El regadío y su papel decisivo en la seguridad alimentaria global

Entre los años 1950 y 2000, la población mundial ha crecido más que durante los cuatro millones de años anteriores, aumentando de 2,5 millones a 6.000 millones de habitantes. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura pronostica que la población mundial crecerá por encima de los 9.000 millones para el año 2050, y que la demanda de alimentos aumentará entre un 80 y un 100%.

Durante la última mitad del siglo XX, la economía mundial se expandió siete veces. A medida que la economía crece, sus demandas están superando a la capacidad natural del planeta, ya que los sistemas naturales de soporte vital de la Tierra se han mantenido esencialmente igual.

En este contexto, al hablar del concepto de seguridad alimentaria nos solemos plantear la siguiente pregunta: ¿seremos capaces de producir suficiente alimento para atender las necesidades futuras de una población en constante crecimiento?

La Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 definió la seguridad alimentaria como “cuando todas las personas en todo momento tengan acceso a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para mantener una vida sana y activa”. Esto significa que se debe mantener una provisión de alimentos cuantitativa y cualitativamente adecuada de forma sostenida en el tiempo, y garantizando que todos los miembros de la sociedad tengan acceso a estos alimentos.

En un contexto global de incertidumbre debido a factores como el cambio climático, el crecimiento exponencial de la población y la variabilidad de precios agrarios, el mayor desafío para el sector agrícola es proporcionar un suministro sostenible y seguro de alimentos. Además, el fenómeno del cambio climático está afectando negativamente, aumentando la demanda de agua de los cultivos y disminuyendo la productividad de los mismos en muchas regiones del mundo. Asimismo, se pronostica que más de la mitad de la población mundial vivirá en regiones con escasez de agua en el año 2050, lo que agravará la capacidad del sector agrario para el abastecimiento de alimentos.

En este escenario global cambiante, no cabe duda de que el regadío está jugando un papel destacado para garantizar la seguridad alimentaria y aumentar la producción agrícola en el mundo. A nivel mundial, más del 40% de la producción anual de alimentos proviene de tierras de regadío. Los rendimientos agrícolas han aumentado constantemente en la mayoría de las principales regiones agrícolas del mundo gracias a la conversión de tierras de secano a regadío, mejorando así la capacidad para enfrentar la futura amenaza de la seguridad alimentaria mundial.

España cuenta con una agricultura más productiva y competitiva gracias al desarrollo del regadío. De hecho, poseemos la mayor superficie de regadío de la Unión Europea, con alrededor de 3,7 millones de hectáreas regadas, que representan el 15% de la superficie agraria útil y alrededor del 70% de la producción final vegetal.

Además, el sector español del regadío ha acometido un intenso proceso de modernización con el objetivo de elevar la eficiencia de uso de los recursos productivos que utiliza, especialmente del agua. Durante las últimas décadas se han modernizado 1,5 millones de hectáreas de regadío, con una inversión cercana a los 3.000 millones de euros, lo que ha supuesto un ahorro estimado de casi 3.100 hectómetros cúbicos al año. Todo ello ha elevado la productividad obtenida por hectárea y por metro cúbico de agua utilizada.

La respuesta a la pregunta inicial planteada: ¿seremos capaces de producir suficiente alimento para atender las necesidades futuras de una población en constante crecimiento?, puede ser abordada desde tres diferentes estrategias. La primera forma de elevar la producción de alimentos procedentes del regadío se basaría en aumentar los recursos disponibles, es decir, el suministro de agua y tierra por encima de los niveles actuales.

La segunda estrategia puede venir de aumentar la productividad del regadío, ya sea mejorando el rendimiento o mejorando la eficiencia del uso del agua y/o tierra, o ambos. Finalmente, la última respuesta vendría de la importación de alimentos (importando agua virtual) a través del comercio internacional.

En el caso particular de España, el crecimiento de la producción agraria como garante de la seguridad alimentaria no parece que pueda sustentarse en un aumento de los recursos (tierra y agua), sino en el aumento de la productividad agraria. Esta mayor producción por unidad de factor productivo empleado (especialmente por unidad de agua usada) ha resultado ser decisiva para garantizar el mantenimiento de la producción del sector agrario español. A nivel global, si no se satisfacen las necesidades de producción de alimentos mediante una expansión eficiente y sostenible del regadío, el crecimiento de la población y el desarrollo económico aumentarán la presión sobre los recursos y se acelerará el proceso de degradación ambiental.

Asimismo, los estrechos vínculos entre la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua y el uso de energía, exigen una coordinación adecuada de políticas públicas que fomente el incremento de la productividad del sector del regadío en un contexto de economía circular ahorrando recursos hídricos y energéticos, y desarrollando cultivos con menos necesidades de agua y mayor tolerancia a las plagas, es decir, poniendo el foco en la biotecnología. Finalmente, cabe decir que el cambio climático afectará tanto a la producción agrícola futura como a la disponibilidad de agua, impactando así en la seguridad alimentaria a nivel global. Sin embargo, la mayoría de los estudios indican que el cambio climático tendría un efecto neutral o relativamente modesto en los procesos de producción agrícola a nivel mundial, al menos hasta 2050. Por el contrario, sus efectos sobre la disponibilidad futura de agua para la agricultura son mucho más inciertos