Internet de los alimentos: hacia un modelo digital de desperdicio cero

Un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se desperdician y, aunque la mayor parte se genera en los hogares, hay un alto porcentaje de esas pérdidas que se producen a lo largo de la cadena de frío, restaurantes y supermercados, traduciéndose en más de 1.600 millones de toneladas de alimentos que van a la basura. En el caso español, se desperdiciaron hasta 1.363 millones de kilos de alimentos a lo largo de 2020, de los que 1.038 millones fueron productos sin utilizar. Reducir el desperdicio alimentario es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (12.3), con los que la Unión Europea (UE) y el Gobierno de España están absolutamente comprometidos. Esta determinación gubernamental está promoviendo nuevas vías para que las empresas se acerquen a un sistema alimentario más sostenible. Ser conscientes del impacto que tiene nuestro comportamiento como consumidores y como productores es muy importante, pero tan solo es el primer paso.

A medida que el mercado se vuelve más complejo para alimentar a poblaciones más numerosas, debemos buscar soluciones innovadoras a problemas más sofisticados. Los avances en conectividad e Internet de las cosas (IoT) pueden ser muy útiles de cara a reducir las alarmantes cifras que, en el caso español, ha llevado incluso a crear una ley específica para combatir el problema para promover actuaciones que eviten la pérdida de alimentos desde la cosecha hasta el consumo en hogares

No existe un único responsable en el problema del desperdicio, por ello es necesario innovar en las diferentes fases y eslabones de la cadena alimentaria. Como consumidores, podemos cambiar hábitos dentro del hogar para no derrochar ni dinero ni comida y, como parte de la industria alimentaria, podemos introducir en nuestra actividad tecnología para mejorar la calidad de gestión, obtener datos que nos ayuden a actuar con previsión y, innovar en materias de sostenibilidad. Foodtech es el término que engloba todas las tecnologías innovadoras que están irrumpiendo en el sector alimentario a nivel mundial que aparecen para hacer más eficiente, sostenible y para modernizar la industria agroalimentaria. Estas tecnologías no tienen otro fin que dotar de inteligencia a las cadenas de suministro, mediante su sensorización. Se calcula que la monitorización por esta vía puede reducir el 15% del desperdicio en la cadena de frío. Entre otras cosas, reduciendo el tiempo que pasa un producto en las estanterías del almacén y, en consecuencia, conseguir alargar la vida útil de ciertos productos alimentarios. Mantener conectadas todas las fases de la cadena de suministro puede parecer complicado, pero, es precisamente una de las características de esta tecnología, su sencillez. Para lograr esa conexión es interesante explorar el papel de las etiquetas inteligentes que, pueden colocarse en los alimentos y proporcionan una monitorización de todos los datos a tiempo real.

El almacenamiento en tiendas es un potencial punto de desperdicio. Un congelador que se queda abierto o que de un día para otro se estropea puede hacer que se pierdan miles de alimentos. Como podemos imaginar, las vitrinas refrigeradas en las que se mantienen lácteos, carnes o pescados necesitan una temperatura concreta y su cuidado y control son vitales para garantizar su buen estado. Normalmente (algo que puede sorprender en plena economía digital), buena parte de la comprobación de temperatura se hace a mano, un sistema que además de engorroso es ineficiente, dando lugar a numerosos errores humanos. El IoT ya permite proporcionar en tiempo real informes que ayuden a cumplir con la normativa. Los supermercados del futuro verán como todas estas innovaciones van entrando en la cotidianeidad de su actividad, reflejándose en beneficios para los clientes, pero también para el planeta.

En los restaurantes o en los comedores de las empresas también tiene aplicación. Los dispositivos IoT pueden controlar el volumen de desperdicios y también son capaces de generar información valiosa de cara a la toma de decisiones. Generalmente, este tipo de cantinas trabajan con productos frescos, con una vida útil reducida que, en muchas ocasiones acaban descartándose por no poder cocinarse en el mismo día. Los electrodomésticos conectados al Internet de las cosas, como el caso de los refrigeradores comentados anteriormente, pueden realizar análisis en tiempo real, generando datos de la demanda de ingredientes que posteriormente pueden ser examinados por los encargados de realizar pedidos semanalmente. De este modo se tiene información de lo que más se desperdicia y de lo que hace falta, optimizando los gastos y, sobre todo, evitando que kilos de comida acaben en la basura todos los días.

Hay otras áreas en las la tecnología puede aportar grandes beneficios dentro de la industria de la alimentación, quizás no tan relacionadas con el desperdicio, pero si con la calidad del servicio como es el caso de la seguridad de los alimentos, detectando proactivamente los productos que están en mal estado incluso antes de salir de la fábrica. Sin duda las devoluciones de alimentos en malas condiciones provocan pérdidas económicas que también afectan a la imagen de las marcas y compañías, además, por supuesto, de las implicaciones para el bienestar del consumidor. Con la conexión de los sensores IoT pueden eliminarse lotes defectuosos lo antes posible. Por otro lado, la calidad del producto, el embalaje, rendimiento de la distribución o el transporte y la fluidez en las operaciones pueden mejorar los procesos que se dan internamente en la producción de alimentos y bebidas, pero también externamente. De esta manera, el IoT se postula como una de las tecnologías que más se verán en las cadenas de suministro de alimentos, con aplicaciones muy versátiles.

La digitalización ya no es una palabra vacía, sino una realidad inaplazable. La practicidad que ofrece la tecnología no nos ayuda solo a ganar eficiencia, sino a ser más sostenibles a la vez que nos ayuda a tomar mejores decisiones. Además, la tecnología es ya tan avanzada y escalable, que no implica necesariamente altos costes ni complejos despliegues. Si la solución está a nuestro alcance, ¿por qué no dejarnos ayudar?