La industria alimentaria, esencial también en la sostenibilidad

Salimos de un estado de alarma en el que la industria alimentaria ha sido calificada como “servicio esencial”. Una situación excepcional y de presión sin precedentes que ha transformado los patrones de producción y consumo, el aspecto de los lineales -de las tiendas físicas y online- y las prioridades a nivel mundial. Con nuestras fronteras cerradas, hemos puesto nuestros ojos en el campo y la agricultura, y hemos buscado el producto de proximidad. Encerrados en casa, hemos vuelto a cocinar -la demanda de levadura Royal casi se triplicó durante el confinamiento- y hemos apostado por alimentos básicos como frutas y verduras, pero también hemos reducido la frecuencia de alimentos perecederos a favor de los que tenían una vida útil más larga, como las conservas y los congelados. Para los profesionales del sector resulta fundamental revisar los estudios y las estadísticas que muestran la transformación de los patrones de consumo y compra durante el confinamiento, y buscar pistas que den respuesta a cuáles de estas nuevas tendencias se mantendrán en el futuro. Y en el trasfondo de todo ello está la sostenibilidad: cómo la industria alimentaria ha sido capaz de dar abasto a la presión de la demanda y cómo, ahora más que nunca, tiene que ser agente de cambio para dar respuesta a la creciente preocupación de la sociedad por el medioambiente, la salud, y el impacto económico y social de la producción de alimentos.

La FAO, las empresas del sector, los gobiernos, etc. Todos tienen su propia definición de qué es sostenibilidad. Para Mondelez International, la sostenibilidad consiste en preservar nuestro mundo y a su gente. Todas estas definiciones tienen los mismos denominadores y son acertadas: todas ellas hablan de una serie de elementos -medioambiente, población, recursos, procesos, instituciones e infraestructuras y optimización de las mismas- y de actividades relacionadas con la producción, procesamiento, distribución, comercialización, preparación y consumo seguro y sostenible de alimentos, que deben tener un impacto positivo en la nutrición y el estado de salud, en la socio-economía, en la equidad entre organizaciones y entre personas. Son precisamente estas dimensiones económicas y socioculturales -más allá de la nutrición y el medio ambiente- las que muestran parte de la complejidad a la hora de alcanzar un Sistema Integral Alimentario Sostenible.

Aunque la complejidad de este tema es evidente, es importante actuar y hacerlo ya. La realidad es que nuestro planeta, el único que tenemos, tiene recursos limitados frente a nuestras necesidades ilimitadas. Según Global Footprint Network, el instituto de investigación especializado en el recuento de los recursos naturales que ha desarrollado el índice de la Huella Ecológica, la actividad humana consume hoy unos recursos naturales renovables equivalentes a lo que producirían 1,7 tierras, y está agotando el capital natural y provocando efectos como la deforestación, la sequía, la escasez de agua potable, la erosión del suelo, la pérdida de biodiversidad y la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera.

Una buena hoja de ruta siguen siendo los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de Naciones Unidas (ODS). Merece la pena revisar el ODS 12 producción y consumo responsables, precisamente en este momento en el que se nos presenta la oportunidad de cambiar nuestros patrones de consumo y producción hacia unos más sostenibles. En esta tarea, gobiernos, empresas y sociedad necesitamos estar juntos, cada uno en su rol, dado que alimentar de manera sostenible a una población cada vez más abundante no es posible sino introduciendo cambios en los métodos de producción.

Desde la industria, no ignoramos estos datos. Empresas y asociaciones sectoriales trabajamos codo con codo, asumiendo los importantes compromisos que tenemos por delante. Así, el reciente Congreso de Desarrollo sostenible, organizado por Fiab y Aecoc, ha profundizado en el papel que nuestro sector tiene en el cumplimiento de los ODS. En esta misma línea, Produlce dedicó su V Seminario del Dulce a la sostenibilidad, inspirada en la economía circular, la reducción de las emisiones de CO2, la evolución hacia envases 100% reciclables y el origen sostenible de los ingredientes. Para ello, contó con el caso del Compromiso Harmony de Mondelez, abanderado por las galletas Fontaneda, como una de las mejores prácticas en este ámbito. Se trata de una iniciativa centrada en el cultivo sostenible del trigo con el objetivo de garantizar su calidad a la vez que promueve la biodiversidad y la protección del medio ambiente. En 2022, todo el trigo necesario para la elaboración de las galletas que Mondelez International produce en Europa se obtendrá a través de este programa de agricultura sostenible.

El consumidor espera que los fabricantes incorporemos nuestro compromiso con la sostenibilidad como parte del valor de nuestros productos, y así estamos empezando ya a hacerlo. A la vez, tenemos que estar pendientes de cómo evolucionan las tendencias de consumo. Por ejemplo, la tendencia del snacking -tomar alimentos entre las comidas principales o sustituirlas por otras más informales- crece a gran velocidad en todo el mundo, evolucionando a la par que lo hace nuestro estilo de vida. Según reveló el primer estudio de Mondelez International State of Snacking, el 60% de los adultos prefiere comer entre horas a hacer una comida estructurada. Eso sí, el 80% de los más de 6.000 consumidores consultados tiene preferencia por los snacks saludables y equilibrados, y valoran cada vez más que sus ingredientes tengan un origen sostenible.

La economía circular es otra de las áreas de trabajo que nos unen, especialmente en lo relacionado con los envases. En nuestra industria, el plástico ha jugado un papel fundamental en la conservación y preservación de nuestros productos. Sin embargo, todos somos conscientes de los desafíos medioambientales que genera, y buscamos formas de optimizar su uso. El contar con envases reciclables es una excelente alternativa, pero gracias a las últimas innovaciones, ahora es posible ir más allá y fabricar dichos envases con plástico reciclado. Así lo hará el queso Philadelphia a partir de 2022, cuando los 380 millones de tarrinas que se venden cada año en Europa estarán fabricadas con plástico reciclado. Saludable y sostenible. Estos son los dos ejes sobre los que la industria de la alimentación trabaja en estos tiempos decisivos que vivimos.