Sube el desperdicio de comida mientras crece la pobreza

En una encuesta de Aecoc sobre hábitos de consumo durante el Covid-19, el 7,5% de los hogares españoles afirman haber tirado más comida durante el confinamiento.

En un entorno en el que el confinamiento por coronavirus ha provocado que numerosas personas hayan perdido su trabajo, condenando a las que eran más vulnerables a hacer colas para recoger comida a las puertas de las asociaciones de vecinos o las parroquias de las iglesias, o bien a acudir a los comedores sociales para comer caliente, por lo menos una vez al día, una encuesta sobre hábitos de consumo durante el Covid-19, realizada en abril por Aecoc, la Asociación de Fabricantes y Distribuidores, revela que el 7,5% de los hogares españoles incrementaron el desperdicio de alimentos durante el mes pasado. Un desperdicio motivado en gran medida por unas compras sobredimensionadas por el miedo a lo que pudiera pasar, y que salvo en el caso de productos no perecederos, como arroces, pastas, legumbres o aceites, ha condenado a muchos alimentos a la basura, como por ejemplo frutas, verduras y hortalizas, lo que más se tira.

La alarma sanitaria decretada el 14 de marzo, que se ha traducido en un confinamiento renovado con sucesivas prórrogas, ha conllevado una ausencia prácticamente total de la movilidad. Esto ha hecho que muchas personas no hayan podido ir a trabajar y numerosos negocios bajaran la persiana por ausencia de clientes. La crisis económica sobrevenida, con muchos ciudadanos con empleos ya precarios que han sido objeto de ERTE, o que directamente cobraban en negro, caso de muchas empleadas del hogar, es decir, los colectivos más vulnerables, han visto como disminuían sus ingresos hasta el punto de tener que pedir ayuda para poder comer.

Según la Fundación Foessa, dependiente del Cáritas, unos seis millones de personas forman parte de la denominada “sociedad insegura”, que ante una eventual crisis económica, como la que se atisba en el horizonte, se vería abocada a la pobreza. A esto habría que añadir el número de personas en riesgo de exclusión social en España: 8,5 millones; el 14,4%, según las mismas fuentes. Como remarcan en organizaciones asistenciales como Acción contra el Hambre, está creciendo el número de personas que necesitan alimentos, que hacen colas en los comedores o que sufren para llegar a fin de mes. Los datos sobre destrucción de empleo y precarización laboral van a hacer que la pobreza suba exponencialmente. El Servicio de Estudios de BBVA alerta de que, ante esta crisis sanitaria, un tercio de los hogares españoles se encuentran en una vulnerabilidad económica extrema, lo que significa que no tienen ahorros para subsistir tres meses; y 6,2 millones de hogares no serían capaces de cubrir sus costes de vida con sus propios recursos. De este modo, si se tiene en cuenta que el estado de alarma comenzó en marzo, estas personas no llegarían a junio sin recurrir a algún tipo de ayuda.

Colas para recoger comida

La fragilidad económica de muchas familias en España hace que solo necesiten un ligero empujón para caer en la pobreza, y ese empujón se lo ha dado la pandemia. Cáritas estima que solo en Madrid y Barcelona se han multiplicado por tres las peticiones de ayuda que recibían antes del estado de alarma. En torno al 80% de esas peticiones han sido para cubrir necesidades básicas como alimentación, el pago de alquileres, realquileres o suministros.

Lo más visible de esta cruda realidad son las kilométricas colas para recoger comida. En la Federación Española de Alimentos (Fesbal), que ha recibido toneladas de alimentos y bebidas de las principales empresas agroalimentarias españolas, revelan que durante la crisis del coronavirus la demanda de alimentos ha aumentado hasta un 30%. Se estima que solo en Madrid 180.000 personas esperan diariamente horas y horas ante asociaciones de vecinos o parroquias para recibir una bolsa con alimentos básicos. Una comida que, en muchos casos, también están donando restaurantes que ante la imposibilidad de cocinar para sus clientes, lo hacen para este colectivo.

Un problema moral y medioambiental

Mientras que hay personas que necesitan acudir a la asistencia social para poder llevar comida a casa, otros han adquirido alimentos en exceso. Desde que comenzó el confinamiento, una de las imágenes más repetidas en los supermercados es la de carros hasta los topes, sobre todo durante la primera semana, momento en el que, según la consultora Kantar, el gasto en la cesta de la compra creció hasta un 25%. Helena Calvo, responsable de sensibilización sobre desperdicio de alimentos en Too Good To Go, una app que lucha contra el desperdicio, tanto entre particulares como entre los profesionales de la restauración, “el 84% de los alimentos que se desperdician en los hogares se corresponde a productos sin utilizar, es decir, que tal como se compraron fueron a la basura”.

Sin embargo, tirar comida en las actuales circunstancias no es solo un problema moral. También lo es en relación con el medioambiente. Como recuerda el director general de Too Good To Go España, Oriol Reull, “según una encuesta que realizamos el año pasado, el 88% de los españoles no creía que tirar comida fuera un problema para el planeta. En cambio, los expertos nos recuerdan que el desperdicio alimentario es uno de los principales responsables del cambio climático, produciendo hasta el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero”. El director de la plataforma recuerda que “un tercio de toda la comida que se produce en el mundo, 1.600 millones de toneladas al año, o dicho de otra forma, unas 51 toneladas de alimentos terminan cada segundo en la basura”.

Para Reull es muy positivo el que ahora estemos cocinando más en casa -un 51% de los españoles lo hace ahora más que antes, según la OCU-. Algo que en su opinión ayudará a que tiremos menos comida a la basura: “Tenemos que aprovechar este momento para hacer que esta nueva relación que hemos desarrollado con la comida y estos nuevos hábitos adquiridos se mantengan con el tiempo y sean parte de nuestra forma de vida”, dice.