Juan José Balbás, director general de Bodegas Balbás: “Lo único que no se puede comprar con dinero en el mundo del vino es el origen de la uva”

Con más de 250 años de tradición elaborando vinos en la Ribera del Duero, esta empresa familiar fundada en la localidad burgalesa de La Horra, afronta el momento del relevo a su séptima generación abanderando un movimiento que apuesta por la especialización a través de la singularidad que aportan las parcelas a sus caldos.

Venimos de la peor campaña del olivar en años. ¿Cómo se ha comportado el tiempo con ustedes?

No ha sido tan terrible, pero las perspectivas no son buenas si no llegan las lluvias. Las diferencias entre un olivo y una vid son muy pequeñas. Las plantas necesitan agua. Si no empieza a llover con una cierta frecuencia podríamos tener problemas. Si la viña no brota, no hay uvas y no hay vino. Los expertos dicen que en nuestra zona no habrá una gran frecuencia de lluvias.

Algo habitual en el clima de Castilla, ¿no?

En zonas de meseta como en las que estamos nosotros, que son secas y frías, con alturas de entre 800 y 900 metros, los inviernos son muy duros y los veranos muy cálidos. No es que haya grandes cambios, pero está lloviendo menos de lo habitual en estos últimos años y los veranos están siendo aún más cálidos. Hay un cierto cambio climático que no se puede negar.

¿Qué efectos está teniendo en su actividad?

Está alargando los veranos y acortando los inviernos, haciendo que los ciclos vegetativos sean especialmente duros. Para combatirlo hay que aplicar la lógica y buscar una mayor altura con condiciones más suaves. Nosotros ya apostamos por esto hace bastantes años con plantaciones a 940 metros de altitud cuando la media de la Ribera de Duero está entre 820 y 850 metros.

¿Veremos un ‘boom’ inmobiliario a estas alturas en la denominación?

No sé si inmobiliario, pero un boom de las compras y un encarecimiento de los terrenos sí se ha dado. Nosotros no sacamos ninguna varita mágica en su día. La experiencia nos ha enseñado que hay aspectos de la elaboración del vino que no puedes controlar. Uno fundamental es el clima. Hay que adaptarse a los cambios, que siempre son buenos si no te pillan a pie cambiado. El cambio en la climatología está ahí y probablemente sea positivo para elaborar determinados tipos de vino.

¿Se están adaptando las bodegas a este cambio climático?

Lo importante dentro de una bodega no son las instalaciones o las barricas, eso no sirve para nada. Lo realmente importante son las uvas, porque lo que no puedes cambiar es el cultivo de la vid. Hay que ser viticultores antes que bodegueros. Los que nos tenemos que adaptar somos los viticultores. Y hacerlo según las necesidades que presenten los clientes, porque el vino no es más que un producto hedonista que debe proporcionar un placer. No se puede ir en contra de los gustos por un purismo mal entendido. Un error frecuente es pensar que todo lo antiguo es mejor. Los gustos de hace 100 años ya no son los mismos.

¿Cómo se le explica eso a un consumidor que asocia Ribera del Duero a un estilo muy concreto?

Es que es al revés. Es el consumidor el que está forzando el cambio dentro de Ribera del Duero. Hay que adaptarse a las tendencias que marca el consumidor, que es el que siempre tiene la razón.

Según la consultora Kantar, el vino ha sido la categoría de bebidas que mejor se ha recuperado fuera del hogar. ¿Lo han notado?

La recuperación se nota en todos los canales, pero en los últimos 30 o 40 años se ha producido un hundimiento del consumo del vino en España. Y aunque las estadísticas son terribles, con las nuevas generaciones se le ha empezado a dar un nuevo valor añadido al vino. Ha arrancado una evolución. Todo el que va a un restaurante hoy, lo primero que quiere pedir, es la carta de vinos. Hace décadas se podían contar con los dedos de una mano los restaurantes que contaban con un sumiller, algo que hoy es impensable entre los locales que aspiren a tener una cualificación. Existe una demanda por parte del consumidor joven que busca nuevas variedades, experimentar, referencias más especializadas, etc.

