¿Están los robots redefiniendo la alimentación?

Hace cinco años, el magazine Eater publicó un artículo donde, entre las personas que entrevistaban, estaba Siddhartha Srinivasa, por aquel entonces profesor at the Robotics Institute at Cargenie Mellon University y actualmente Director de Robótica e Inteligencia Artificial de Amazon. Srinivasa mencionaba en relación a la entrada de los robots en la sociedad que "le encantaría hacer que los robots no fueran sexys. Es extraño decir esto, pero cuando algo se vuelve poco atractivo significa que funciona tan bien que no tienes que pensar en ello. No miras fijamente a tu lavavajillas mientras lava tus platos con fascinación, porque sabes que funcionará siempre..., deseo que los robots alcancen esa etapa de confiabilidad”. ¿Hemos conseguido avanzar en dicha dirección y vivir una auténtica Robolution?

Si consideramos esta Robolution como el movimiento que vendrá en los próximos años con la entrada de la cuarta revolución industrial, la automatización, robótica e Inteligencia artificial en toda la cadena de valor de la alimentación; que implicará hasta un cambio de paradigma en cómo se cultivan, producen, consumen y se distribuyen los alimentos, llegando a producir un replanteamiento absoluto del rol que jugará el humano en esta ecuación, la respuesta es rotundamente no, no existe tal revolución. Orley Ashenfelter, economista de la Universidad de Princeton, lo dice muy claro: “Vemos robots en todas partes, excepto en las estadísticas de productividad. Si la robótica y la digitalización estuvieran cambiando todo dramáticamente, veríamos un fantástico crecimiento de la productividad y no lo vemos”.

La pandemia era la excusa perfecta para que los robots reemplazaran a los humanos, vinieran a rescatarnos durante el confinamiento o pasasen de ser novedad a una necesidad. Granjas robotizadas, restaurantes y almacenes automatizados, supermercados sin cajeros, empleados con exoesqueletos y tecnología aumentada, etc. Estos tiempos de incertidumbre, caos y pandemia, deberían haber sido los argumentos suficientes para que la automatización hubiera reclamado su trono y puesto su lugar en la historia, pero a pesar de la estimulación feroz que nos producen los robots y los virales que son, la mayoría de los robots nos han decepcionado durante la pandemia, no han salvado el mundo en puntos clave de la cadena de valor de la alimentación, ni lo harán a corto plazo. ¿Por qué no damos la bienvenida finalmente a la adopción robótica prometida desde hace mucho tiempo? A pesar del progreso masivo en la tecnología de inteligencia artificial y la mayor adopción de robots industriales, los productos robóticos orientados al consumidor no son tan ubicuos como la cultura popular predijo hace décadas. Tendemos a sobreestimar el efecto de una tecnología en el corto plazo y subestimar el efecto en el largo plazo, por lo tanto, estamos viviendo el ciclo de sobreexpectación de Gartner.

A todo ello se une que la humanidad mantiene una relación complicada con los robots. Un 72% de las personas sostiene que los robots les van a quitar su puesto de trabajo. La expansión de los robots en los últimos años está haciendo florecer el lado más salvaje de lo humanos y su miedo a la robophobia, generando escepticismo e impopularidad de los robots. Empleados, consumidores y compañeros de trabajo de ellos se debaten entre admirarlos, rechazarlos o incluso boicotearlos, tal y como ha sucedido en la industria automovilística. Con este inquietante escenario de aversión, ¿se cumplirán las cifras que el World Economic Forum pronostica donde para el 2025 casi la mitad de las tareas serán realizadas por máquinas?

Todas las depresiones han inflamado la ansiedad por la automatización. Con las solicitudes de desempleo aumentando a tasas récord y la economía mundial contrayéndose, la ansiedad por la automatización parece ser testigo de una reactivación. Este reemplazo de humanos por máquinas se acelerará en los próximos meses a medida que las empresas pasen del modo de supervivencia a descubrir cómo operar mientras la pandemia se prolonga varios meses, pudiendo así recurrir a la automatización para satisfacer la demanda de los consumidores. En una encuesta de junio, el 44% de los responsables financieros de las empresas dijeron que estaban considerando una mayor automatización en respuesta a los problemas del coronavirus.

David Autor, economista del MIT, califica la crisis económica y la pandemia del Covid-19 como "un evento que obliga a la automatización", sin lugar a dudas. Pero Autor matiza que el Covid-19 crea una especie de irrupción que obliga a la automatización en sectores y actividades donde hay escasez de trabajadores, y que a la vez, no hay una disminución en la demanda, aspecto que no se produce en la hostelería por ejemplo, donde la demanda ha desaparecido prácticamente del mapa, y en cambio, sí en la agricultura o la distribución, siendo esta última alterada por el enorme crecimiento del ecommerce, implicando almacenes más efectivos y automatizados para poder dar servicio. Quien tendrá mucho que decir en este sentido es China, que en estos momentos está en una posición única para liderar el mundo en la economía de la automatización en general. Aunque el país tiene una gran fuerza laboral, el coste de la mano de obra se ha multiplicado por diez en los últimos 20 años. China es ahora el mercado más grande del mundo para la robótica industrial y el de más rápido crecimiento, con un aumento del 21% por valor de 5,4 mil millones de dólares con respecto a 2018. Esto representa un tercio de las ventas globales.

China está muy por delante de otros países en la automatización de restaurantes. A principios de 2020, UBS Group AG realizó una encuesta a más de 13.000 consumidores en todo el mundo. Descubrieron que el 64% de los encuestados chinos dijeron que habían pedido comidas a través de sus dispositivos móviles al menos una vez a la semana, en comparación con solo el 17% en los EEUU. Con el pedido digital omnipresente, los robots camareros y chefs son el siguiente paso lógico, a pesar de que progresivamente vaya encendiéndose en la sociedad un complicado debate geopolítico sobre qué hacer con las personas y familias que se verán desplazadas por algo tan inevitable como es la automatización de nuestra comida.