El consumidor recela del etiquetado de los alimentos

La etiqueta como fuente de información de los alimentos solo es relevante para cinco de cada diez consumidores, cuando en 2017 era importante para siete de cada diez

La Mesa de Participación de Asociaciones de Consumidores (Mpac), que agrupa a asociaciones como Cecu (Confederación de Consumidores y Usuarios) y distribuidores como Mercadona, acaba de publicar una encuesta sobre hábitos de consumo que revela que, un año más, disminuye el interés por la etiqueta como fuente de información entre los consumidores, y que algo más de la mitad de ellos se sienten desinformados en materia de alimentación y gran consumo.

De este modo, mientras en 2017 siete de cada diez personas se informaban principalmente de la composición nutricional de los productos mirando su etiqueta, en 2020 solo lo hacen el 53% de ellas. Por el contrario, Internet continúa atrayendo a seguidores como fuente de información -lo utilizan dos de cada diez consumidores-. Según el estudio de Mpac, también crece la desconfianza sobre las alegaciones nutricionales de los alimentos. Así, aunque la valoración de los alimentos que contienen alegaciones nutricionales -bajo en sal, light, sin azúcares, etc.- es positiva, el porcentaje baja del 67% en 2019 al 52% en 2020. Además, un 23% los rechaza por falta de credibilidad en los mensajes que publicitan, dos puntos más que el año pasado.

El consumidor no es constante en su hábito de leer etiquetas y la mitad de la población declara que solo lo hace de vez en cuando, lo que, según Mpac, invita a reflexionar sobre la oportunidad de adecuar el etiquetado a las necesidades de los consumidores en cuanto a estructura y contenido. Esa exigencia ha dado paso a nuevas herramientas y soportes que tratan de sustituir a la etiqueta del producto o proporcionar la información que estas contienen. Actualmente, Internet (48%) junto con las redes sociales y el etiquetado del producto, son los principales canales de información que los consumidores utilizan para informarse sobre nutrición y hábitos saludables de alimentación. Es decir, los consumidores recurren a la omnicanalidad como vía para saber qué es lo que consumen en cada momento.

Por otra parte, la información de la etiqueta solo les es útil a cuatro de cada diez encuestados y los consumidores reclaman que se mejore el diseño y el contenido de las etiquetas de los alimentos, así como que las etiquetas sean más sencillas, con la letra más grande y palabras menos técnicas. Grasas (65%) y azúcares (65%) son los dos elementos de la información nutricional en los que más se fija el consumidor, seguidos de lejos por la sal, que apenas preocupa a un cuarto de la población. Composición de los ingredientes, fecha de caducidad y lugar de origen del producto, son por ese orden, los elementos considerados más relevante en la etiqueta.

La encuesta señala también que casi una cuarta parte de los consumidores desconocen la diferencia entre fecha de caducidad -indica cuando un producto deja de ser seguro- y fecha de consumo preferente -indica cuando un producto empieza a perder sus cualidades físicas, pero sigue siendo seguro-. En paralelo a esta confusión, aumenta el porcentaje de quienes consumen productos una vez pasada la fecha de caducidad (60%), con el consiguiente riesgo para la salud de esto puede suponer.