¿Han notado una mayor evolución tras la pandemia?

La pandemia aceleró este cambio. De la noche a la mañana nos encontramos con una población encerrada que decidió que tenía que disfrutar de los malos momentos que le había tocado vivir. Hubo quien empezó a comprar arte, a buscar buena comida o vinos de calidad, cosas que antes quizás no tenía tiempo para valorar.

¿Qué cambios vamos a ver en el consumidor en los próximos años?

Muchos, no sé adelantar cuáles. Hay tendencias que nos dan pistas, como el hecho de que el consumidor reclame un producto mucho más especializado, en busca de una mayor singularidad, que sea para él solo. La tendencia va hacia la búsqueda de la exclusividad y la distinción.

¿Cómo casa esa búsqueda de singularidad con un sello tan reconocido?

Un restaurante se hace famoso porque tiene una forma especial de preparar un plato y una bodega se tiene que diferenciar por hacer vinos muy personales y que no se puedan replicar. Para conseguir lo distinto hay que apostar por el origen. La tierra que es la que te va a dar esa singularidad.

Poder contar su historia, ¿también cuenta?

Es fundamental porque trasmite la tradición, el respeto y el amor por lo que haces. Después hay que trasladarlo al producto. Ahí es donde juegan un papel fundamental la uva, la tierra y la parcela. Más allá de la importancia de la innovación, el terroir es lo que aporta la singularidad. Con dinero se pueden comprar barricas o depósitos de acero, construir una bodega de diseño, contratar técnicos, etc., pero lo único que no se puede comprar en el mundo del vino es el origen de la uva. Es una de las grandezas del sector, que hace que un señor, por muy millonario que sea, no tenga garantizado hacer un gran vino.

¿Qué le preocupa más este año, la climatología o los costes de producción?

La climatología, que me puede dejar sin cosecha. El año pasado los costes se incrementaron de manera exponencial entre el 20% y el 30%, algo complicado de trasladar al consumidor y que nos llevó a comernos parte de este sobrecoste. El cliente ha asumido que la inflación está ahí. En nuestro caso, la subida de entre el 15 y el 20% que aplicamos no ha sido un factor para dejar de consumir nuestros productos.

¿En qué momento de internacionalización se encuentran?

Estamos en torno al 50% de nuestras ventas. Somos una de las bodegas más exportadoras de la denominación. Durante la pandemia nos ayudó mucho después de que más del 80% del mercado nacional desapareciera de la noche a la mañana. España es muy importante, pero hay que salir fuera para repartir. Es uno de los espacios donde se puede crecer más. Hay dos mercados naturales para nosotros, el área europea y el Nuevo Mundo, con EEUU y Centroamérica. Y en Asia es donde estamos tratando de empezar a expandirnos.

¿Cómo valoran iniciativas como la del etiquetado del vino en Irlanda?

Mas allá de este tema, que considero un asunto estrictamente fiscal, hay determinadas tendencias dentro de la UE que sí me preocupan. Cuando se empieza a asimilar el vino con un producto de alta graduación, que no lo es, o se dice que tiene que ir con un etiquetado similar al de una cajetilla de tabaco, creo que es romper con 3.000 años de cultura y tradición. No es justo.

¿De qué manera se puede atraer al nuevo consumidor al mundo del vino?

Se están haciendo cosas interesantes con los vinos afrutados y huyendo del concepto más tradicional. Es muy difícil que alguien que se inicie lo haga con un vino de alta expresión. Lo más probable es que no le guste ni lo sepa apreciar y que decida no volver a probarlo. Para atraer a los más jóvenes hay que apostar por unos vinos más frescos y ligeros, como ellos.