Movilidad urbana sostenible y recogida de basuras

Asistimos a una creciente concienciación de los municipios, y en especial de las grandes metrópolis, respecto a la movilidad urbana. Ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia, entre otras, cuentan con planes específicos para el transporte urbano y su necesaria adaptación a las políticas de eficiencia y sostenibilidad, alineados además con los Objetivos de Desarrollo.

Coherentemente con este planteamiento, vemos cómo se promocionan e incentivan en todas ellas servicios como los de bicicletas y patinetes de uso compartido, se desarrollan más kilómetros de carriles bici o se fomenta la movilidad eléctrica. En lo que respecta a la movilidad rodada, asistimos a la aplicación de constantes mejoras, como la introducción de autobuses en los que se ensaya el uso de combustibles alternativos como el hidrógeno, aún poco avanzado, el gas natural en diversas configuraciones o la electrificación, en la medida de lo posible.

Toda esta sensibilidad ciudadana e institucional relacionada con el entorno ha quedado recogida en el proyecto de Ley de Movilidad Sostenible, elaborado por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, cuya aprobación definitiva en Consejo de Ministros se espera antes de que finalice el año con el fin de que pueda entrar en vigor a lo largo de 2023. En su articulado, respecto a la movilidad urbana, el texto contempla algunos puntos importantes que vale la pena destacar. Por ejemplo, concibe la movilidad como un derecho social, insiste en su carácter limpio y saludable, mediante el uso de unos sistemas de transporte digitales conectados e innovadores, y establece una mejora en la forma de invertir en los servicios ciudadanos. A este respecto, hay recordar que, dentro de este campo, se prevé una movilización de 8.000 millones de euros en inversión pública durante los próximos 10 años.

Por tanto, estamos ante un planteamiento de sostenibilidad urbana que merece pocas objeciones, pero que, lamentablemente, se olvida de abordar un asunto como el de la recogida y el transporte de residuos urbanos, que impacta directamente en la movilidad y la sostenibilidad del entorno. No en vano, estamos hablando de la necesidad de transportar cada día, a su lugar correspondiente, los residuos que producen los habitantes de las ciudades. Aproximadamente, 480 kilogramos de residuos por habitante y año, según los datos de Ecoembes, cuya gestión requiere del empleo diario de una flota compuesta por casi 3.000 camiones de basura circulando por las calles españolas. Solo en una ciudad como Madrid salen cada día 350 camiones a ocuparse de este cometido. Si bien es cierto que las tecnologías de los camiones recolectores de residuos han ido mejorando en los últimos años en cuanto a eficiencia y reducción de las emisiones, es innegable que conceptualmente seguimos anclados en modelos del siglo pasado en lo que a recogida y transporte de residuos urbanos se refiere. Dicho en otras palabras, seguimos enviando una flota ingente de camiones a vaciar y transportar un inmenso contingente de contenedores de basura, cuya corta vida útil exige que sean repuestos constantemente, por no hablar de los numerosos inconvenientes estéticos o de insalubridad que crean en la vía pública.

A la vista de esta realidad, parece evidente que la planificación urbana se olvida reiteradamente del impacto que los sistemas de recogida y transporte de residuos representan en el logro de un modelo de movilidad urbana realmente eficiente y sostenible. Ni que decir tiene que mientras haya camiones recolectores de basura de alto tonelaje circulando por el centro de las ciudades será muy difícil asumir que estamos acercándonos a ese objetivo. Y no sirve de atenuante aducir que solo operan por la noche, pues este detalle es irrelevante en lo que concierne a las molestias y emisiones que genera este servicio, al menos mientras la electrificación de los camiones o su propulsión mediante combustibles menos contaminantes no se generalice.

Otro factor a considerar es que, a partir de 2023, en España habrá 150 ciudades con más de 50.000 habitantes que deberán aplicar restricciones al tráfico rodado en las zonas de bajas emisiones (ZBE). Paradójicamente, estas zonas se corresponden con el centro, donde el objetivo es lograr su completa descarbonización, mientras que diariamente penetran en ellas, sin ninguna restricción, camiones recolectores de basura alimentados, en la mayoría de los casos, por combustibles fósiles. Es evidente que los residuos deben recogerse diariamente en las ciudades, pero a lo que debemos aspirar es a que se mejore la eficiencia de este servicio y se reduzca su impacto ambiental, sobre todo cuando existen alternativas, como el transporte neumático de residuos, que reducen en zonas residenciales la presencia y tránsito de camiones recolectores entre un 80 y un 90%, al igual que lo hacen, en idéntica proporción, las emisiones de gases de efecto invernadero.

Quizás se entienda mejor este reto con un sencillo ejemplo. En un proyecto residencial de nueva planificación con 10.500 viviendas y sus correspondientes áreas comerciales, hoteleras y dotacionales, se necesitarían entre 12 y 15 camiones recolectores transitando diariamente por sus calles para retirar los residuos. En conjunto, esta flota recorrería en total unos 1.300 kilómetros por las calles del barrio, lo que equivaldría a emitir alrededor de 1.000 toneladas de CO2 al año. En contraste, una tecnología como el transporte neumático de residuos, basado en puntos de depósito dentro de los edificios, redes de tuberías que transportan los mismos mediante una corriente de aire y almacenamiento en fracciones separadas en una central localizada a un máximo de dos kilómetros desde el punto más alejado de generación, lograría reducir la emisión de los gases de efecto invernadero entre un 80% y un 90%.

En definitiva, otra forma de concebir las ciudades es posible, especialmente para los futuros desarrollos urbanos. Si de verdad queremos hacer realidad unos entornos con bajas emisiones y una movilidad realmente sostenible desde el punto de vista medioambiental, resulta necesario explorar también las alternativas que pone a nuestra disposición la tecnología para una recogida eficiente de residuos, y sumarlas al conjunto de innovaciones que se están llevando a cabo en el campo de los transportes. Daríamos así cauce a una creciente sensibilidad ciudadana que tiene también su reflejo en los nuevos desarrollos legislativos.