José Joaquín Gómez Alarcón

Ecologistas en actitud carroñera

El pasado jueves 19 de marzo de 2020, Día del Padre y festividad de San José, durante una de las jornadas más tristes y trágicas de toda la historia de España a causa del nuevo coronavirus, un grupo de organizaciones ambientales estatales (Amigos de la Tierra, Greenpeace, SEO/Birdlife y WWW España) emitían a primera hora de la mañana un comunicado conjunto pidiendo al Gobierno su compromiso con una verdadera transición ecológica en la planificación y gestión del agua para afrontar el cambio climático. ¿¿¿¿¿?????

El fondo, como todo en la vida, es discutible. Están en su derecho de pedir precisamente ahora que se descarten infraestructuras hidráulicas, moratorias a nuevos regadíos, concesiones de agua y mejoras en el control del uso ilegal de agua, así, en general. Ahora, el momento es sangrante, por no decir otra barbaridad.

Mientras millones de españoles y de personas en todo el mundo estamos confinados en nuestros hogares realmente preocupados, y mientras sus sospechosos habituales, esos agricultores y ganaderos que se están dejando y jugando la vida por que sigamos abastecidos de alimentos, además de colaborar con ayuntamientos en desinfección de las calles y otras muchas acciones, estas organizaciones piden que se implanten medidas contra el cambio climático, al amparo del Día Mundial del Agua. Flipante, por no decir otro exabrupto.

Cuando la preocupación básica, después del estado de salud propio, de familiares y allegados, es el abastecimiento de alimentos, ponen en duda, por enésima vez, el buenhacer de agricultores y ganaderos, que siguen a pie de campo trabajando como sector fundamental, básico y primordial de esta España que se desangra. Que bajeza.

Desgraciadamente -por el motivo-, está quedando patente la vital y fundamental necesidad del abastecimiento de alimentos a la sociedad en su conjunto. Esa labor siempre es compleja para agricultores y ganaderos, pues históricamente se han enfrentado con trabas y problemas como los bajos precios; el aumento de los costes de producción sin que posteriormente incidan en lo que reciben por sus productos; las inclemencias meteorológicas; la falta de relevo generacional en sus explotaciones; la despoblación que azota a la mayoría de zonas rurales o la escasez de mano de obra, que en esta crisis del coronavirus se empieza a notar especialmente y confiemos en que no suponga dificultades graves a la hora de recolectar cosechas de diversos cultivos en varias zonas de España.

Además, en los últimos años la gran mayoría de los agricultores y ganaderos han hecho un enorme esfuerzo económico para mejorar y modernizar sus explotaciones. En el caso del regadío se han introducido nuevas técnicas, mucho más eficientes y de ahorro energético, y se han reconvertido los cultivos, especialmente hacia los leñosos -viña, olivar, pistacho, almendro, etc.-.

Pero ahora, en un momento como este, toda la sociedad se percata, de golpe, abruptamente, de la importancia de que en sus puntos habituales de compra siga habiendo de todo, sí, de todo, con marcas, calibres, calidad y variedades incluidas. Es lógico, depender ahora mismo de productos de terceros países, incluidos muchos europeos, genera una gran incertidumbre ante la situación mundial provocada por la pandemia del coronavirus.

Por eso, es fundamental proteger a los productores del sector primario, la base de la cadena, el origen que propicia todo lo demás y que culmina en los hogares, tras su transporte, manipulado, almacenamiento y venta. La falta de la mayoría de estos productos básicos en la cesta de la compra diaria acabaría con un país como este en pocas semanas. De ahí que se debe ya considerar a agricultura, ganadería y pesca como sectores esenciales de la economía española, y reconocerlos como tal, de nada sirve ponerles un título en cualquier documento oficial si después no se les trata acorde a su catalogación e importancia.

Y la sociedad, ahora sí, se ha dado cuenta de la importancia de estos productores -igual que la de todos los sanitarios, farmacéuticos, Cuerpos de Seguridad del Estado, Ejército, transporte, personal de limpieza, trabajadores de comercios abiertos, etc., etc., etc.- y en lo que al abastecimiento se refiere duermen tranquilos sabiendo que al día siguiente van a encontrar una gran cantidad de alimentos de calidad en tiendas, supermercados, comercio, etc.

Por eso, mientras toda la sociedad aplaude desde sus balcones a agricultores y ganaderos por su esfuerzo, o les vitorean cuando desinfectan voluntariamente las calles de sus pueblos a bordo de sus tractores, Amigos de la Tierra, Greenpeace, SEO/Birdlife y WWW España -que quede claro quiénes son- piden mecanismos de reducción progresiva de regadío en los territorios donde se hace ambientalmente insostenible su futuro.

Esta petición es excesivamente ligera: hay que regar menos para combatir el cambio climático, así sin más. En estas primeras semanas de coronavirus, en las que agricultores y ganaderos han proseguido con su actividad diaria, al estar autorizada por el Gobierno, diversos estudios recogen una gran reducción de numerosas emisiones de gases contaminantes, así como una clara mejora de la calidad del aire, principalmente en las ciudades, porque en los pueblos suele ser buena, justo donde se ubican la mayoría de explotaciones agropecuarias. A ver si es que va a resultar que los excrementos del ganado vacuno, por ejemplo, van a contaminar menos que el transporte por carretera o el tráfico aéreo. Otros dicen lo contrario.

Es cierto que la política del agua nacional necesita muchos cambios; que entre todos hay que trabajar para mitigar los efectos del cambio climático; que hay que avanzar en el uso correcto y eficiente del agua, etc. Pero vamos a centrarnos ahora en lo que hay que estar centrados, Gobierno de la Nación incluido. Creo que la sociedad española en su conjunto sale cada tarde a aplaudir a estas organizaciones ambientales estatales desde sus balcones. O eso me han dicho.