, que se refiere a un oficio, trabajo o actividad personal al servicio de la comunidad que antaño se realizaba por todos los vecinos del municipio.