Innovación y tradición no son opuestos: ambos tienen como fin transmitir el amor por el vino

La transformación digital ha llegado a todos los sectores de la sociedad y, por supuesto, también al del vino. La adaptación a la irrupción de diversas y revolucionarias tecnologías en nuestra vida cotidiana, si se hace bien, resultará en una gran ayuda para las diferentes industrias. Especialmente, en sectores que requieren de creatividad, que necesitan mucho del talento, los conocimientos, experiencias y sentimientos de las personas, como ocurre con el del vino. La innovación, en definitiva, nos proporciona una gran oportunidad, pero, para nosotros, esta no tiene razón de ser si no está al servicio de la tradición. Es importante recordar en cada paso y en cada decisión la esencia, el valor, los orígenes, el camino a seguir. En nuestro caso, aquellos viñedos que mi abuelo, Emilio Moro, plantó hace cien años y que hoy son -y serán- el mayor valor de la empresa Bodegas Emilio Moro.

Innovación y tradición podrían parecer términos opuestos, pero, en realidad, siguen la misma senda: ambas tienen como misión principal transmitir el amor por el vino. Poner la innovación al servicio de la tradición hace posible que podamos cuidar mejor nuestra tierra, o que las tecnologías nos hagan posible comunicarnos y, por tanto, entender mejor a nuestros clientes, pues son a quienes debemos cada éxito. También nos permite ser el orgullo de nuestros colaboradores y tener un impacto positivo en la sociedad. Creo que la tradición es un valor añadido, una bandera, un símbolo de respeto y conocimiento después de años haciendo las cosas bien, lo que ofrece una garantía al consumidor. Y la innovación y el conocimiento que vas adquiriendo la honran porque, cuanto más sabes, más puedes respetar tu esencia. En estos momentos consideramos que la digitalización es el principal reto de la industria del vino en este importante camino que va desde la cepa hasta la copa. Por eso, hemos tratado de llevar la bandera de la innovación desde hace mucho tiempo, con ánimo de realzar las virtudes de nuestra tradición.

La tradición es un legado de valor incalculable: es la que nos aporta el aprendizaje de años de experiencia y nos ayuda a aprender de los errores y obstáculos del pasado. En mi opinión, una empresa debe recordar siempre sus inicios y lo que la ha llevado a dónde está hoy. Solo teniendo en cuenta el camino recorrido, seremos capaces de seguir una senda hacia el éxito. Llegados a este punto, el desafío quizá es saber conjugar la tradición con la innovación o, dicho de otra forma, unir eficazmente la experiencia con la novedad. Quizá en estos momentos no hay nada más complejo, pero tampoco más completo. El reto -y la oportunidad- es saber combinar la esencia y la magia del pasado, de la tradición, de la tierra y las raíces y mejorarlo mirando al futuro, rompiendo esquemas.

Desde Bodegas Emilio Moro, nos posicionamos a favor del conocimiento, de la innovación y de la transformación digital porque no podemos vivir de espaldas al mundo, ni desaprovechar el progreso. Queremos usarlo para ofrecer un mejor vino al mercado -la calidad es lo que debe primar-, pero también para diferenciarnos en un mundo cada vez más competitivo y para estar más cerca de nuestros clientes, colaboradores y empleados. Siempre hemos dicho “sí” al progreso, porque será este lo que determine nuestro futuro. Para nosotros, esta innovación es el vehículo para resaltar la tradición que está ahí, herencia de tantas generaciones y, como decíamos, de tantos triunfos y también baches y dificultades. Es, sin duda, la fórmula que ha funcionado, la combinación de ambas, incluyendo además un tercer factor: la responsabilidad social y la solidaridad, porque no concibo una empresa de hoy y mañana que no intente hacer de este un mundo mejor y más justo, más respetuoso con el medio ambiente, más preocupado por la humanidad. Es mucho lo que recibimos día a día de la sociedad, de la tierra, del entorno, y debemos saber devolvérselo en forma de respeto, ayuda y gratitud. Es una filosofía a la cual hemos sido fieles desde el principio, hace más de 30 años.

Bodegas Emilio Moro se ha convertido en un referente mundial del sector. La innovación ha contribuido a ello, pero en realidad cada una de las viñas trabajadas desde hace un siglo han sido importantes en este camino y este se ha conseguido gracias a la pasión de tres generaciones dedicadas al arte de la enología. La nueva realidad, la de la tecnología, la comunicación, la interconectividad, el e-commerce, impulsada además por las circunstancias excepcionales de la pandemia, ha hecho que surjan nuevas estrategias de venta. En este mundo cambiante, continuamente hay que reinventarse. Otra cosa que percibimos, a nivel general, es que el consumidor cada vez huye más de la artificialidad: quiere reencontrarse con la naturaleza, consumir productos orgánicos, respetar el medio ambiente, etc. La transformación digital impacta en el vino de muchas maneras. Por un lado, confiamos plenamente en que puede mejorar la calidad del producto, pero siempre teniendo en cuenta que nunca se podrá renunciar al factor humano, todo lo contrario, potencia al profesional que, con la tecnología, tiene muchas más herramientas para desarrollar de manera productiva su labor. Robots o drones nos permiten hacer tareas de automatización que nos facilitarán el trabajo. No hablamos solo de podar las viñas; las tecnologías nos dan una información muy valiosa de los viñedos para hacer mejores caldos. Nos permiten, por ejemplo, elaborar y usar nuestras propias levaduras, que marcan un carácter único y una identidad diferentes a los vinos. Utilizamos geolocalizadores para capturar grabaciones aéreas de los viñedos con drones y obtener una radiografía muy precisa de cada zona, lo que nos da datos importantísimos sobre niveles de clorofila, nitrógeno, luz o estrés hídrico de las plantas.

Claro que conjugar tradición con innovación en el mundo vinícola es un desafío para un sector que siempre ha sido tradicional, pero no debemos olvidar que todos los desafíos abren la puerta a nuevas oportunidades. Los tiempos cambian -ahora más rápido que nunca-, los mercados son distintos a los de hace una década. También lo hacen las circunstancias, los consumidores, los competidores, etc. O innovamos o nos quedamos atrás. Hay que saber adaptarse, pero sin renunciar a lo que somos. Compaginar la innovación con el legado nos llevará al éxito seguro. Porque al final, ¿qué es la innovación del hoy, sino la tradición de mañana?