Ayuntamientos: la dama del tablero

La nueva normalidad ha llegado. El Gobierno de España, después de pilotar los peores momentos de una pandemia desconocida hasta ahora, deja en manos de las Comunidades Autónomas los meses que están por llegar en clave sanitaria. ¿Y los Ayuntamientos y Diputaciones? ¿Dónde han quedado en los meses de angustia y dónde se van a colocar ahora? Pues como ya ha ocurrido otras veces en la historia de este país, las entidades locales han estado en la primera línea, pero de manera silente, anónima y con la sola causa de servir a sus vecinos y vecinas. Porque es quizá eso, el hecho de ser las únicas administraciones que tienen vecinos y vecinas, lo que hace de los Ayuntamientos unas instituciones que trabajan sin hacer ruido, como cuando la entrega y el servicio a los demás es pura vocación de servicio.

Ahí han permanecido en los peores momentos, atentos a cómo evolucionaba la pandemia en sus localidades y desempeñando labores de desinfección y apoyo a sus ciudadanos, aun cuando en Andalucía no contaron nunca con datos fehacientes de cómo evolucionaba el coronavirus entre su vecindario. Y ahí siguen, dispuestos a ser parte determinante en la reconstrucción social y económica de todos y cada uno de los municipios de España. Resueltos a apoyar cada caso, poniéndole rostro y casuística concreta a la realidad de cada persona y de cada familia, para no dejar a nadie atrás en los difíciles momentos que están por venir.

En estos días vemos cómo se recolocan las formas de proceder en la hostelería, cómo se controla el aforo en las playas o cómo se habilitan nuevos espacios para compaginar la actividad económica y la salud pública. Y detrás de cada gesto en esa nueva normalidad hay una ordenanza municipal que se adapta a las necesidades de este tiempo, desconocido para todos.

Por eso es necesario, imprescindible, que los Ayuntamientos, auxiliados y acompañados por las diputaciones, sean la dama en el tablero donde se desarrolla la partida de la reconstrucción. Y para eso necesitamos que se nos considere una administración mayor de edad, al mismo nivel que los gestores estatales y autonómicos. Algunos lo tienen claro. Otros aún necesitan abandonar sus recelos ante una capacidad de maniobra, la local, que no tienen ni el Estado ni la Junta, por la propia naturaleza de cada escala de gobierno.