Marcos Basante

Que el esfuerzo de muchos no se pierda en la nada

La buena noticia de este relato es que hay muchos héroes de verdad. Personas, en su mayoría anónimas que están combatiendo en la primera línea de fuego de esta guerra contra el coronavirus. Lo menos positivo es tener que escribirlo en un momento donde se supone todo nuestro esfuerzo debiera estar encaminado a combatir la pandemia. Aquí chocan dos realidades: la de la responsabilidad ciudadana resumida en el concepto de “todos a una” y la de la responsabilidad empresarial encargada de sostener la crisis económica que se nos viene encima y que, en el sector, ya estamos vislumbrando. Hace una semana, al comenzar el Estado de Alarma y se paraba el país, cuando el acopio llenaba telediarios, el transporte por carretera registraba incrementos de actividad de más del 110%. Ahora, tan solo unos días después, vemos reducida nuestro movimiento habitual en torno a un 30%.

En mi caso, ambas responsabilidades me empujan a dar la cara tanto como ciudadano, como empresario y líder sectorial. No puedo asumir en un silencio cómplice la gestión de la crisis que se está realizando en España y en la Unión Europea. Como ciudadano me siento huérfano de referentes políticos en una carrera en la que el virus siempre marcha por delante de nuestros insuficientes esfuerzos. En el ámbito local, la vocación política del Gobierno prevalece sobre una verdadera unidad de acción en busca del bien común. Manifestaciones que nunca se debieron celebrar, vicepresidentes que han mostrado con su conducta un incalificable modelo de comportamiento, descoordinación entre las Comunidades Autónomas y el Gobierno Central, la bochornosa falta de material de seguridad y la más bochornosa incapacidad para adquirirlo en el mercado internacional, garantizando su llegada a todos los profesionales expuestos en el frente de este nuevo tipo de guerra.

Como empresario del sector del transporte que siempre es el termómetro de lo que vendrá, ya que presta un servicio imprescindible al resto, asumo que mi respuesta a cualquier crisis debe ser efectiva al 100%. La gestión en el mundo real no te permite el más mínimo margen de error. No es casual que todas las crisis, económicas, sociales, sanitarias, acaben recayendo sobre nuestros hombros. Somos la barrera real entre el colapso del sistema y la recuperación. Los gobernantes dictan normas o reglamentos que, ante la ciudadanía, quedan muy bien. Se fotografían con la idea que son los únicos responsables de que las cosas funcionen: que los servicios esenciales se mantengan, que la actividad económica no cierre totalmente, que se mantenga el empleo, que fluya el crédito. Sin embargo, el que hace que todo lo expuesto funcione realmente es el tejido empresarial. Y lo hace sin la ayuda de los grandes titulares que se dan en los últimos días, sino con el acoso de la letra pequeña de todas estas medidas, especialmente duras para autónomos y las pequeñas y medianas empresas y que, paradójicamente, a nuestro sector puede que no lleguen, ya que no está claro que puedan acogerse a las condiciones de ERTE por fuerza mayor. ¿Es lógico?

El sector del transporte -toda su cadena de valor- forma parte de ese ejército de héroes que hoy mantienen activas las constantes vitales de España y de Europa. ¿Sabían que el 75% de los bienes que exportamos a Europa viajan en camiones por carretera? Ahora mismo, esa cifra es del 100%. Pero, además, debemos señalar el suministro de bienes que entra desde Europa a España, a bordo también de vehículos pesados. Estamos acostumbrados a ser invisibles para la sociedad, incluso molestos cuando se cruzan con nuestros camiones en las carreteras, pero en esta ocasión no puedo dejar de elevar la voz por el esfuerzo que está realizando toda mi gente que, junto a sanitarios, cuerpos y fuerzas de seguridad, distribución, etc., están manteniendo el pulso de la sociedad. Ahora se visibiliza ese carácter estratégico y vertebrador para la economía que hemos reclamado durante tanto tiempo.

Es cierto que buena parte de nuestras reivindicaciones fueron atendidas por el Ministerio al inicio de la crisis. Así, para mantener toda la red de abastecimiento que demanda una sociedad confinada, se tienen que flexibilizar según qué mandatos, como la ampliación de las horas de conducción a las pautas de horarios impuestas al sector en situación normales o el libre acceso a servicios en gasolineras y áreas de descanso, cuando vivimos una situación límite nunca vista en los últimos 70 años. Y, sobre todo, los transportistas merecen tener acceso a todas las medidas y equipos de protección, ya que son los únicos que están accediendo a las áreas de mayor contagio de Europa para distribuir desde material sanitario a bienes de primera necesidad.

El problema de entendimiento con el Gobierno no reside tanto en cómo estamos respondiendo a lo excepcional sino al horizonte que enfrentamos cuando finalice -que lo hará- la crisis sanitaria y empiece la larga senda de la recuperación económica. El transporte por carretera será tan fundamental en ese escenario como lo está siendo en éste. Somos la vanguardia de gran parte de las exportaciones españolas hacia Europa y la ausencia de coordinación política y económica que estamos contemplando estas semanas críticas nos invitan a no ser muy optimistas en lo que a la colaboración en el espacio UE se refiere. Sé que es difícil para nuestros dirigentes levantar la vista de lo inmediato para pensar en lo inminente y hacerlo todo de manera correcta. De verdad que entiendo la dificultad para hacerlo porque es lo que todo mi sector, todos mis colegas empresarios, yo mismo, tenemos que hacer a diario para mantener en pie nuestras empresas, el tejido socioeconómico de nuestro país y hasta la vigencia del proyecto europeo.

No quiero cerrar este relato sin aludir directamente a los profesionales de nuestro sistema sanitario y a todos los miembros de los cuerpos de seguridad del Estado y a nuestros militares. Son la cara más visible de todos aquellos que mantienen en pie nuestro país en sus horas más oscuras -cajeras de supermercado, profesionales de la limpieza, bomberos... y transportistas-. Por supuesto que me sumo a los aplausos sentidos que nuestra sociedad les dedica a diario. Nosotros, los que gestionamos el esfuerzo en la soledad del asfalto, no precisamos aplausos sino un ejercicio de eficacia, rigor y transparencia de la administración pública acorde con nuestros parámetros de compromiso. No pido más ni menos.