El reto de la distribución, trabajar unidos frente al populismo
La intención de la ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, de topar el precio de los alimentos, solo puede tener una consecuencia posible: el desabastecimiento. A nadie se le puede obligar a vender sus productos por debajo de coste. Lo único que se conseguiría así es que los retire del lineal. O, peor aún, que obligue al sector primario a vender más barato, con lo que lo acabarían pagando agricultores y ganaderos. Anunciar un tope al precio de los alimentos tiene un componente populista sin cabida legal ni técnica por las restricciones de la competencia. Y apuntarse el tanto, como intentó hacer Carrefour, solo sirve para hacer el juego a Díaz y dejar a los pies de los caballos al resto del sector. La distribución española -en realidad, toda la cadena alimentaria- tiene que trabajar unida en defensa de sus intereses, promoviendo una bajada de impuestos, que sí que sería efectiva y serviría para bajar el precio de los alimentos. Actualmente, hay más de doce impuestos que gravan y encarecen el precio de la comida a lo largo de toda la cadena.
Y lo que es peor, las Administraciones Públicas han acelerado la espiral de costes en el sector. En el último año, las empresas se han visto afectadas en total por más de una treintena de medidas que, según denuncian, encarecen sus costes por distintas vías: más impuestos y cotizaciones, nuevas obligaciones para el ejercicio de su actividad, importantes requerimientos de inversión para adaptar su negocio a la nueva regulación y altos costes de transacción ocasionados por la complejidad y fragmentación de las normas y la ruptura del mercado único.
Y, sin embargo, la distribución sigue conteniendo sus márgenes para evitar la escalada inflacionista. Mientras que el IPC de los alimentos ha subido un agosto un 13,8% interanual, el último dato del Índice de Precios Industriales (IPRI) de alimentación, correspondiente al pasado mes de julio, refleja un incremento del 19%, lo que supone 5,2 puntos porcentuales más. Es decir, que la distribución está estrechando sus índices de rentabilidad, asumiendo un incremento de los costes mayor de los precios a los que están vendiendo al consumidor.
Y no solo es el comercio. Según explican en el sector la industria también está ajustando sus márgenes y el incremento de sus precios obedece a un fuerte aumento de los costes de las materias primas, el ya conocido problema de la energía y del transporte (que en agosto cedió por la bajada de carburantes, pero se mantiene un 11,5% más caro que hace un año). Pese a que la distribución está asumiendo parte del incremento de costes, la subida interanual de los alimentos es la más acusada desde el comienzo de la serie histórica en 1994.