Noemí Díez Cebamanos

Cumbres borrascosas

Si algo está marcando el fin del período estival, además de la vuelta al cole, es la nueva oleada de contagios de coronavirus en la Zona Euro -que llega antes de lo previsto- unido al alza del euro. Tras un rebote incipiente con la etapa de desconfinamiento, las señales que llegan es que la situación se empieza a estancar y los niveles de incertidumbre y riesgos, siguen siendo altos.

El alza del euro y el reciente movimiento de la Reserva Federal han marcado el tono de la última reunión del BCE. Christine Lagarde se mostró impasible tras la última reunión del Banco Central este mes de septiembre: no pretende controlar el tipo de cambio.

La entidad máxima, aunque ha revisado ligeramente al alza las previsiones de crecimiento para la Zona Euro para los próximos 3 años, mira con cautela el último dato de inflación revelado que ha posicionado el crecimiento anual de los precios en negativo (-0,2% en agosto) frente a un objetivo del Banco Central del 2%. Para más inri, la inflación subyacente (aquella que elimina elementos más volátiles como la energía y alimentos) se reducía con fuerza hasta el 0,4%.

La escasez de entendimiento para acordar políticas comunes entre los miembros de la UE al comienzo de la pandemia, llevó al euro a tocar suelo este año, poniendo en tela de juicio la moneda única. El euro se dio literalmente la vuelta a medida que el plan de recuperación común fue tomando forma y acuerdo entre los diferentes países, para luego tomar fuerza una vez que el acuerdo era secundado y aprobado. Las revisiones al alza del PIB en países como Alemania y la confianza en las políticas económicas fueron utilizadas para explicar la fuerte revalorización reciente.

La llamativa fortaleza del euro está suscitando cierta incomodidad entre los miembros del BCE y es que todo apunta a que esto no estaba del todo contemplado en la hoja de ruta. El fuerte avance sin descanso en Estados Unidos del Covid-19 y la incertidumbre aportada por las cercanas elecciones en el país han contribuido a la debilidad del dólar, lo que ha llevado a que el euro haya llegado a superar 1,20 dólares en alguna sesión.

El temor se sustenta en que la fortaleza del euro hace que las exportaciones europeas pierdan atractivo, lo que debilita la demanda externa -importaciones de bienes y servicios europeos por parte de otras economías- y a su vez desestimula directamente la inflación.

¿De qué depende la apreciación de una moneda? En general la apreciación o depreciación de una divisa libre como el euro depende fundamentalmente del atractivo de los activos denominados en euros frente al resto de activos denominados en el resto de divisas, así como de la oferta de euros respecto a otras divisas en mercado. En definitiva, que todo es relativo y de algún modo está interconectado. Bendita ley de la oferta y la demanda.

Si una economía posee un mayor potencial de crecimiento -Zona Euro frente a Estados Unidos-, los flujos de capitales pondrán el foco en la economía que presenta ese mayor perfil económico y por ende de mayor rentabilidad. Con este escenario la demanda de euros se incrementa para poder adquirir dichos activos, lo que hace presionar al alza el tipo de cambio frente al resto de divisas que los inversores están vendiendo.

El entorno económico ha dejado un complejo papel para el BCE. El mismo no esconde la preocupación por la fortaleza reciente del euro, y aunque no se cansa de hacer hincapié en que el tipo de cambio no forma parte de los objetivos del BCE sino que su objetivo se centra en la inflación, es indudable que la preocupación no ha pasado desapercibida, especialmente ante las presiones políticas recibidas.

Si la retórica e intervención verbal fue capaz de funcionar y hacer clic en los mercados, todo tiene un límite y bajo la situación actual es posible que se necesiten más hechos y acción. Por el momento parece difícil que el BCE fije como objetivo el tipo de cambio o intervenga directamente en el mercado de divisas.

Existe cierta controversia de si verdaderamente el BCE tiene el arsenal de medidas agotado o será capaz de sorprendernos cual ilusionista. Todo apunta a que el BCE extenderá el programa de compras de deuda -con un potencial de compra de 2,35 billones de deuda- puesto en marcha con la pandemia desde mediados de 2021 hasta finales de año, aunque es factible que el movimiento lo deje para diciembre. Bien es cierto, que esto no debería sorprender en exceso al mercado. Sin embargo, esta opción tendría un resultado incierto sobre el tipo de cambio.

Las cantidades ingentes de dinero que los bancos centrales están inyectando en los mercados vía compra de deuda junto con la reducción de los tipos de referencia en mínimos con una actuación unánime a un lado y otro del Atlántico, hace que el impacto sobre el tipo de cambio sea un tanto difuso. En este sentido, la Fed, que ha partido de unos tipos de interés superiores y de un proceso de adelgazamiento de balance más avanzado, es indudable que cuenta con mayor margen para actuar con agresividad si fuera necesario y su divisa lo demandase.

La Fed anunciaba tras su última reunión que, aunque su objetivo explícito sobre la inflación se mantendría en el 2%, actuará con una mayor flexibilidad en una situación como la actual de total atonía en el crecimiento económico, permitiendo tasas de inflación por encima del límite citado. Este movimiento otorga un mayor margen de maniobra y factiblemente consagrando una larga era de “dinero barato”.

¿Estamos ante un cambio de paradigma de la política de la política monetaria de los bancos centrales? El entorno de tipos bajos obligará a los inversores de capitales a correr más riesgos a cambio de rentabilidades dignas, el tiempo nos dirá si una asignación ineficiente provocará nuevas burbujas financieras.