Pablo Toral

La crisis climática y la vida en serio

Este año será recordado, de modo infausto, por ser el de la propagación de la pandemia causada por el Covid-19. Este virus, que parecía tan lejano, con sus primeros casos en Wu-Han hace ahora un año, llegó más o menos en marzo a nuestro país. El virus no solo nos vuelve locos, como expresa en su ensayo el filósofo Bernarde-Henri Lévy, sino que, además, nos hace vulnerables y es letal para muchos. No obstante, el año se cierra con la esperanza de que, en 2021, se logrará domeñar al virus, al ser muchas las vacunas en las últimas fases de prueba y alguna, de hecho, ya se empieza a suministrar en algunos países.

En 2020 se ha vivido mucho, quizás demasiado, también en el sector energético. El Gobierno declaró la “emergencia climática” a principios de año. Después, el coronavirus irrumpió en nuestra vida y la OMS declaró en marzo que el “Covid-19 puede considerarse una pandemia”. El año se cierra con la petición de la ONU a los Gobiernos de que declaren el “estado de emergencia climática” en la cumbre virtual que celebraba el 5º aniversario del Acuerdo de París.

Cabe comentar que, junto a la emergencia sanitaria que comporta el virus, hay otra emergencia que, por cierto, viene de atrás, la climática ¿Cuál es la relación entre el coronavirus y la crisis climática? Los expertos consideran que mucha, puesto que la enfermedad tiene un origen zoonótico. Luego tiene y mucho que ver en el modo en que los humanos nos relacionamos con el medio y la biodiversidad.

El cambio climático fomenta la aparición y propagación de patógenos. Los investigadores afirman que la crisis climática aumentará la abundancia de patógenos y, por tanto, el desarrollo de pandemias. Debiera de alertarnos lo dicho por la consultora The Eurasia Group: “el coronavirus desviará la atención global y los recursos para abordar el cambio climático”.

Son cada vez más las evidencias que muestran que coronavirus y cambio climático son vasos comunicantes, lo que se escatima en uno repercute en el otro. En este sentido, un informe elaborado por académicos y recién publicado por The Lancet Countdown, muestra que los indicadores de salud vinculados al cambio climático empeoran y piden alinear recuperación de la pandemia con recorte de emisiones. Al tiempo, los recursos de los países son cada vez más limitados. Si bien, el nuevo instrumento de recuperación, Next Generation EU, dotado con 750.000 millones de euros, finalmente aprobado por el Consejo Europeo el 10/12/2020, con más que iniciales resistencias de Hungría y Polonia, supone algo más que un balón de oxígeno.

Paralelamente, la litigación climática ha irrumpido con gran fuerza no solo en España: en La Haya se acaban de iniciar las audiencias del proceso contra Royal Dutch Shell impulsado por una ONG holandesa, Amigos de la Tierra, junto con otras seis organizaciones y 17.379 co-querellantes. En abril la organización ecologista demandó a la empresa Shell para obligarle a abandonar las actividades que perjudican el clima.

En Inglaterra, en febrero, los jueces paralizaron la ampliación del aeropuerto de Heathrow invocando la crisis climática, porque el proyecto no tuvo en cuenta el Acuerdo de París. Además, hace unos días la justicia británica ha establecido un precedente histórico al atribuir la muerte de una menor, Ella Kissi-Debrah, al aire contaminado. Además, seis jóvenes han demandado a 33 países, entre ellos España, para que presenten planes más serios contra el calentamiento ante el TEDH. En nuestro país, el pasado septiembre se conoció que Greenpeace, junto con Oxfam Intermón y Ecologistas en Acción, habían iniciado un litigio contra el Gobierno por inacción climática ante el TS.

La pandemia y el cambio climático desvelan nuestra vulnerabilidad: España no cuenta con el marco normativo idóneo y resulta perentorio que la normativa en tramitación permita sentar las bases para el proceso de transición energética y descarbonización. El consenso debiera ser posible y el debate ideológico debe de orillarse.

Son muchos los frentes que amenazan el año 2021 y todos importantes. Normativa reciente, como el Real Decreto 960/2020 por el que se regula el régimen económico de energías renovables para instalaciones de producción de energía eléctrica que establece un nuevo marco para futuras instalaciones renovables o la Orden TED/1161/2020 por la que se regula el primer mecanismo de subasta para el otorgamiento del régimen económico de energías renovables y se establece el calendario indicativo para el periodo 2020-2025, parecen dar señales positivas para la descarbonización, pero es preciso más normativa que nos alinee con los objetivos de la UE y dar mayor certidumbre a todos los sujetos intervinientes en el sector eléctrico, incluidos los consumidores.

La ecuación es difícil y solo se resolverá desde la seguridad jurídica. Vamos en la buena dirección: en noviembre se conoció que España regresaba, tras casi diez años, al top ten de los países más atractivos para la inversión en energías renovables, según el informe Renewable Energy Country Attractiveness Index de EY. Además, en diciembre, se ha confirmado un año récord de producción con renovables al cubrir el 43% de la demanda, y en la Cumbre digital de la ONU sobre el clima en España se ha marcado un ambicioso objetivo: las renovables deberán cubrir el 97% del consumo eléctrico en 2050. Pero el año termina sin aprobarse la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Los retos son enormes.

Que la vida iba en serio, como dijo el poeta Gil de Biedma, uno lo empieza a comprender más tarde. La crisis climática también va en serio y, a lo mejor, no habrá oportunidad para llegar a comprenderlo más tarde.

En 2021, España debe asentar algo más que las bases para aspirar a la neutralidad climática en 2050. La vida va en serio y las crisis sanitaria y climática nos lo recuerdan cada día.