Yoann Groleau

La movilidad tras la pandemia del coronavirus

Aunque algunas personas relevantes se hicieron eco de la falta de preparación o de anticipación ante una pandemia por parte de nuestros gobiernos, como Barack Obama en 2014 o Fred Vargas -galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2018- en 2006, la mayoría de nosotros, ni gobernantes, ni ciudadanos, ni sanitarios, ni científicos, no podíamos imaginar, ni siquiera en febrero de este año, el impacto que iba a tener el Covid-19 como pandemia global. Todos hemos visto nuestras costumbres cambiar radicalmente de un día para otro. Y la realidad es que no es fácil para la mayoría saber adaptarse a estas nuevas normas de confinamiento. La movilidad quedó reducida a casi nada y, con ello, se empezó a reflexionar sobre si esta nueva forma de vida iba a cambiar nuestros hábitos pre-Covid. A medida que se prolongó el confinamiento, se empezó a creer que la vida, las costumbres, la movilidad post-Covid podrían ser distintas a las pre-Covid. ¿Pero en qué sentido? ¿Para mejor? ¿Para peor? Y, sobre todo, ¿para siempre?

John Moavenzadeh, director ejecutivo de Movilidad Urbana en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), lo explica perfectamente. Existen los cambios puntuales, que vuelven rápidamente a la situación anterior o, mejor aún, que la superan, y luego los cambios estructurales, permanentes.

Sin duda, en los próximos meses veremos ambos y, dependiendo del tipo de movilidad, algunos cambios serán efímeros y otros se quedarán para siempre. Por ejemplo, el teletrabajo o las entregas de productos/bienes a domicilio tienen una alta probabilidad de quedarse en nuestra nueva vida. ¿Y qué pasará con nuestra movilidad? Analicémoslo a corto y a largo plazo.

A corto plazo, es evidente que los impactos han sido tan importantes que lo que ha ocurrido en estos últimos meses tendrá unas consecuencias sobre nuestra movilidad. Como mecanismo de protección, el transporte privado o compartido, pero de uso individual -véase, coche, bicicleta, scooter, patinete, etc.-, será el medio privilegiado para trasladarse y, como consecuencia, el que más crecerá. Por ejemplo, hemos podido observar que el pasado mes de abril las ventas de coches en China crecieron más que en el periodo pre-Covid, a niveles de junio del año 2018. A corto plazo, es también una oportunidad única para proponer nuevos servicios de desplazamientos individual, aunque compartido, a todas las generaciones, no solamente a jóvenes. Nuestras instituciones tendrán que ayudar a la implantación de estos nuevos modelos de movilidad a través de la promoción y la disposición de los espacios públicos.

Aunque estemos hablando de cambios a corto plazo, existe una oportunidad única para que estos cambios acaben siendo estructurales y permanentes. Los nuevos modelos de micromovilidad -término que se aplica a vehículos no contaminantes, generalmente eléctricos, diseñados para cubrir distancias cortas y medias- responden perfectamente a estas necesidades cortoplacistas y, al mismo tiempo, son una vía de futuro para una movilidad sostenible y eficiente.

¿Qué podemos esperar a largo plazo? Esta es una cuestión mucho más difícil de prever. Muchos factores entran en juego: primero, el virus en sí mismo, ¿seguirá siendo tan peligroso?, ¿tendremos vacuna?, ¿habrá nuevos brotes? Segundo, los hábitos que habremos instaurado en las fases de desescalada, ¿pasarán a ser nuevos hábitos o volveremos a nuestras viejas costumbres? Se dice que se necesitan 66 días para que una acción diaria se convierta en un nuevo hábito. ¿Llegaremos a estos 66 días o ya a los 30 días nos habremos olvidado del Covid-19?

Como se apunta antes, la oportunidad es única. Es ahora o nunca. Es el momento para promover una movilidad más sostenible, fomentando el uso de vehículos de energías limpias, como los eléctricos o los híbridos. Y también para impulsar una movilidad más segura, apoyando la creación de nuevos modelos compartidos, pero de uso individual; una más inteligente, aprovechando la digitalización actual para usar mejor los datos y que los servicios de movilidad puedan anticiparse, usando inteligencia artificial, o aprovechar para que la movilidad sea más eficiente, empujando la implantación de servicios MaaS (Mobiliy as a Service), en los cuales el servicio de movilidad se adapta a las necesidades de cada uno en cada momento y son capaces de ofrecernos los medios más eficientes para viajar del punto A al punto B.

Para todo ello, y para que se haga realidad este nuevo paradigma, necesitamos más que nunca que nuestras instituciones y gobiernos apoyen, empujen, promuevan esta transformación de nuestra movilidad, pues esto, sin ninguna duda, conllevará a medio plazo un rediseño de las ciudades. Algo en lo que es indispensable la participación y la predisposición de las administraciones públicas, entre las que tendrán un papel fundamental las locales y las autonómicas. Pero los poderes públicos no podrán dejar de contar con la colaboración de las empresas privadas. En este contexto, las administraciones cumplirán su papel de legislar y velar por la ejecución y el cumplimiento de las normas, pero deberán facilitar que las empresas y entidades privadas dispongan de medios para crear y construir esos nuevos medios de movilidad, así como posibilitar su implementación. Además, a la hora de legislar deberán tener en cuenta que en estos momentos post-Covid todos los aspectos relacionados con la salud pública pasarán a ocupar el primer lugar de las preocupaciones de los ciudadanos, especialmente de los que habitualmente utilizan los transportes públicos. Las distancias de seguridad y el respeto por los espacios individuales deberán ser tenidos en cuenta tanto por los organismos que los gestionan como por la industria que fabrica los vehículos.

Como decía el ex primer ministro británico Winston Churchill, “Never let a good crisis go to waste” (“Nunca dejes que una buena crisis se desperdicie”). Y aquí estamos, exactamente en este punto, por lo que sería una pena, tras tanto sufrimiento y dolor y tantos esfuerzos de todos, ciudadanos, empresas y gobiernos, que no seamos capaces de sacar provecho a esta crisis tanto para nosotros mismos como para las futuras generaciones.