La compra de proximidad reduce en un 80% las emisiones de CO2

Nueve de cada diez compradores que acuden a un supermercado lo hacen a pie o en bicicleta, mientras que siete de cada diez empleados en estos establecimientos llegan a su puesto de trabajo andando o en transporte público. Estas acciones permiten reducir las emisiones y mejorar la calidad del aire

Un encuentro organizado por Asedas (Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados) con diferentes expertos en movilidad urbana y distribución, y bajo el paraguas del estudio del Institut Cerdà Supermercados y proximidad comercial en la movilidad sostenible, indica que nueve de cada diez clientes que acuden a un supermercado lo hace a pie o en bicicleta, diez puntos más que hace diez años. Esta evolución se observa también en otros medios de transporte, con el uso del coche en claro descenso, puesto que únicamente lo utiliza un 7% frente al 14,9% de hace una década, en tanto que el número de personas que acuden al súper en transporte público ha pasado del 3,2% al 5,8% en el mismo periodo.

La localización, dimensión y oferta del formato supermercado condiciona también la movilidad de sus empleados -unos 260.000-. Así, tres de cada diez acuden andando o en bici a trabajar, cuatro de cada diez lo hacen en transporte público -un 70% en total- y solo uno de cada cuatro se deciden por el vehículo privado. Esto significa que de los aproximadamente 2.600 millones de actos de compra anuales en formato supermercado, unos 2.400 millones se realizan con emisiones cero en lo relativo a desplazamientos.

Durante la presentación del estudio se recordó también que en la última década se ha acortado el número de kilómetros recorridos. De este modo, gracias a que hay más supermercados con aparcamientos de rotación en lugares próximos a los hogares, así como una mayor amplitud horaria, se han podido reducir las distancias medias recorridas, lo que redunda en una disminución de las emisiones de gases contaminantes por parte del consumidor.

En este sentido, el estudio ha calculado que esta accesibilidad a la alimentación, en comparación con un modelo en el que el 100% de clientes se desplazasen en vehículo privado, permite, como apunta Yolanda Cerdà, directora del Observatorio de Innovación y Gran Consumo en el Instititut Cerdà, “reducir en más de un 80% el dióxido de carbono. Y en cuanto partículas relacionadas con la calidad del aire, que afectan más directamente a la salud, tanto los óxidos de nitrógeno como el óxido de carbono se reducen entre el 70% y el 90%”. Cerdà recuerda que “según la OMS en España en torno a 10.000 personas mueren cada año por culpa de la contaminación ambiental, siete millones en todo el mundo”. Cerdà aplaude los esfuerzos de algunos distribuidores por adaptar sus infraestructuras a la nueva movilidad habilitando en los aparcamientos espacios de recarga eléctricos y zonas para otras formas de movilidad personal, caso de las bicicletas o patinetes, lo que define como “micromovilidad”.

En el coloquio dedicado a complementar la exposición del estudio presentado por Cerdà, José María Bonmantí, director general de Aecoc, la Asociación de Fabricantes y Distribuidores, ahondó en la importancia de racionalizar la logística y el transporte, lo que se puede alcanzar mediante el empleo de vehículos con una capacidad de carga mayor o una distribución nocturna. Por su parte, el director general de Asedas, Ignacio García Magarzo, puso en valor la excelente capacidad de adaptación que han tenido los supermercados a la hora responder al exigente reto de garantizar una movilidad sostenible, del mismo modo que en su día supieron hacerse más grandes para poder competir, primero en precio, y luego en surtido.