El auge de la filosofía ‘Zero Waste’: el plástico no es para los ‘millennials’

El plástico se ha convertido en un protagonista indiscutible en los últimos años. Y también en un problema. Es de sobra conocido por todos que su uso generalizado ha provocado la acumulación de toneladas y toneladas de residuos; y el medio natural ha empezado a decir basta.

En este contexto, la filosofía Zero Waste ha experimentado un auge entre las nuevas generaciones, que intentan reducir al máximo la cantidad de residuos generados a través de prácticas como la reutilización y el reciclaje. De la mano de esta nueva forma de pensar han llegado nuevos hábitos de consumo. En lugar de generar y acumular, los más jóvenes apuestan por el residuo cero.

Entre las prácticas más populares destaca la decisión de optar por productos más duraderos y reutilizables en lugar de aquellos desechables y de un solo uso. Modificar los patrones de consumo es imprescindible, pero ¿por dónde empezamos?

Los millennials, en general, han mostrado un patrón de consumo y compra diferente al de las generaciones anteriores. Su experiencia de compra se basa en buscar, comparar y elegir un producto con una buena relación calidad-precio, personalizado y adaptado a sus gustos y necesidades.

En este sentido, buscan, además, que la marca cuente con una filosofía y valores similares a los propios, valorando las buenas prácticas, la transparencia y la historia de los productos que adquieren. Así pues, buscan marcas respetuosas con el medio ambiente y preocupadas por la sostenibilidad, decantándose por productos eco-friendly y fabricados con materiales reciclados, biodegradables o que, simplemente, puedan reutilizarse durante un largo periodo de tiempo.

Y los datos sustentan este pensamiento, pues tal y como recoge el estudio GlobalWebindex, el 61% de los millennials estarían dispuestos a pagar más por productos que tengan un impacto positivo en el medio ambiente. Comportamiento que también se ve reflejado en la Generación Z y en la Generación X, con un 58% y 55% respectivamente.

Precisamente, y con el objetivo de apostar en materia de sostenibilidad y la reducción de residuos en toda la sociedad, el Gobierno de España puso en marcha este año 2023 el impuesto especial sobre los envases de plástico no reutilizables, como parte de la Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular aprobada en 2022. Este tributo, de 0,45 euros por cada kilogramo de plástico, afecta ya a la adquisición de diferentes tipos de productos, incluidos aquellos que contienen este material en su cierre y los productos plásticos semielaborados para fabricar envases.

Sin duda, se trata de una medida necesaria, ya que día a día usamos una cantidad de plásticos excesiva que pone en peligro tanto al planeta como a nosotros mismos. Hablamos, en definitiva, de un paso obligatorio hacia una sociedad capaz de adoptar un estilo de vida en torno a las tres R: reducción, reutilización y reciclaje, para cumplir con los objetivos de bajas emisiones fijados a corto, medio y largo plazo.

Así pues, el cambio de hábitos en la población es fundamental para luchar contra el cambio climático y asegurar la preservación del medio natural. De esta forma, cada pequeña acción cuenta, incluso el uso de envoltorios sostenibles en vez de materiales como papel de aluminio o plástico, mucho más perjudiciales.

Este tipo de iniciativas son fundamentales ya no solo para los millennials, sino para concienciar a los niños sobre la importancia de cuidar el medio ambiente. Aquí, la colaboración con las administraciones y las escuelas es fundamental para llegar a un público más joven y fomentar la educación ambiental, concienciando sobre el consumo excesivo de estos materiales perjudiciales en su día a día.

Y es que la conciencia ambiental es una tendencia en alza también entre los padres, especialmente aquellos de entre 25 y 34 años, que muestran mayor interés en la educación ambiental en las escuelas.

¿La alternativa? Utilizar envoltorios sostenibles y reutilizables hechos de materiales aptos para el contacto con alimentos, como el Poliuretano Termoplástico (TPU). Se trata de un material que aporta más resistencia y flexibilidad que otros plásticos como el polietileno o polipropileno que también son aptos para uso alimentario.

Y es que, para cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible de 2030, se han de adoptar medidas reales de forma inmediata. Esto va más allá de políticas gubernamentales, y aplica a los hábitos de las personas. Con acciones sencillas como el uso de envoltorios reutilizables se puede contribuir, sin duda, al cuidado del medioambiente.

Pero, sobre todo, la preservación del entorno pasa por convertir las acciones individuales en acciones colectivas, fomentando entre todos este tipo de buenas prácticas sostenibles y dando ejemplo a las generaciones futuras que son las que, al fin y al cabo, disfrutarán del mundo que dejemos.