El oeste americano se coordina para salvar el río Colorado

Los siete Estados de la cuenca han alcanzado un acuerdo “histórico” sobre la protección de este río del que dependen más de 40 millones de personas y cuyo caudal está disminuyendo de forma alarmante debido a la sobrexplotación y los envites de un cambio climático especialmente duro con la región.

Gracias al cine, forma parte del imaginario colectivo de medio mundo. Naciendo al pie de las Montañas Rocosas, recorre más de 2.300 kilómetros y de sus aguas dependen más de 40 millones de personas. Testigo de la historia de un continente, los nativos americanos encontraron a lo largo de su cuenca el lugar en el que prosperar hace ya más de 8.000 años. Hoy, tras décadas de sobreexplotación, el Río Colorado se seca, y los siete Estados que atraviesa han adoptado un acuerdo histórico para protegerlo y evitar que su caudal acabe dejando su fondo al descubierto.

Desde los años 60, son contadas las ocasiones en las que las aguas del Colorado han ganado el mar a través del Golfo de California. El uso irresponsable de sus recursos, unido a los efectos de un cambio climático especialmente crudo con el oeste de Estados Unidos y México, han conducido a esta arteria fluvial clave de Norteamérica a una situación de emergencia sostenida desde el año 2000, cuando el río empezó a mostrar serios síntomas de agotamiento.

Ante esta situación, California, Arizona y Nevada prepararon de forma conjunta una propuesta de solución que establece un recorte de alrededor del 10% de la asignación de los recursos del río a los siete Estados que atraviesa, un plan validado después por Colorado, Wyoming, Utah y Nuevo México y celebrado por la Casa Blanca.

Los efectos de ver reducido el consumo de miles de millones de litros de agua en los próximos años serán compensados con fondos federales de la Ley de Reducción de Inflación aprobada por el Gobierno de Joe Biden. Las primeras estimaciones apuntan a un presupuesto no inferior a los 15.000 millones de dólares.

“Este acuerdo supone un paso fundamental para construir un futuro sostenible y resistente para los Estados, las tribus y las comunidades de todo el oeste del país”, ha concluido el presidente estadounidense.

Ahora, los Estados han asumido, por este acuerdo, que deberán implementar medidas que ahorren hasta 3.700 millones de metros cúbicos de agua de aquí a 2026.

Este acuerdo llega además cuando comenzaba a asomar una dura batalla legal entre el Gobierno federal y las autoridades regionales. Si bien la Casa Blanca ha tratado de responder durante años a la emergencia de la sequía en estos Estados con subvenciones directas a sectores productivos, ayuntamientos y comunidades tribales, Washington no descartaba tener que intervenir si los recortes en el consumo no eran voluntarios. Ello hubiera supuesto un desafío judicial de consecuencias poco concretas pero, seguro, de solución lenta.

Una sobreexplotación sostenida

El caudal del Colorado ha perdido más de un tercio durante los últimos años y su situación de sequía persistente compromete la conservación de hasta once parques naturales, los lagos Mead y Powell y el suministros de electricidad de cientos de miles de habitantes de pequeñas poblaciones o de capitales como Phoenix, Denver o Las Vegas.

La peculiar orografía de su cauce, salpicado de pronunciadas pendientes y de formaciones rocosas, ha servido para que durante años se hayan construido presas, embalses y otras infraestructuras generadoras de electricidad que, ahora, se estiman sobredimensionadas.

La declaración de emergencia decretada el verano pasado por el Departamento de Interior ha terminado de aupar un acuerdo sin precedentes en el oeste americano. De hecho, la situación de emergencia que presenta y a la vista de que el acuerdo permanecía enquistado desde hacía años, la propia secretaria del Interior estadounidense, Deb Haaland, ha terminado formando parte activa de las negociaciones, procurando deslizar el mensaje de que la falta de acuerdo terminaría traduciéndose en restricciones impuestas.