Guillermo Prada

Cómo sobrevivir a las dificultades financieras de tu empresa

Aunque la mayor parte de las compañías españolas lidiarán sin problemas estos tiempos de incertidumbre, es indudable que las que hayan contemplado todos los escenarios posibles tendrán mayores probabilidades de superar con éxito la situación actual. Este ejercicio de anticipación resulta ineludible para las empresas que estén atravesando dificultades financieras de una magnitud suficiente como para amenazar la continuidad de sus actividades y, muy especialmente, para aquellas firmas que, antes de la pandemia, ya se encontraran en una situación delicada que les haya impedido acceder a los apoyos públicos o que les hayan resultado insuficientes.

Conocer los principios que guían una reestructuración profesional también resulta de interés para las empresas con una situación financiara sólida, no sólo porque pueden verse comprometidas por las dificultades de sus clientes o proveedores -y por tanto les conviene conocer las posibilidades que tienen estos de encarar su situación- sino porque, como en toda situación de crisis, pueden surgir oportunidades para adquirir negocios a los que aportar valor, mejorando la gestión o proporcionando los fondos necesarios para estabilizar la situación hasta que el mercado se recupere. De acuerdo a nuestra experiencia, las probabilidades de superar una situación negativa se maximizan configurando un pequeño grupo de especialistas, que reúna conocimientos financieros, jurídicos y de comunicación, con el que conseguir una mayor agilidad debido a la centralización en la toma de decisiones. En las empresas más pequeñas este equipo puede integrarse por la dirección y sus asesores habituales, pero siempre es recomendable incorporar una firma especialista en reestructuración con referencias contrastables.

Por otra parte, es fundamental que cualquier empresa realice una permanente monitorización de sus constantes vitales. Esto implica contar con información financiera fiable, actualizada de forma semanal y que incluya una previsión de tesorería a 90 días, para realizar un diagnóstico y guiar el proceso de reestructuración. Asimismo, es necesario controlar el resto de indicadores de gestión de la empresa y establecer prioridades para los suministros críticos, manteniendo una comunicación constante con clientes y proveedores que permita intuir su predisposición a prestar apoyos a la compañía. De la misma forma, verificar el cumplimiento de los aspectos formales relacionados con la contabilidad para aquellas compañías con cuentas no auditadas se vuelve imprescindible para evitar las consecuencias negativas que podrían acarrear las irregularidades. Por último, para monitorizar las constantes de la compañía es esencial identificar la situación de las obligaciones tributarias, laborales y societarias, tanto formales como de pago. Otro de los factores elementales es resistir a toda costa la tentación de llevar a cabo actuaciones ajenas a la operativa habitual sin asesoramiento previo ya que, en caso de insolvencia judicial, pueden ser anuladas y además acarrear responsabilidades personales.

Por supuesto, es imprescindible preparar con minuciosidad los documentos clave para conocer con precisión qué obligaciones económicas y de otro tipo tiene la empresa y con qué medios puede contar para afrontarlas. Por ejemplo, la relación de los acreedores de la compañía debe incluir información precisa sobre el origen, el vencimiento, las garantías otorgadas, los eventuales litigios, así como la disposición a negociar y la relevancia para el funcionamiento de la empresa que tenga cada uno de los suministradores. Igualmente, la preparación de un inventario detallado de bienes y derechos -conciliado con la contabilidad, pero valorado a precios de mercado- puede poner de relieve que algunos activos quizá no sean necesarios para mantener la actividad. Entre los derechos debe mantenerse el seguimiento constante de los cobros frente a clientes, mientras que la relación de eventuales litigios en curso debe completarse con un listado de los contratos en vigor que tenga la empresa.

Asimismo, aunque el equipo gestor de la compañía tendrá desde el inicio un diagnóstico inicial de la situación -presumiblemente un desplome de los ingresos, una interrupción en los suministros o un incremento de los gastos- y un objetivo esbozado -reducir gastos, obtener facilidades de los acreedores o, en caso de no ver viable el negocio, cerrar ordenadamente para evitar responsabilidades- es oportuno contrastar ambos aspectos con un asesor experto. Este aportará un punto de vista basado en el análisis de datos y ayudará a generar alternativas, porque es habitual que los empresarios sean víctimas del desánimo y vean con excesivo pesimismo su propia situación. Tampoco es extraña la situación opuesta en la que el apego de los fundadores a la empresa les impida reconocer que las posibilidades de supervivencia son remotas.

Por otra parte, es posible que los propietarios prefieran comenzar desde cero y dedicar sus recursos a otros proyectos, de modo que, siendo viable acometer una reestructuración, prefieran vender o incluso cerrar el negocio. En este último caso, es importante que un asesor ayude a limitar los riesgos para los gestores. El gestor debe elegir entre estas opciones para determinar qué camino quiere seguir. En caso de seguir con la actividad, será necesario preparar un plan de viabilidad coherente con la información económico-financiera disponible. Aun así, tanto si se decide continuar como cerrar, es necesario preparar un plan de liquidación. Este plan permitirá estar preparados por si el plan de viabilidad se frustra y también otorgará argumentos con los que convencer a los acreedores de que les resulta preferible aceptar quitas y esperas sobre las cantidades debidas que acometer una liquidación.

En cualquier caso, todos los gestores que elaboren un plan de acción deben tener en cuenta que un juzgado no es un sitio concebido para reflotar empresas, sino para proteger derechos y resolver conflictos cuando no queda otra alternativa. Por tanto, cuando sea necesario acudir, debe hacerse con los deberes hechos para estar allí el menor tiempo posible, especialmente en un escenario de saturación como el que podemos encontrar a principios de año. Esto se traduce en que es preferible utilizar el tiempo de descuento que ofrece la comunicación previa de negociaciones al juzgado no para empezar a preparar la documentación, sino para intentar alcanzar un acuerdo de refinanciación, una propuesta anticipada de convenio o acordar la transmisión de alguna unidad productiva que se pueda salvar en un escenario de liquidación. De tal forma, creemos que es preferible acudir al juzgado para culminar los procesos anteriores o cuando no quede otro remedio porque sea inviable continuar con la actividad empresarial.