Estíbaliz Tello

El comercio vincula a la sociedady conecta a las personas

Desde que el pasado 13 de marzo el lehendakari Iñigo Urkullu declarara la emergencia sanitaria en Euskadi, apenas pasaron 24 horas cuando llegó el tsunami: el presidente Pedro Sánchez anunció el Real Decreto por el que se declaraba el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el coronavirus (Covid-19). La necesidad imperiosa de frenar su propagación nos llevó inevitablemente a la paralización de todo un país.

La adquisición de alimentos, bebidas, productos y bienes de primera necesidad, así como su abastecimiento y suministro, se han convertido en cuestiones de extrema necesidad durante esta cuarentena. Es ahí donde los comercios de proximidad, a los que Euskomer representa, están realizando un esfuerzo notable, prestando un servicio esencial pese a los riesgos que supone, tanto para sus responsables y personal como para sus propios clientes, estar expuestos al contagio de la enfermedad. Una circunstancia que se ha asumido con absoluta entrega y profesionalidad, y por supuesto, merecedora también del reconocimiento de los balcones, como así ha estado sucediendo desde que comenzó la crisis.

Estamos en una situación excepcional en la que las personas consumidoras deben realizar los desplazamiento indispensables y en el menor tiempo posible. Estas son la circunstancias que permiten valorar cuánto nos aporta el comercio de proximidad. Un comercio que siempre ha estado ahí, en cada calle, en cada barrio. Por eso no está de más recordar que cerca de cada casa hay un comercio al que acudir. Cuando más cerca, mejor.

No obstante, este tipo de negocio que tiene levantada la persiana representa un pequeño porcentaje del total de establecimientos comerciales de la Comunidad Autónoma del País Vasco. Además, está facturando entre un 60% y un 70% menos que en una situación normalizada.

En este mismo escenario, nos encontramos con una mayoría de negocios que se han visto obligados a cesar totalmente su actividad. A nadie se le escapa lo que puede suponer no tener ingresos y tener que seguir soportando numerosos gastos. Las consecuencias que está generando el estado de alarma les hará muy difícil volver a la normalidad. Incluso, muchos de ellos, no conseguirán reabrir sus puertas a la clientela. Sin duda está en juego su propia supervivencia.

La inmensa mayoría de los pequeños negocios son proyectos familiares, autónomos sin asalariados o microempresas con muy pocos empleados y, como ocurre con el perfil general, la mitad no tienen capacidad financiera para aguantar más de un mes sin ingresos.

Y no resulta sencillo encontrar soluciones. Algunas organizaciones incluso han puesto el acento en establecer negociaciones que permitan aminorar el pago de los alquileres, pero no es una solución fácil porque no todos los propietarios de locales son fondos de inversión sino pequeños ahorradores e incluso antiguos comerciantes que dependen de esa renta para salir adelante.

De ahí la importancia del apoyo que deben brindar las distintas Administraciones e Instituciones públicas, trasladando al comercio minorista y a los autónomos ayudas eficaces, moratorias de tasas e impuestos sin intereses, apertura de líneas de créditos e incluso microcréditos. Si no queremos que a la devastación sanitaria le siga una catástrofe económica, se necesitan medidas contundentes y sostenidas en el tiempo.

También será necesario repensar modelos que permitan una competencia en igualdad de condiciones instaurando, por ejemplo, métodos de control fiscal más eficientes en la venta online y, en estos momentos de confusión, solicitar que no se vendan por internet productos que no sean de primera necesidad. Muchas de esas compras no tributarán en nuestro país y no podrán sumar para la necesaria recuperación económica.

El comercio minorista, que no pequeño, se encuentra en un evidente estado de fragilidad y esta epidemia sanitaria y sus consecuencias pueden ser la puntilla que deje a más de uno en el camino. Es de imperiosa necesidad arrojar luz de esperanza a un futuro hoy incierto, haciendo incluso un llamamiento a la conciencia social mediante grandes campañas de sensibilización para que, una vez superado el estado de alarma, la ciudadanía se convierta en el eje central de la revitalización del comercio de proximidad.

Un sector que, incluso en situaciones criticas, está siempre al lado de la ciudadanía y que ahora espera, una vez superada esta crisis, que se le reconozcan sus atributos sociales y socioeconómicos.

Es de vital importancia comprender que el 80% del valor de un negocio, se realiza en sus establecimientos, en el cara a cara, aunque la transacción pueda cerrarse por cualquier otro canal, y por ello reivindicamos algunas medidas como rehabilitación de las temporadas oficiales de rebajas 15/08 y 15/02; apoyo incondicional a la dinamización comercial en calle; perseguir y penalizar la mala praxis de promociones, ofertas y liquidaciones; recompensar en términos fiscales al comercio local ejemplar, aquel que es legalmente respetuoso con toda la cadena de valor en la que participa e incluso las compras realizadas en estos establecimientos podrían desgravar para el cliente.

Es el momento de hacer esta reflexión antes de la implantación del Ticketbai y de vincularlo a la responsabilidad de las decisiones de compra de cada consumidor.

Lo que el Covid-19 también nos ha dejado ver, desde una tan privilegiada como indeseada primera fila, es lo que pasaría en nuestras ciudades y pueblos si no existiera el comercio. Es más que una cuestión de interés económico. El comercio vincula a la sociedad y conecta a las personas.