Primavera de protestas en las calles andaluzas

Termina un mes de abril atípico, como lo están siendo todos desde que comenzó la pandemia. El mes que tradicionalmente da el pistoletazo de salida a la temporada más festiva del año en Andalucía, no solo ha vuelto a perder su feria, sino que además ha estado cargado de protestas laborales y reivindicativas repartidas por las ocho provincias.

Sevilla se ha quedado por segundo año consecutivo sin su fiesta mayor y con ella se han desvanecido unos 900 millones de euros, que es el impacto económico que genera la feria en la ciudad. El 3% del PIB local y unas cuantiosas pérdidas económicas repartidas entre miles de empresas de sectores como la hostelería, el comercio, la moda flamenca o el transporte. Algunas atracciones en la calle del infierno y exposiciones de trajes de gitana para aliviar la agonía que vienen sufriendo los feriantes y las diseñadoras, en su mayoría mujeres, de estas tradicionales indumentarias andaluzas.

No ha habido protestas en Sevilla por esta causa, el empresariado ya resignado a la compleja situación sanitaria solo pide ayudas para poder sobrevivir hasta que la ansiada normalidad permita seguir desarrollando su actividad, pero si las ha habido por otros motivos. El campo andaluz ha vuelto a tomar las calles, en esta ocasión para protestar por la reforma de la PAC, que podría provocar que unos 80.000 agricultores perdieran sus ayudas europeas.

También han tomado las calles los trabajadores de Abengoa, que este mes han vuelto a manifestarse para exigir una solución definitiva del conflicto que garantice sus puestos de trabajo. Una plantilla cansada de vaivenes en esta crisis que ya dura años y que ha dejado en concurso de acreedores a una de las principales empresas de Andalucía.

Pero sin duda, las movilizaciones más importantes de este mes en la región las han protagonizado los trabajadores de Airbus. Las protestas comenzaron en Cádiz y después se trasladaron a Sevilla, todas con el mismo fin: impedir que la multinacional cierre su fábrica en Puerto Real, lo que además de destruir casi 300 empleos, supondría un fuerte varapalo para la industria aeronáutica andaluza. Unas 280 familias, cuyo futuro depende de estas instalaciones, por lo que piden tanto a la Junta de Andalucía como al Gobierno central que cumplan sus compromisos en el mantenimiento del empleo.

Protestas, concentraciones y movilizaciones se convierten en la rutina de una sociedad cansada, en un tejido productivo con alta dependencia del turismo y escasa actividad industrial. Carencias que la pandemia ha dejado en evidencia y que nos deben hacer reflexionar hacia un cambio más que necesario, urgente.