La colaboración de las empresas para combatir el Covid-19, ejercicio de responsabilidad social

Algunos, pero muy significados miembros del Gobierno de Pedro Sánchez, aprovechan la crisis del coronavirus Covid-19 para tratar de imponer sus criterios de política bolivariana, amenazando con incautar empresas, pero sin decir que esa política supondría una ruina mucho mayor que la que de por sí va a suponer la actual crisis, porque no dicen absolutamente nada de los costes en expropiaciones que supondría la medida. Un uso lamentable de quienes se han saltado la cuarentena, el confinamiento, al que se han visto forzados no solo aquellos que han entrado en contacto con personas infestadas por el virus, sino todos y cada uno de los españoles que, aunque sanos, no trabajan en servicios considerados esenciales para combatir el Covid-19. Un mal ejemplo donde los haya. Un “haz lo que diga, pero no lo que haga”.

Por el contrario, en líneas generales, el comportamiento de las empresas ha sido ejemplar. Aunque hubo en un principio muchas que despidieron trabajadores, la mayoría de ellas se han acogido a los expedientes de regulación temporal de empleo. Las más pequeñas con la intención de pasar con las mínimas heridas este duro trance socio económico, y otras con las de planificar a medio plazo un futuro que se muestra sombrío, máxime cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI), vaticina una caída del PIB del 8% para España, una situación que nos devolvería a la casilla de salida de la crisis de 2008. Y lo que es más duro, es no saber cuándo se solucionará el problema, cuándo será seguro retomar la normalidad en un país donde turismo y construcción siguen siendo las grandes locomotoras de la economía. Demostrado está, a lo largo de las crisis mundiales, que hasta que no se arreglen las economías de nuestro entorno, no despegará la nuestra.

Lo que sí ha quedado claro con el Covid-19 es el músculo que han hecho las empresas en sus ejercicios de responsabilidad corporativa durante estos últimos años. Lejos de buscar el último céntimo de beneficio, como ocurría no hace muchos años, grandes, medianas y pequeñas empresas, al unísono con las ONG y con el tercer sector en pleno, se han brindado a trabajar por el bien común, importando material sanitario, aportando dinero y bienes para mejorar los servicios, especialmente pensando en los colectivos de personas más vulnerables, que siempre son los perdedores en todas las crisis. Sus voluntarios han dado muestras de una generosidad, que habitualmente pasa desapercibida.

El Gobierno ha demostrado en esta crisis, que convertirse en un agente económico más es muy complicado, sobre todo cuando lleva cuarenta años fuera. Si muchas de las compras que han realizado los Departamentos ministeriales y las autonomías las hubiesen hecho a través de la colaboración de las empresas de cada uno de los sectores, la efectividad hubiese sido mucho más elevada. Y hay que subrayar la palabra colaboración.