Eduardo Brunet

La nueva normalidad tras el Covid-19 será verde

La sociedad ha puesto todos sus recursos al servicio de la lucha contra el Covid-19 y sus consecuencias devastadoras, como no podía ser de otra forma. La respuesta a la pandemia es un ejemplo de que la humanidad es capaz de luchar hombro con hombro por su supervivencia.

El Covid-19, como todas las pandemias que le han precedido, es un fenómeno coyuntural. No sabemos cuándo, pero la superaremos. La pregunta del millón es “cuándo volveremos a la normalidad”. Si por normalidad entendemos el mundo tal y como lo conocíamos, la respuesta es “nunca”. Y tampoco deberíamos aspirar a ello. Debemos aspirar a regresar a un mundo mejor.

La normalidad anterior nos trajo el cambio climático, la mayor amenaza para la supervivencia de la humanidad. El cambio climático es estructural y amenaza a lo único verdaderamente too big to fail: la Tierra.

En la normalidad anterior, se había avanzado significativamente en el reconocimiento de la magnitud y la gravedad del problema, en la identificación de sus causas y en la decisión de actuar. Sin embargo, la acción no ha sido todavía lo suficientemente efectiva. Las declaraciones del estado de emergencia climática, los ambiciosos objetivos de descarbonización y otras compromisos y manifestaciones de intenciones son un paso importante y necesario, pero solo un primer paso en un camino que hay recorrer a toda prisa para detener la cuenta atrás de un cambio climático irreversible.

La disrupción que representa el Covid-19 trae aparejadas amenazas para la lucha contra el cambio climático, pero también oportunidades. Si somos capaces de aprovecharlas, nos permitirán recuperarnos y, a la vez, avanzar al ritmo necesario en el combate contra el calentamiento global.

El cambio climático y la sucesión de enfermedades infecciosas que pronostica la comunidad científica no son fenómenos aislados. La Organización Mundial de la Salud, en su informe Cambio climático y salud, afirma que “en todo el mundo hay una escalada en muchas enfermedades infecciosas, incluidas algunas de reciente aparición. Esto refleja los impactos combinados de los rápidos cambios demográficos, ambientales, sociales, tecnológicos y de otro tipo en nuestra forma de vida. El cambio climático también afectará a la aparición de enfermedades infecciosas”.

Con un tercio de la población mundial confinada y la actividad productiva en mínimos, las emisiones mundiales de CO2 han descendido un 30%. Este descenso es anecdótico, pero es un ejemplo irrefutable del daño de la actividad humana sobre el medioambiente. Desgraciadamente hay factores de riesgo que apuntan a un rebote de las emisiones hasta niveles superiores a los previos a la pandemia si las economías mundiales caen en la tentación de buscar una recuperación inmediata a cualquier coste, incluso si este coste es innecesario. China y Estados Unidos ya han anunciado una relajación de sus exigencias medioambientales a las empresas como parte de sus programas de rescate económico.

La tesis detrás de estas medidas es errónea, ya que considera los esfuerzos en sostenibilidad exclusivamente como un coste y no considera la generación de riqueza fruto de un giro hacia la sostenibilidad.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, resumía en el Parlamento Europeo su programa de gobierno afirmando que “el Pacto Verde Europeo es nuestra nueva estrategia de crecimiento; una estrategia para un crecimiento que devuelve más de lo que toma”. Estas palabras adquieren aún más sentido ahora que la economía mundial tiene que recuperarse del mayor golpe que ha recibido jamás.

Las medidas fiscales, monetarias y de protección social adoptadas en todo el mundo son medidas paliativas necesarias para minimizar los efectos del Covid-19 pero no serán suficientes para garantizar la recuperación.

La descarbonización es la mayor fuente de crecimiento económico con la que contamos. Solo el Pacto Verde Europeo contempla la movilización de un billón de euros hasta 2030. Las estimaciones más conservadoras de los efectos de la aprobación del New Green Deal en EEUU apuntan a la creación de 1,4 millones de empleos anuales entre 2020 y 2030.

Los gobiernos de 13 países de la Unión Europea así lo han manifestado en una carta a la Comisión Europea en la que señalan que el Pacto Verde Europeo “nos brinda la hoja de ruta para tomar las medidas adecuadas para responder a la crisis económica y transformar Europa en una economía sostenible y neutral desde el punto de vista climático”

En España, por ejemplo, hacen falta inversiones por 85.000 millones de euros para cumplir los objetivos de eficiencia energética establecidos por la Unión Europea para 2030, de los que 40.000 millones corresponden a la eficiencia energética en edificios, según el Ministerio de Transición Ecológica. La CEOE, por su parte, estima que la actuación en 250.000 viviendas al año generaría 135.000 empleos directos. Hay una enorme cantidad de capitales privados a la búsqueda de oportunidades de inversión estable a largo plazo, como la rehabiltación energética de edificios, por lo que se pueden alcanzar esos objetivos, generar empleo y contribuir a detener el cambio climático sin recurrir a las arcas públicas.

Los gobiernos tienen a su alcance tomar las medidas que creen las condiciones para que el motor del crecimiento de la transición ecológica desarrolle toda su potencia para superar el profundo bache en el que se ha sumergido a la economía. Es la forma más eficaz de alcanzar la normalidad, una nueva normalidad que será verde o no será.