El cambio climático llega a nuestra mesa

Olivares, Dios os dé / los eneros / de aguaceros, / los agostos de agua al pie, / los vientos primaverales, / vuestras flores racimadas; / y las lluvias otoñales / vuestras olivas moradas”. Así describía Antonio Machado lo que podríamos considerar las aspiraciones climatológicas ideales para que la cosecha se diera a la perfección.

En esta temporada 2020/2021, el clima no ha podido diferir más del de estos utópicos versos. Y es que se han experimentado temperaturas anormales -demasiado altas en verano-, déficit pluviométrico, vientos anómalos y heladas. Filomena solo fue ‘la guinda del pastel’ de unos procesos climáticos no esperados y que han alterado la fenología del olivo y que están trayendo y traerán repercusiones principalmente económicas.

Todos los productores de aceite de oliva de la cuenca mediterránea han sufrido parecidas consecuencias en sus cosechas porque el cambio climático es real y afecta a todos los sectores empresariales haciendo especial énfasis en aquellos relacionados con la agricultura. De hecho, como consecuencia de los procesos climáticos extremos y la elevación de la temperatura, más del 70% de la superficie terrestre ha sido transformada y desertificada en los últimos diez años y podría alcanzar el 90% para 2050, según la Convención contra la Desertificación de Naciones Unidas (UNCCD).

La pérdida de tierras cultivables alcanza aproximadamente los 12 millones de hectáreas al año -unas 23 hectáreas cada minuto- y el 52 % de la tierra utilizada para la agricultura se ve afectada por la degradación del suelo. Son solo algunos datos que nos abren los ojos a que quizás de aquí en adelante veremos más cosechas como esta.

Debemos anticiparnos

Y debemos anticiparnos porque nuestro país es la gran almazara del mundo, los zumos españoles destacan por su calidad y excelencia, y deben seguir haciéndolo. Y es que producimos uno de cada dos litros de aceite de oliva global. La producción mundial se sitúa actualmente en torno a los tres millones de toneladas y este año en todo el país hemos producido en torno a 1.400.000 toneladas, con la práctica totalidad de las aceitunas recogidas ya. En cuanto al consumo, a nivel global se ha incrementado año tras año en las últimas tres décadas, pasando de 1,7 millones de toneladas en la campaña 1990/91 a 3,2 millones de toneladas en 2019/20 y además, es destacable que el consumo de aceite de oliva en España se haya incrementado un 20% en 2020 con respecto al año pasado. Hemos observado un efecto Covid en esta subida, ya que el consumo se ha trasladado a los hogares y queda así demostrado que las personas se preocupan por su salud, consumiendo cada vez más aceite de oliva frente a otras grasas.

Y si todo apunta al éxito, ¿qué ha pasado con la cosecha de este año? En el inicio de la cadena se encuentra el hecho de que, como los rendimientos no eran los esperados y el ciclo del olivo ya estaba siendo diferente -con rendimientos grasos finales dos o tres puntos por debajo de la media-, muchos olivareros decidieron esperar el máximo para recoger la aceituna y conseguir la máxima cantidad de aceite de oliva virgen extra, viendo truncados sus planes definitivamente, puesto que el rendimiento finalmente no subió, y sufriendo un gran revés con la histórica nevada y las temperaturas bajo cero generalizadas.

Aquí debemos sacar moraleja y ser conscientes de que el sector tendrá que encarar el futuro dándole la máxima importancia a las buenas prácticas. Que el hecho de que los agricultores que recolectaron en tiempo y forma se anticiparon a los diversos temporales y han obtenido así mejores resultados, se convierta en un incentivo para que otros años el productor busque calidad. Y que hay que seguir esforzándose día a día para ser capaces de ofrecer a los consumidores los mejores productos.

Por todo lo que hemos comentado, la lógica aplastante nos indica que habrá menos cantidad de aceite de oliva virgen extra y que su precio será más elevado. Y esto no significa que no haya este año buenos vírgenes extra -los hay y además muy buenos, aunque se puede asegurar que, desde enero, prácticamente nada lo que se ha recogido, podrá ser destinado a AOVE-. Y siendo así florece una alternativa más que válida, que además se va a ver revalorizada y cuya cantidad será mayor. Se trata del aceite de oliva virgen, quizás un desconocido para muchos, un actor secundario que se verá convertido en protagonista este año indudablemente.

Las asociaciones, fabricantes y embotelladores, y todos los actores de la industria siempre han defendido todas las categorías de aceite de oliva, y el aceite de oliva virgen simplemente es una categoría de aceite diferente, con unas cualidades organolépticas y unos perfiles de sabor distintos a los del aceite de oliva virgen extra con la ventaja de que es igual de aconsejable desde el punto de vista saludable y cuenta con diversas variedades y matices.

Como conclusión, me gustaría apelar a la unidad para poder salvaguardar este sector tan nuestro. Ha quedado demostrado que la salud es importante, que el buen hacer conlleva grandes resultados, y que con ellos se pueden obtener precios más justos y mejores. Desgraciadamente, y aunque los precios en origen han subido de una manera clara en los últimos meses, estos no se ven reflejados en el mercado lo que dificulta la valoración del producto frente al consumidor.

Aunque la realidad del cambio climático afectará cada campaña a nuestras cosechas, España seguirá siendo líder mundial en la producción de aceite de oliva, y los productores, la industria y los consumidores de nuestro país deben a unirse alrededor del aceite de oliva, porque juntos podemos poner en valor el tesoro que nace en nuestras tierras.