SDDR, un riesgo para la salud en tiempo de Covid-19

La Comisión Europea está prestando atención a la gestión de residuos en el contexto de la crisis del coronavirus, como muestra un documento del pasado 14 de abril presentado por el comisario Virginijus Sinkevicius, y puede ser oportuno aportar alguna información adicional sobre uno de los aspectos que no incluye.

En los últimos meses, el debate sobre el sistema de depósito, devolución y retorno de envases (SDDR), que creíamos superado, se ha vuelto a abrir paso en España, al igual que en otros países que tradicionalmente han estado en el punto de mira de los que venden dicha “solución”. Con este sistema, los consumidores tienen que guardar los envases vacíos de sus bebidas -en perfecto estado- y llevarlos de vuelta al comercio para recuperar una fianza de algunos céntimos llamada depósito.

Los envases de bebidas buscados por los promotores y vendedores del SDDR son los más limpios y valiosos, y además los ya más reciclados en todas partes, incluyendo muy especialmente los países donde no se recicla prácticamente nada más. El SDDR es un sistema esencialmente inútil y que lleva a confusión para resolver la recuperación de los residuos en general y de los de envases en particular incluyendo la casi totalidad de los plásticos de un solo uso y envases menos reciclables, como son los envases complejos, que nunca entrarán en un SDDR

La crisis sanitaria actual nos obliga a reflexionar sobre qué pasaría si el sistema que comentamos hubiera conseguido –afortunadamente no es el caso- implantarse en España, y cómo afectaría a los hábitos de vida en estas circunstancias tan complejas, en que se restringen al máximo las salidas del hogar, la compra se agrupa para reducir nuestras visitas a supermercados -y así evitar el contacto con otros consumidores- o se compra online, y las entregas con frecuencia se hacen de manera que la distancia entre repartidor y consumidor sea la mayor posible.

Si el SDDR estuviera operativo, después de haber cumplido todas estas precauciones tendríamos que ir a la tienda a llevar los envases vacíos -en condiciones mucho menos higiénicas que en las que hacemos la compra- y hacer cola para recibir la devolución de algunos céntimos por cada lata o botella. Tanto es así, que en estos momentos esos envases se tendrían que depositar en el contenedor naranja, por el riesgo que suponen envases infectados en el canal de reciclado para los empleados de la gestión de residuos, pero también habría que evitar la llegada de residuos infectados a tiendas limpias donde hay unos protocolos estrictos, más aún en estos momentos. El SDDR no podría devolver el importe a todos esos envases.

¿Se puede imaginar despropósito mayor? Sin duda, una amenaza para la salud.

Este sistema, que tiene su origen hace más de 35 años, cuando no había sistemas de reciclado de envases, ha sobrevivido en algunos países nórdicos, Alemania, varios estados de Estados Unidos y provincias de Canadá; estos últimos ejemplos nos sirven para ilustrar las dificultades que supone su coexistencia con unas condiciones en que se llevan al límite los requisitos higiénicos.

Ocho Estados -más de la mitad del total que tiene el sistema- de Estados Unidos y tres provincias de Canadá han suspendido la obligación del comercio de aceptar envases usados en sus instalaciones, a petición de los propios establecimientos que consideran dicho movimiento un riesgo para la salud de sus empleados. Según van sabiéndose más datos a estas alturas (finales de abril) las restricciones siguen vigentes y algunas autoridades han recomendado a los consumidores “guardar los envases, lavados, en sus casas, para poderlos devolver cuando termine el confinamiento”. ¿Tal vez deberíamos entender que estas instrucciones sólo afectan a propietarios de ranchos?

Más cerca, en Escocia, donde el gobierno regional había acordado poner en marcha el sistema, se ha retrasado un año su implantación con la excusa de que todos los esfuerzos han de dedicarse a controlar la situación actual, aunque es lógico que las autoridades no hayan querido ponerse en contra a sus votantes al obligarles a volver a la tienda con sus envases vacíos.

Por lo que respecta a los países nórdicos (Finlandia, Suecia, Noruega) las informaciones que hemos recabado en los últimos días directamente de personas vinculadas a esos sistemas nos indican que en todos ellos ha descendido la devolución de envases sometidos a SDDR; en la mayor parte de esos países las restricciones son mucho menores y en general los consumidores siguen haciendo la compra como normalmente, aunque con las debidas precauciones; las condiciones que hemos descrito más arriba todavía ni se han tenido en cuenta, por lo que habrá que ver cómo evoluciona la crisis para una valoración rigurosa.

En España el reciclado de envases ligeros ha aumentado un 15% en las últimas semanas; datos que hay que tomar con prudencia por el aumento de consumo en los hogares, pero en todo caso parece lógico que un sistema que permite reciclar casi en casa o en las proximidades está mejor preparado para unas condiciones como las actuales.

En resumen, se plantea una situación ya denunciada en su día por la mayor parte de la distribución en España, que cuestionaba seriamente que los envases vacíos tuviesen que volver a sus tiendas con el riesgo higiénico que suponía compartir espacio con los productos frescos y correctamente envasados donde ya se mantenía un elevado nivel de higiene para preservar la seguridad alimentaria.

Una vez vista la condición de amenaza que representa este sistema esperemos que también sirva de oportunidad para que autoridades del ámbito ecológico reconsideren seguir insistiendo en la conveniencia de introducir un sistema que, ni sirve, ni hace falta para cumplir los nuevos y más exigentes objetivos de reciclado de todos los envases que incluye la próxima directiva sobre envases usados.