Carlos Palomar

2020, Año Internacionalde la Sanidad Vegetal

El pasado 2 de diciembre, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) presentaba oficialmente 2020 como el Año Internacional de la Sanidad Vegetal. A través de esta conmemoración, se pretende incrementar la concienciación a nivel mundial sobre la importancia de la protección de la salud de las plantas como herramienta básica e indispensable para contribuir a erradicar el hambre, reducir la pobreza, proteger el medio ambiente e impulsar el desarrollo económico.

En la actualidad, las plantas constituyen el 80% de los alimentos que comemos diariamente, además de generar el 98% del oxígeno que respiramos, lo que permite hacernos una idea de su protagonismo esencial no solo para nuestro bienestar y calidad de vida, sino también para nuestra supervivencia. Sin embargo, a pesar de su importancia, se encuentran amenazadas de forma constante, y cada vez más frecuente, por la aparición de numerosas plagas y enfermedades, sobre las que es preciso actuar con todos los medios a nuestro alcance.

El propio Qu Dongyu, director general de la FAO, destacó en el acto de presentación de este Año Internacional de la Sanidad Vegetal que “las plantas suponen la base fundamental para la vida en la Tierra y son el pilar más importante de la nutrición humana. Pero contar con plantas sanas no es algo que podamos dar por supuesto”.

Hay que tener presente que tanto el cambio climático como nuestro comportamiento como especie están afectando a los ecosistemas del Planeta, dañando su biodiversidad y generando las condiciones propicias para que estas plagas y enfermedades puedan prosperar a una mayor velocidad. Asimismo, los efectos de la globalización, y muy especialmente la mejora en los medios para el desarrollo de viajes y el crecimiento del comercio internacional, facilitan la propagación de estas amenazas en espacios extremadamente alejados de su lugar de origen, lo que influye en la afectación de especies vegetales que no se encuentran preparadas ante estas nuevas amenazas, causando un mayor daño en las plantas autóctonas, tanto para cultivos agrícolas como silvestres.

Por tanto, desde la FAO se considera esencial que, “al igual que ocurre con la sanidad humana o animal, más vale prevenir que curar en el ámbito fitosanitario”. Efectivamente, la sanidad vegetal, como la humana, comienza con la prevención, continúa con la vigilancia y termina, si es necesario, con la curación. Y es aquí donde los productos fitosanitarios juegan un importante papel. Estas soluciones, son a las plantas lo que los medicamentos a las personas, las protegen de las plagas, enfermedades y malas hierbas que las amenazan, garantizando así la rentabilidad de las explotaciones agrícolas y un suministro suficiente de alimentos sanos, seguros y asequibles para todos los consumidores.

El desconocimiento que existe sobre estos productos ha generado una incompresible mala imagen de los mismos, extendiéndose la duda acerca de su seguridad. Nada más lejos de la realidad. La seguridad de los alimentos que consumimos y que han sido protegidos con fitosanitarios está garantizada en primer lugar, gracias al importante esfuerzo que en I+D realizan las compañías que los fabrican -desarrollar una nueva sustancia activa requiere una inversión de entre 250 y 300 millones de euros y cerca de 11 años de investigación-, en segundo lugar, por los estrictos controles de evaluación que deben superar para ser autorizados, y por último, por el correcto uso de que ellos hacen los agricultores, aplicándolos cuando es estrictamente necesario, en su justa medida y siguiendo las indicaciones de la etiqueta del producto y en las dosis prescritas por el técnico asesor.

Desde AEPLA tratamos de comunicar e informar con transparencia sobre la verdadera realidad de la ciencia aplicada a la agricultura, pues como decía Leonardo Da Vinci ‘la ciencia más útil es aquella cuyo fruto es el más comunicable’. 2020 nos brinda la oportunidad de debatir y aportar luz sobre la Sanidad Vegetal, que no por desconocida deja de ser menos necesaria para poder asegurar los alimentos que cada día llegan a nuestras mesas.