Modernización y calidad, faros en la recuperación del sector

El sector del aceite de oliva en España se encuentra en un punto crítico. Si queremos aspirar a un futuro sostenible, tenemos que dar un paso al frente y modernizarnos. Es necesario dejar atrás aquellos procesos que han quedado obsoletos y apostar por un sector que impulse el liderazgo que a España le corresponde a nivel global.

No cabe duda de que el futuro que tenemos por delante es retador. Las compañías del sector vamos a tener que enfrentarnos a un entorno incierto en el que los cambios ocurren demasiado rápido. Y para ello va a ser fundamental apoyarnos en tres palancas: poner el foco en el consumidor, impulsar la innovación y comprometernos plenamente con la calidad. Será imprescindible apalancarnos en estos tres elementos para modernizar un sector que, en determinados aspectos, se ha quedado muy anticuado para poder competir en un contexto cada vez más complejo.

A los retos del contexto global hay que sumar un elemento estructural del sector del aceite de oliva: la fluctuación del precio de la materia prima, que llega a representar el 80% de los costes del sector, y que está totalmente condicionada por la climatología y cómo afecta a la cantidad y calidad de la cosecha. Si bien los precios en origen se han moderado ligeramente en los últimos meses, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, siguen siendo un 70% más altos que al inicio de la campaña que acabamos de finalizar. Este hecho ha condicionado siempre el funcionamiento del sector, que gira totalmente en torno a la materia prima, el elemento que lo determina todo.

Sin embargo, si queremos modernizar el sector, lo primero que debemos hacer es reivindicar el valor del consumidor, que es quien debe estar en el centro de la estrategia. Así es cómo trabajan las empresas de gran consumo. Conocen sus necesidades, gustos y preferencias y ese conocimiento es lo que determina el desarrollo del sector, de sus grupos empresariales y de las marcas que operan en él.

La segunda palanca en la que debemos trabajar, y que también es clave para virar el foco de la materia prima al consumidor, es la innovación, relacionada con el impulso de la tecnología y la digitalización. Es absolutamente necesaria para facilitar muchos de los procesos dentro de la industria, desde la compra de la materia prima, hasta la trazabilidad y seguridad alimentaria. Hay un gran abanico de herramientas de vanguardia, algunas relacionadas con la inteligencia artificial y los modelos predictivos, que no se están aplicando y que permitirían, por ejemplo, predecir la tendencia de la cosecha y, en consecuencia, anticipar los precios en origen y gestionar el riesgo de la mejor forma posible. Debemos cambiar y adaptarnos.

Tanto el hecho de poner el foco en los consumidores como la apuesta por la innovación están relacionados con un elemento que debería ser la piedra angular que guíe el futuro del sector. Hablamos de la calidad, llave para revalorizar la categoría y que el consumidor pueda entender y apreciar su valor.

No cabe duda de que la nueva norma de calidad del aceite impulsada por el Gobierno de España es un gran avance, pero tiene áreas de mejora y desde el sector tenemos que ir más allá. En primer lugar, es necesario ser más ambiciosos en garantizar la trazabilidad en toda la cadena de valor. Además, debemos mejorar en lo referente a las catas organolépticas, asignatura pendiente desde hace décadas. Estas son subjetivas y producen inseguridad jurídica. Debemos avanzar hacia una definición de parámetros físico-químicos más exigentes para definir la calidad y favorecer los controles externos.

Mientras estas mejoras no se apliquen, la autorregulación va a seguir siendo clave para continuar elevando los estándares. En este sentido, es importante colaborar con toda la cadena de valor, desde el agricultor a la distribución, que debe contribuir a preservar las características del producto en el lineal y evitar su uso como producto reclamo. Tenemos la responsabilidad de proteger y defender el aceite de oliva como el tesoro culinario que es.

Es necesario reivindicar y recuperar la posición de liderazgo global que a España le corresponde en el sector del aceite de oliva, un producto tan enraizado con nuestra cultura y con nuestra economía tradicional. No podemos quedarnos a atrás y los datos evidencian que ya estamos empezando a perder peso como país productor frente a otros países que también lo están haciendo muy bien. Este debe ser un compromiso de todos: productores, embotelladores, distribuidores y administraciones. El liderazgo de España está en juego.