Osborne, 250 años de historia superando las peores crisis

En tiempos de incertidumbre como los actuales, esta pandemia es un durísimo reto para nuestra sociedad, por su aparición inesperada e imprevisible, por las gravísimas consecuencias sanitarias y por el impacto económico que ya está provocando y continuará haciéndolo. Más aún en sectores como la hostelería y el turismo, especialmente afectados. Honradamente, nos enfrentamos a un reto de dimensiones desconocidas, un nuevo escenario al que todavía, casi un año después, continuamos adaptándonos.

Tengo el privilegio de dirigir una compañía que dentro de poco cumplirá 250 años, una cifra histórica para mi familia y un hito dentro de la historia empresarial de España. Este aniversario supondrá un récord de longevidad que pocas empresas logran alcanzar y que seguramente no es casualidad. Por eso, en estos meses, muchas veces he hecho el ejercicio de mirar atrás para intentar encontrar las claves de cómo hacer frente a la crisis que nos ha dejado la Covid-19 y con la que, sin duda, aún con esfuerzo, también podremos. En este nuevo contexto, que afecta tanto a nuestro ámbito personal como laboral, nos vemos sumergidos en una espiral de cambios constantes. Pero en este nuevo paradigma, ¿por dónde empezamos?

Desde la aparición de la pandemia el pasado mes de marzo, muchas empresas han tenido que tomar decisiones duras, pero obligadas en el marco de una gestión prudente y responsable. Algunas empresas pudimos asegurar la liquidez a corto plazo ante un escenario de caída abrupta e imprevista de ventas. Otras ni siquiera han podido continuar con su actividad, como ha sido el caso de muchos hosteleros. Sin embargo, si algo bueno -lo único probablemente- nos ha dejado esta crisis ha sido la obligación de pensar de una manera estratégica. Como me comentó hace poco un buen amigo: de vez en cuando hay que levantar la cabeza de la zanja y elevarse, para ver si la zanja va en la dirección correcta. Las buenas decisiones estratégicas y de largo plazo no tienen el impacto inmediato en la tesorería o en la cuenta de resultados que provocan las medidas cortoplacistas antes mencionadas. No obstante, aportan una doble ventaja: refuerzan la compañía poniendo en valor sus activos más importantes y limitan los riesgos estructurales que afloran con especial crudeza durante las crisis.

Es momento de pensar en dar un paso adelante, de diseñar cómo deberán ser nuestras compañías dentro de diez años. Se trata de saber qué queremos ser, hacia dónde queremos ir y cómo debemos hacerlo. Este es el primer paso, imprescindible para sobreponerte a la incertidumbre y ayudarte a tomar decisiones que no se vean afectadas por cambios coyunturales. Para intentar ir ese paso por delante, las empresas debemos valorar qué palancas empresariales nos pueden resultar ser más útiles en el largo plazo y tenerlas en cuenta en nuestros planes estratégicos.

Una de ellas, sin duda, es la digitalización entendida como una herramienta básica para agilizar procesos, adecuarse a los nuevos hábitos de consumo y facilitar que las marcas tengan una mayor y mejor presencia en la mente de nuestros consumidores. Pero ésta, no es la única. Otra de las palancas esenciales a tener en cuenta es la innovación, que debe estar más viva que nunca, más aún en sectores como alimentación y bebidas. Tenemos que plantear alternativas que se adapten a las nuevas tendencias de consumo que nos deja la nueva realidad social y es por esto que la conversación bidireccional con nuestros consumidores es más importante que nunca ya que nos ayudará a plantear nuevos productos y nuevos formatos para el consumo.

En este punto, las empresas debemos establecer una hoja de ruta o mapa estratégico que, de cara al futuro, nos permita ganar en eficiencia, pero, sobre todo, consolidar los esfuerzos estructurales que se han realizado en los últimos meses. De esta manera, siento que, a pesar del escenario tan dramático que estamos viviendo, todas estas reflexiones nos permiten “ver la luz al final del túnel” y ser optimistas en el largo plazo. Pero todo lo anterior solo se afianzará, siempre y cuando concurran una serie de aspectos esenciales:

1. Las reflexiones y decisiones antes citadas son imposibles de abordar si la crisis no nos hubiese cogido “con los deberes hechos”. La prudencia financiera en los momentos de prosperidad es esencial para afrontar los momentos de crisis con las mejores garantías.

2. Nunca se debe abandonar la perspectiva estratégica y de largo plazo en todas las decisiones empresariales. Es esencial la adopción de métodos anticipatorios y proactivos ya que es la única forma de asegurarnos un futuro sólido y próspero.

3. Es imposible lograr el éxito sin un equipo plenamente comprometido. Y el compromiso sólo se logra con el ejemplo diario de los que tenemos la responsabilidad de dirigir las compañías y equipos. Personalmente, no puedo más que estar agradecido con todo el equipo humano de Osborne por su reacción y su modo de afrontar esta difícil situación.

En definitiva, los que tenemos el papel de liderar en nuestras empresas debemos intentar ser capaces de trasladar cómo serán las bases de la resiliencia corporativa. Una adaptabilidad que se apoyará en la digitalización e innovación y que tendrá como eje central una gestión prudente y responsable, equipos de trabajo operativos y humanos, y sobre todo, un horizonte estratégico bien marcado a largo que nos sirva para seguir avanzando a la par que lo hace la sociedad.

Honradamente, creo que lo anterior no es nada distinto de lo que hicieron nuestros antepasados en Osborne frente a todos los obstáculos que la historia les puso por delante. Y quizás sea este modo de actuación el que nos ha asegurado el éxito durante los últimos 250 años. Ningún empresario tiene la clave para dar la solución a todos los problemas, pero desde luego, creo firmemente que hay valores que guían la gestión de las mejores compañías y que contribuyen a tener las mayores probabilidades para superar las crisis e incluso, para salir reforzados de ellas.