Un camino lleno de retos

Aestas alturas a nadie se le escapa que el sector de la alimentación ha sido uno de los que ha aguantado mejor (si no el mejor), la crisis provocada por el coronavirus. Distintos estudios, como el realizado por Randstad Research, muestran que el 36% de las empresas de alimentación mantuvieron el 100% de su actividad durante las fases más críticas de la pandemia e incluso aumentaron hasta un 32% su volumen de negocio, cifras que duplican los resultados del resto de empresas a nivel nacional. Lo que tiene su explicación en la alta capacidad de respuesta de la industria alimentaria al efecto acopio de los primeros meses y en el traslado del consumo de la hostelería al hogar.

Por tanto, quienes realmente sufrieron los efectos negativos más importantes del Covid-19 fueron las empresas con una alta exposición al canal HORECA que, afortunadamente, están viendo revertir la situación conforme ha ido reabriendo progresivamente la hostelería durante este 2021. No obstante, será necesario el desarrollo de iniciativas gubernamentales de carácter económico y sanitario, dirigidas a respaldar y garantizar entornos seguros que devuelvan la confianza de los ciudadanos a niveles pre-pandemia, al tiempo que resolver problemas coyunturales surgidos en el segmento de la hostelería, con el fin de evitar que una parte del tejido empresarial se pierda, fundamentalmente las pymes.

Al margen de lo anterior, lo que podemos afirmar con rotundidad es que el Covid-19 ha sido para el sector un acelerador de las tendencias que ya habían comenzado a despuntar con anterioridad: el auge del e-commerce y el delivery, la transformación digital, la necesidad de cadenas de suministro más cortas, pero también más diversificadas y los cambios en los hábitos del consumidor, que si ya se mostraba preocupado por la sostenibilidad de los productos, sale de esta pandemia mucho más concienciado con la sostenibilidad, la salud, la seguridad, los productos nacionales o la proximidad, pero que al mismo tiempo es más sensible al precio por la situación económica.

Es decir, nuestras mayores dificultades ahora mismo no están tanto en la recuperación del impacto de la crisis sanitaria, sino en afrontar este nuevo escenario competitivo, al que se le añaden las problemáticas surgidas durante 2021: el incremento de los precios de las materias primas, el aumento de los costes logísticos derivados de la falta de transportistas, la guerra de precios, el impacto de los ertes, el encarecimiento de la energía, etc.

No es un contexto fácil y es complicado predecir cuanto tiempo necesitará el sector para afrontar esta nueva situación, en parte porque muchos de los problemas son de carácter exógeno y requieren la adopción de medidas por parte de la Administración, lo que sí es seguro es que para abordarlo con solvencia hay que evolucionar hacia modelos de negocio muy ágiles, con gran capacidad de adaptación y rápidos y diligentes en la toma de decisiones para poder responder en el corto plazo a los cambios que van surgiendo.