El futuro de la alimentación ocupa un lugar destacado en la COP27

Aunque las conclusiones y acuerdos extraídos de la COP27 sean insuficientes para muchos, la cumbre de este año ha marcado un hito importante. Junto al pionero e histórico acuerdo de “pérdidas y daños” destinado a reconstruir las infraestructuras de los países devastados por los impactos del cambio climático, también es importante destacar que la COP de este año representó otra primicia: se trata de la primera vez que, durante el encuentro, se debate en profundidad sobre los alimentos y el sistema alimentario mundial actual.

Algo que puede llegar a parecer sorprendente ya que la agricultura animal es responsable, según la revista científica Nature Food, del 20% de las emisiones mundiales y no ha sido tratada en previas conferencias, ni siquiera en la del año pasado en Glasgow. El borrador de la COP de este año, recoge que la prioridad principal de los sistemas alimenticios es la de “salvaguardar la seguridad alimentaria, acabar con el hambre y reforzar los sistemas de producción de alimentos que por culpa de los efectos adversos del cambio climático se han visto vulnerabilizados”.

Los conflictos globales vigentes, la realidad de las alteraciones climáticas, el incremento de la vulnerabilidad en la cadena de suministro, una población mundial que sigue aumentando y una demanda mundial de carne que casi se duplicará de aquí a 2050, las proteínas sostenibles, como la carne vegetal o la carne cultivada, son una pieza fundamental para dar respuesta a este reto. Según el CE Delft, en comparación con los animales de granja, este tipo de alternativas tienen el potencial de reducir hasta en un 95% el uso de recursos terrestres, en un 78% el uso de agua, y ocasionar un 92% menos de emisiones climáticas. Además, las proteínas sostenibles podrían satisfacer la creciente demanda mundial de carne, convirtiéndose en una solución duradera y respetuosa con la naturaleza.

Consciente de esto, la carne cultivada estuvo sobre la mesa en más de un sentido durante la COP27. Con la ayuda de Good Food Institute Asia Pacific, la empresa estadounidense GOOD Meat organizó una serie de degustaciones en las que los delegados y periodistas -así como los líderes climáticos de nueve países- pudieron probar por sí mismos el pollo cultivado, y muchos de ellos destacaron su auténtico sabor y textura. Pero ¿qué es exactamente la carne cultivada?

Se trata de la elaboración de productos animales a partir de células. Es decir, es un proceso que permite producir la misma carne que la convencional, pero utilizando fermentadores y una técnica similar al cultivo de plantas a partir de esquejes en un invernadero. Esta eficiente metodología, complementaria a la agricultura convencional, puede contribuir a construir un sistema alimentario más seguro y sostenible, permitiéndonos aumentar la producción de carne mientras protegemos el medio ambiente.

En este sentido el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) considera que esta nueva alternativa es una solución muy interesante que podría aportar varios beneficios y, como resultado, algunos países están empezando a invertir en ella. Podríamos destacar la inversión del gobierno holandés de 60 millones de euros para la carne cultivada y la fermentación de precisión, así como inversiones en Canadá, Israel y Australia. Además, la semana pasada se produjo un anuncio histórico en Estados Unidos: la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) ha dado luz verde al pollo cultivado. Algo que no se había producido hasta entonces y que marca una nueva era hacia un futuro alimentario más sostenible.

Pero para que estos alimentos alcancen todo su potencial, es necesario que la Unión Europea y el gobierno español sigan estos ejemplos e inviertan en la I+D necesaria para aumentar la producción, bajar los precios y mejorar el sabor y la textura de estos alimentos. Además, en este sentido, los decisores políticos también deben colaborar con los agricultores y otros trabajadores de primera línea del sistema alimentario. Todo ello permitirá crear numerosas oportunidades que traerán consigo la incorporación de nuevos métodos de trabajo y nuevos puestos de trabajo cualificados en las cadenas de suministro de proteínas sostenibles.

En definitiva, aunque es cierto que durante la COP27 se discutió cambiar el rumbo hacia las proteínas sostenibles, los gobiernos deben convertir sus palabras en hechos e invertir en un modelo más sostenible. Si los líderes mundiales se toman en serio la reducción de las emisiones, el fomento de la biodiversidad y la creación de empleos verdes, tienen una solución a la vista.