Los españoles priman el precio y se olvidan de la calidad en las compras

El último informe elaborado por McKinsey y la patronal europea Eurocommerce sitúa a la población española a la cabeza como los más preocupados por el valor de los productos. Además, el fin de la pandemia a traído consigo un cambio en la mentalidad de los consumidores que destinan más a ocio.

España a la cabeza y supera la media de las grandes potencias europeas. Según el último informe elaborado por McKinsey y la patronal europea Eurocommerce, a seis de cada diez españoles les preocupa el precio de los productos que compran, aunque solo a un 17% le sigue importando la calidad. Sin embargo, ¿es esto algo bueno o denota la preocupación de la sociedad ante el incremento constante de los precios de la alimentación? En otros países, como pueden ser Bélgica o Italia, este porcentaje es mucho menor. De hecho, solo a un 43% de la población belga busca ahorrar dinero con sus compras y solo un 49% de la italiana.

Los hábitos de consumo de los españoles están cambiando. Después de estar encerrados tres meses y salir a un mundo lleno de restricciones, llegó la guerra de Ucrania, la sequía y la inflación, que derivo en un incremento de los precios y en un descenso del nivel de vida de los españoles. En palabras de Juan Carlos Jiménez, profesor de Sociología de la Universidad CEU San Pablo, “el precio marca la compra. En un entorno de crisis económica, la gente tiende comprar cosas más baratas”, que normalmente, están ligadas con las marcas blancas.

Así, los consumidores han cambiado sus firmas tradicionales por su gemelo de marca blanca. Además, este tipo de productos suelen estar relacionados con un menor calidad. “Para las clases medias-bajas de ahora no importa la calidad ni el origen del producto”, asegura el experto en sociología. Asimismo, los clientes tienen ahora un abanico más amplio donde elegir y comparar precios.

Hace 40 años, la mitad del salario se destinaba a la compra del hogar, en especial a la alimentación. Ahora, con unos salarios más bajos y que no crecen al mismo ritmo que el IPC, solo se destina un 30% o un 20%. Esto se debe a los costes de oportunidad. “Cuando cobramos tendemos a destinar una parte del dinero a la hipoteca o al alquiler, otro poco a la alimentación y, por último, lo que sobre, que se dedica al ocio. Aunque ahora este último apartado está relacionado con el tiempo libre, el disfrute y el deseo personal de cada individuo”, informa Jiménez. De ahí, que desde el verano pasado hayamos visto las terrazas de los bares llenos y el turismo nacional se este recuperando.

Al final, salir forma parte de la cultura de vida mediterránea. Todo esto se debe a que existe una mayor gama de alternativas deriva en un mayor reparto del salario para poder satisfacer todas las demanda; además, a esto hay que sumar el efecto pandemia. “Una vez que se levantaron las restricciones de movilidad, la gente tenía ganas de recuperar el tiempo perdido. No obstante, este efecto post-Covid acabará paliándose y no será tan visible ni latente como estos ocho meses de atrás, y se volverán a unos niveles de consumo más moderados”.

Pero, ¿qué pasará cuando la situación se estabilice y se vuelva a la normalidad? ¿A dónde irá destinado ese gasto que se verá reducido? La respuesta más lógica sería el ahorro, ya que si este no existe, no podrá haber una inversión en el futuro ni tampoco consumo; es decir, la economía quedaría paralizada.

El experto del CEU San Pablo es rotundo: “En España falta cultura financiera y solo la tienen las altas clases sociales. En nuestro país se ha tendido a ahorrar comprando casas, de ahí que estallara en 2008 la burbuja inmobiliaria”. Además añade que “la cultura del ocio es clave para nosotros y es imposible estar en una sociedad que no lo consuma. Ya es impensable que una persona no dedique parte de su remuneración a su disfrute personal, ya sea ir al cine, tomar una cerveza o comprarse ropa nueva cada semana”.

La pandemia también ha afectado a la socialización de las personas. “Desgraciadamente estamos cambiando nuestro modo de vida y vamos a un estilo cada vez más solitario, al menos esos son los síntomas que estamos desarrollando ahora”, asegura el sociólogo del CEU San Pablo. Un claro ejemplo es el teletrabajo o el auge del metaverso.

El ocio y la cultura se está virtualizando, ahora desde tu casa puedes ir a un concierto o ver una película. Además de poder quedar para tomar algo con tus amigos desde la nube.

Otro factor del que no somos conscientes, pero que también es un síntoma de una vida más aislada es comer solo o hacerlo frente a un televisor. “Esta es una práctica típica del mundo anglosajón. Nosotros que estamos acostumbrados a ir con prisas a todas partes, parece que el momento de la comida y de la cena son el único rato para compartir nuestro tiempo con otras personas”, indica el sociólogo.