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Un momento histórico y lleno de oportunidades para la gestión activa

La fiebre por la gestión pasiva está cambiando algunas cosas de forma profunda y definitiva. Para el bolsillo del inversor, la más relevante es el abaratamiento del precio que pagará a quienes gestionen su cartera. El cliente analizará, cada vez más, con lupa las rentabilidades que obtiene gracias a la gestión activa -que, por otro lado, no siempre es tan activa- y a cambio de qué comisiones. En España, la diferencia entre los costes de la gestión activa y los de un indexado supera el punto porcentual. De media, invertir en un roboadvisor supone darle un mordisco de un 0,8% a la rentabilidad, mientras que los gastos corrientes de los fondos de bolsa global y española en los que al menos un 60% de la cartera está descorrelacionada de su índice de referencia -es decir, que pueden considerarse activos- representan un zarpazo del 1,94%, según los datos de Morningstar.

El cambio de mentalidad que se está produciendo es profundo, ya que cada vez más inversores jóvenes -muchos millennials están entrando al mercado- optan por comprar ETF (fondos cotizados) o indexados que se limitan a replicar a un índice y que en los últimos años han batido de forma recurrente a la gestión activa. En Estados Unidos, entran a través de brókers como Robinhood, libres de comisiones, y en España ya hemos visto lo impensable: gente haciendo cola para abrirse una cuenta en un bróker digital.

Realmente, esta revolución en costes que está protagonizando la gestión pasiva no hace sino beneficiar a aquellos inversores que confían en el trabajo de los gestores activos. La gestión activa es la única que sabe lidiar con escenarios tan adversos como el actual, y no le quedará más remedio que ser más barata. La fórmula hacia la que se dirigirá el sector, según apuntan los expertos consultados, es la de menos costes fijos y más comisión de éxito: esta modalidad, que liga la retribución de la gestora con la rentabilidad que obtenga el fondo -y al hecho de que logre o no batir a su índice-, todavía es muy poco utilizada en España, y su aplicación permitiría alinear el interés de la entidad con el del cliente. También tiene sus contras, como, por ejemplo, la posibilidad de que el gestor asuma más riesgos de los necesarios por perseguir esa comisión. Ninguna fórmula es perfecta.

Lo que está claro es que este brutal 2020 ha traído consigo un mercado tremendamente interesante para los gestores activos. La selección de valores de calidad seguirá ofreciendo oportunidades históricas para entrar en compañías a precios atractivos, y este es un clarísimo momento para ello. Al mismo tiempo, el sector se ha dado cuenta de que necesita revisar su modelo y reinventarse. Especialmente, las firmas independientes, que, al no tener un gran grupo financiero detrás, tienen más libertad para realizar una gestión realmente activa, pero también son más vulnerables.