La pandemia del Covid-19 acelera la digitalización y multiplica el fraude

La consecuencias sociales y económicas de la crisis de la pandemia por el Covid-19 han superado todas las previsiones, dejando muy de lejos las sufridas en la crisis de 2008. El primer dato a tener en cuenta ha sido el de la digitalización, porque la necesidad de teletrabajar ha obligado a las empresas a acelerar su digitalización y ha modificado muchos hábitos y costumbres que los gurús preveían que se iban a alcanzar, como mucho, dentro de una década.

En el plano contrario cabe destacar que aunque no existen datos agregados, a partir de la información facilitada por algunas ONG significativas, la demanda de ayudas ha crecido entre un 40% y un 60%. Entre un cuarto y un tercio de las personas que han solicitado ayuda a las ONG son nuevos demandantes y, por tanto, cabe atribuir la situación de estas personas al impacto de la crisis. Mayoritariamente, los ciudadanos consideran la situación de la economía española como mala y preocupante, mientras que valoran más positivamente la situación económica de su hogar.

Las medidas de contención adoptadas por los poderes públicos, como los Erte y las ayudas por cese de actividad a autónomos, entre otras, han mitigado significativamente el impacto en los colectivos que no han podido desarrollar su actividad laboral durante la crisis. Los indicadores de desigualdad a nivel agregado para el conjunto de la sociedad española han empeorado, pero lo han hecho moderadamente, en comparación con crisis anteriores, por el efecto redistributivo de las políticas públicas.

A través de sus programas de buen gobierno y de responsabilidad social corporativa, una gran multitud de empresas y entidades están dando respuesta para aportar soluciones frente a la crisis. Las organizaciones que mejor integradas tenían estas políticas en su estrategia y operativa diaria, son las que mejor han podido adaptarse y responder ante una situación imprevista y de gran impacto social y económico como la actual. Esta integración ha permitido desde la instauración del teletrabajo a la adaptación de sus modelos y cadenas de valor para responder y tener un impacto positivo en una situación tan critica.

El problema es que junto a estos destellos de recuperación, las empresas deben afrontar un incremento de los intentos de fraude. La radiografía ha cambiado mucho en los últimos años. Se ha pasado de unas estadísticas en las que el peligro interno superaba con creces al externo. Hoy en día es al revés. La mayoría de los intentos de fraude vienen del exterior y las empresas se ven obligadas a invertir en medios de seguridad digital y de educación de su personal y de sus clientes para evitar los elevados costes. El cumplimiento normativo (compliance) está ganando enteros a marchas forzadas para evitar mayores costes por el fraude.