Manuel Salaverría

Algunas certezas en el umbral de un mundo desconocido

Estamos en el umbral de un mundo desconocido. La pandemia nos deja una realidad llena de incertidumbres en la que ya atisbamos que muchas cosas no van a volver a ser como antes, incluidas muchas previsiones de producción, mercado o consumo para las que nos estábamos preparando. Ahora, de pronto, el escenario es radicalmente diferente al que teníamos y al que esperábamos, y debemos adaptarnos rápidamente a él.

Muy rápidamente, además, porque ya tenemos también alguna certeza de cómo serán las cosas en este nuevo escenario y una de ellas es que algunas de las tendencias que ya conocíamos serán cuestionadas y otras han acelerado. Entre las primeras, la globalización y la dependencia que puede llegar a generar si no creamos o reforzamos cadenas de valor en nuestro propio entorno. Entre las segundas, entre las que han cogido impulso, están la digitalización y la mejora de la eficiencia en todas las áreas de actividad, así como la preocupación por la sostenibilidad, que no solo no han perdido vigencia, sino que durante la crisis sanitaria han demostrado ser fundamentales y nos colocan ante una auténtica revolución. Una tan radical que incluso cambia un viejo pilar de los mercados; en esta nueva economía el pez grande ya no se come al chico. Hoy son los peces rápidos los que se comen a los lentos.

Con ellas, ya no hablamos de tendencias que puedan aportar a nuestras compañías un plus de competitividad frente a sus competidores. Hablamos de productos, servicios y modelos de gestión que tenemos que incorporar sin demora para no perder el compás de esos mercados en los que, con tanto esfuerzo, las compañías vascas se han labrado una muy buena reputación. Esta es, por cierto, otra certeza.

Euskadi va a seguir mirando a Europa y, aunque en ella se van a crear nuevos espacios competitivos y sólidos, nuestra larga tradición industrial nos aporta dos ventajas competitivas: músculo y reputación. Conviene recordarlo porque vamos a tener que ser muy fuertes y constantes, y vamos a tener que cuestionarnos muchas cosas. De modo que saber de dónde venimos, valorar que estamos aquí gracias el esfuerzo de muchas personas que ya superaron otras reconversiones dramáticas, nos ayudará a soportar los altibajos que seguramente vamos a vivir.

Tercera certeza: también tendremos que ser valientes. La propia naturaleza de estas tendencias hace que nuestra adaptación a ellas no pueda realizarse con viejas fórmulas, aunque resultaran eficaces en crisis anteriores. Esta vez tenemos que innovar. Durante estos últimos meses, nuestras organizaciones y empresas han trabajado en asegurar la salud de sus personas, en su liquidez para poder resistir el estancamiento y en poder afrontar un re-arranque. Pero tras esta fase de contracción llega el momento de la reactivación. Ahora que se retoman las estrategias de incremento de la productividad, hay afrontar que muchas de nuestras formas de hacer han resultado ineficaces en circunstancias adversas, en escenarios que por inesperados que nos hayan parecido podrían volver a repetirse en el futuro. Es el momento de replantearse estrategias para poder acceder al mercado de manera diferente, generando nuevos modelos de negocio o accediendo a nuevas oportunidades. Es tiempo de abordar las situaciones nuevas con recetas nuevas. Es decir, es tiempo de innovar.

Además, tendremos que hacerlo con la máxima eficiencia. Las circunstancias económicas nos exigen a todos exprimir nuestros recursos y seleccionar en qué proyectos centramos nuestros esfuerzos y cómo los ejecutamos. De modo que, en este nuevo enfoque de la innovación, va a ser especialmente importante eliminar estructuras (formas de trabajar) que en la anterior época podían tener sentido y distinguir entre el para qué (los objetivos y la estrategia) y el cómo (las herramientas, la tecnología).

Otra certeza; todo cuanto señalo debe ser aplicable también fuera de las empresas. La responsabilidad de la recuperación de hoy y el crecimiento de mañana es también de las administraciones, los agentes sociales, las entidades económicas... Todos debemos emprender este replanteamiento de nuestras actuaciones y mostrar valentía para liderar la conquista de ese mundo desconocido que nos deja la Covid-19 y que tendremos que abordar con decisiones innovadoras que equilibren la realidad (la búsqueda de soluciones que ayuden a las empresas en sus necesidades más inmediatas), con la previsión en el diseño de estrategias a largo plazo.

Es este punto donde quisiera destacar el papel que Innobasque, aprovechando su estructura público-privada, ha de jugar en la salida de esta crisis y la cimentación de nuestro bienestar futuro. La Agencia Vasca de la Innovación debe ser un foro de debate y de planteamiento de vías de evolución y de elementos de transformación; un espacio donde generar dinámicas de trabajo colaborativas que nos permita desarrollar argumentarios estratégicos en los diferentes temas prioritarios, proponiendo hojas de rutas claras con elementos de actuación.

En Euskadi ya tenemos bastante identificadas las áreas estratégicas que como país debemos (y podemos) trabajar más: la energética, la movilidad, la industria inteligente, la salud o la digital. Si estos ámbitos han soportado el tirón de un mercado cada vez más globalizado y competitivo y han podido aportar riqueza a nuestro entorno es porque han sido innovadores, lo que evidencia que es en ellos donde debemos centrar esos recursos que, como ya he dicho, son limitados y habrá que emplear muy selectivamente. Y es ahí, en la necesidad de acertar en cada paso que demos donde Innobasque debe jugar un papel protagonista; la Agencia Vasca de la Innovación debe asumir el rol de impulsor de la innovación en el largo plazo y ayudar a poner el foco estratégico en los ámbitos en los que Euskadi tiene capacidad de ser referente.

Esa es la última certeza que quiero aportar desde esta tribuna; el compromiso de servicio de Innobasque para ayudar al conjunto de la sociedad a afrontar con éxito la transformación que viene.