El turismo andaluz urge medidas con las que salvar el verano

En apenas una semana entramos en el mes de junio con el peor de los escenarios para el turismo andaluz, del que depende directamente el 14% del PIB y el empleo de la comunidad, cifra que se multiplica si se le añaden otros muchos sectores dependientes como la hostelería, el comercio, el transporte, etc. El pasado año, la región recibió 32,5 millones de visitantes, que dejaron unos ingresos de más de 22.000 millones de euros, y las perspectivas para los próximos años seguían siendo muy positivas. No en vano, hay en marcha inversiones en reformas y nuevos hoteles por valor de más de 1.600 millones de euros. Por ello, la crisis sanitaria ha supuesto un duro varapalo a un sector turístico que emplea a 420.000 personas en Andalucía.

Sin embargo, más allá de los efectos de la pandemia, que también se está produciendo en el resto del mundo, son aún más preocupantes las medidas -o la falta de ellas- que las Administraciones públicas están poniendo sobre la mesa para ayudar a reactivar este sector estratégico. Se deja en manos de los ayuntamientos la potestad de abrir sus playas cuando sus alcaldes reconocen que no tienen recursos humanos ni materiales para controlar el flujo de visitantes y piden ayudas. También se permite abrir los hoteles cuando no se permite el uso de zonas comunes, no hay movilidad interprovincial y cuando se obligará a los turistas a pasar 14 días confinados en cuarentena. Algunas decisiones tomadas parecen más una patada para adelante que coger el toro por los cuernos y afrontar la realidad actual.

Buena parte de los países europeos ya han aprobado sus planes de apoyo al sector turístico con distintas medidas -desde el cheque vacacional para familias en Italia a los 18.000 millones de euros puestos encima de la mesa por Francia para fomentar su “joya”-. Mientras tanto, España sigue sin presentar un plan y consensuarlo con las comunidades autónomas. El sector denuncia no sólo su desamparo sino también el desaire que suponen algunas declaraciones de miembros del Gobierno de Pedro Sánchez, como las del ministro de Consumo, Alberto Garzón, precisamente de Málaga, quien ha considerado al turismo “un sector de bajo valor añadido, estacional y precario”.

Afortunadamente, al margen de las controversias políticas, Andalucía es una marca consolidada que se encuentra entre los destinos favoritos de los españoles. De los 32,5 millones de visitantes recibidos el pasado año, 20 millones eran nacionales -tras crecer más de un 8%-. Es a ese colectivo al que deben dirigirse todos los esfuerzos de la Junta y la iniciativa privada para que el verano -la temporada alta del turismo andaluz- se pueda salvar los muebles de un sector estratégico para la comunidad.